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Domingo 09 de Septiembre de 2007
 
 
 
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  ENTREVISTA: GRACIELA MOCHKOFSKY
  “¿Se puede alcanzar la verdad
“Este libro requiere una explicación adicional para los que leyeron mis libros anteriores”, dice la autora de “La revelación...”. Basado en un suceso real, cuenta cómo una comunidad peruana se convirtió al judaísmo sólo por la lectura de la Biblia. “Una historia universal sobre la fe y la búsqueda de la verdad”, así define su obra la escritora.
 
 

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Cómo se entera de la historia?
–Por esas cosas que vuelan en internet. En agosto del 2003 buscaba… creo que las palabras clave eran “América Latina” y “judaísmo”. La mitad de mi familia es judía, incluso mi papá, aunque era un tema que en mi vida no había tenido ninguna importancia hasta que hice el libro de Timerman, quien tenía una identidad sionista y judía muy importante. Quería averiguar más, y ahí me encontré con una carta en inglés de un rabino norteamericano que contaba a grandes rasgos la historia de un peruano al que llamaba –con prejuicio norteamericano– un “indio inca”.
–¿Cuál era el contenido de la carta?
–Contaba que este hombre del Perú, leyendo la Biblia, había descubierto que la verdadera religión era el judaísmo y no el catolicismo; que había iniciado un proceso de conversión religiosa y que había fundado una comunidad judía en medio de la montaña. Citaba algunos detalles más, algunos ciertos y otros equivocados. Al pie de la carta dejaba un teléfono de Nueva York para donantes voluntarios, porque esta comunidad era muy pobre.
–¿Una historia demasiado interesante para ser cierta?
–Claro. Y llamé de inmediato. Sentí que quería averiguar esa historia y, si era cierta, la quería escribir. Me atendió una peruana que integraba la comunidad de la que hablaba la carta. Ella estaba casada con este rabino, que ya se había muerto. La mujer me dio los teléfonos en Israel de los fundadores de esta comunidad, la familia Villanueva. Hablé con las hijas de Segundo Villanueva (protagonista principal del libro) y ahí arrancó todo.
–Tenía que empezar a viajar, ¿cómo hizo? ¿Tenía acordado dónde publicar?
–No tenía nada acordado con ninguna editorial. Pero sabía que si ofrecía una buena historia iban a querer el libro. Actué mucho por impulso… porque muchas veces lo hago y porque me enamoré de la historia. Lo único que pensaba era “Tengo que escribir esto, tengo que escribir esto...”. Mi marido, racionalmente, me preguntó cómo iba a hacer. No tenía idea, pero lo quería hacer. En ese momento estaba terminando de arreglar una indemnización y me quedaba sin trabajo. Al mes me fui a Israel con parte de ese dinero.
–En contenido y estilo, es un libro muy diferente a los anteriores, sobre todo al de Timerman.
–Sí. Sabía que iba a ser así y que lo iba a tener que explicar. Quería escribirlo con un tono distinto, más de fábula, y no quería tener presión por un contrato ni nada; por eso lo ofrecí después de hacer la investigación. Lo más atractivo es la historia, que es hermosa –como todas las historias– por sus detalles. Es tan excepcional que la gente reacciona sorprendida. Lo más rico es cuando lo leen, porque ahí están los detalles, algunos alucinantes como la experiencia cuando se instalan a vivir en el Amazonas.
–Un tema como la religión, inevitablemente, genera polémica. ¿Qué opiniones recibió?
–La esposa de un amigo me dijo que lloró, lo cual me resultó muy emocionante. Le impactó lo que hizo esta gente, sin recursos, sin conocimientos, sin libros, de la nada, siendo discriminados. Es maravilloso cómo cada lector agrega su propia opinión o experiencia a lo que uno escribió. Un abogado (que había sido una fuente en el libro de Timerman) me dijo que le había gustado pero que demostraba que a estos tipos había que matarlos. No es lo que yo pienso ni lo que dice el libro, pero está bien. La gente tiene la liberad de leerlo como quiera.
–Su padre es judío y tuvo una educación religiosa, ¿eso la ayudó a tener otra perspectiva?
–Cuando terminé el secundario me alejé de la Iglesia Católica, como les pasa a muchos. Dejé de ir a misa, lo cual hizo que durante mucho tiempo temiera morirme e ir al infierno, algo que me habían inculcado en el colegio de monjas al que había ido (risas). Realmente lo creí durante mucho tiempo; no es fácil sacarse esto de encima. Creo que puedo comprender cómo es vivir con una fe tan intensa y diseñar toda tu vida en relación con esa fe. Trato de no juzgar a las personas o las historias que escribo, algo que aprendí con el periodismo, una profesión que también me enseñó que los buenos no son tan buenos y que los malos tienen matices. Lo que hice fue suspender el juicio y tratar de comprender. Obviamente, tengo mis ideas y mi posición política, pero trato de aproximarme a mis entrevistados con la mayor neutralidad y curiosidad posibles.
–En Israel algunos piensan que esta comunidad fue utilizada políticamente. ¿Qué piensa?
–Es muy complicado ser judío ortodoxo, como hizo esta comunidad durante muchos años en Perú. Pero se puede ver, como ocurrió en Israel, como una historia exitosa en la cual es gente que sale de la pobreza y se va a vivir al Primer Mundo, siendo utilizada políticamente. Pero creo que es mucho más que eso: es una historia universal sobre la fe y la búsqueda de la verdad. En la larga y rica historia del judaísmo no ocurrió nunca que una comunidad entera adoptara el judaísmo como religión e identidad sólo por la fuerza de la fe, viviendo luego en Israel y haciendo un proceso de asimilación tan exitoso. Esto maravilló a los rabinos e israelíes.

