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Domingo 26 de Agosto de 2007
 
 
 
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  ENTREVISTA: ROBERTO ROJO
  “Monseñor Angelelli era luchador, pero no era un tercermundista”
El recuerdo del testimonio a favor de la vida del obispo de La Rioja, asesinado por la dictadura, perdura a lo largo y ancho del país . Vía su libro “Angelelli, la vida por los pobres”, Rojo hace un sólido aporte para conocer un tiempo apasionante y cruel.
 
 

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U na de las conclusiones que se extraen de su libro, novedad en todo caso, es que monseñor Angelelli no comulgaba con el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. ¿Cómo era esa relación?
–Aclaremos en principio que no había opuestos entre él y la Diócesis de La Rioja, que a partir de su llegada a esa provincia en el ’68 se