UN TONO BIBLICO

–Hubo una intencionalidad de no nombrar políticos ni escribir los años en números sino en letras, ¿por qué?
–Fue deliberado. Quería que el tono fuera como una fábula, escrita como una historia fuera del tiempo. La intención es que en mil años alguien lo lea y pueda sentir lo mismo que siente alguien ahora por esta comunidad que hizo este proceso de transformación. Me esforcé para que no fuera sólo contemporáneo. Además, en el libro aparecen en hebreo las oraciones y los rezos que hacía esta comunidad peruana, lo que muestra qué difícil es la elección que hacen y cómo alguien que hizo tercer grado de primario se memoriza las 286 páginas del Código de la Ley Judía, cientos de oraciones para cada momento. La historia es tan rica que está fuera del tiempo.
–Tiene un tono similar al modo en que está escrita la Biblia.
–Claro, porque así fue como me lo contaron ellos, con su imaginario muy moldeado por la Biblia. Lo central del libro es que plantea una pregunta: ¿se puede alcanzar la verdad desde la fe? Esto es lo que trata de hacer y creo que aún sigue haciendo hasta hoy Segundo Villanueva. Me parece que esta historia es una fábula fascinante para pensar sobre esa pregunta.
–Desde su existencia, el ser humano busca respuestas sobre temas como la verdad absoluta, la fe y la existencia de un ser superior, un Dios.
–Sí. Y creo que no hay una respuesta única. Una posible respuesta es esta historia. Uno puede decir que no se puede alcanzar la verdad porque la fe y la verdad son incompatibles; citar a Nietzsche y pensar que la fe es la suspensión de la verdad, que es lo que pensaría alguien racional, como yo. Lo más hermoso de la historia de Villanueva es que todavía se lo sigue preguntando, a pesar de que ha ido encontrando respuestas. La idea de Dios, su presencia y la pregunta sobre su existencia han estado en el mundo desde que existe el hombre.

LA ELEGIDA

 

Graciela Mochkofsky nació en Neuquén en 1969. Es autora de tres libros de no ficción, que recibieron excelentes críticas y vendieron varias reediciones en la Argentina: “Los farsantes. Caso Coppola, una crónica de fin del menemismo” (1997, 13.000 ejemplares en tres ediciones), en coautoría con Gabriel Pasquini; “Timerman. El periodista que quiso ser parte del poder” (2003), nominado al premio Lettre Ulysses Award for Literary Reportage en Berlín en el 2004, y “Tío Boris. Un héroe olvidado de la Guerra Civil Española” (2006). “La revelación. Una historia real” (2007) es su cuarto libro.
“La religión es un tema actual. Después de un tiempo en que la gente encontraba el sentido en otras cosas –en la política u otro tipo de proyectos–, ahora cada vez más tiende a encontrar el sentido de su existencia en la religión”, opina Mochkofsky, quien estudió periodismo en la Universidad de Columbia, en Nueva York y trabajó en “Página/12” y “La Nación”.

“Algo no encaja”

“Pese a que la historia le era más conocida por lo que había oído en las iglesias, a Segundo el Nuevo Testamento no le gustó. No encajaba bien con el Viejo, que venía primero.
”Dios no hablaba, en su lugar hablaba un hijo; Dios ya no era uno sino tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Tres dioses? ¿Dios no llamaba a eso idolatría en la primera parte? Dios hacía y deshacía en el Viejo Testamento, pero se entendía bien cómo. En cambio aquí... ¿un espíritu fecundaba a una mujer?
”Unas dudas lo llevaron a otras. Lo que no encajaba en el libro tampoco en Cajamarca. Por ejemplo, la adoración de las estatuas de los santos, las velas encendidas, el nombre de las calles: ¿no castigaba Dios, en el Viejo Testamento, a los hombres por hacer y venerar de tal modo imágenes como ésas?
”Bajo la luz del libro, todo cambiaba y, en ese vértigo, como había ocurrido también a sus personajes, Segundo descubrió que necesitaba a Dios: que él, creador y padre, lo ayudara a comprender. Necesitaba una explicación, una directiva, una señal; un indicio, una pista de cuál era la verdad.
”Fue en esos momentos de necesidad, de duda y angustia, cuando golpearon a su puerta”.
 

 


(Fragmento de “La revelación. Una historia real”, de Graciela Mochkofsky. Editorial Planeta/Seix Barral, Buenos Aires, 2007).

   
JUAN IGNACIO PEREYRA
ipereyra@netkey.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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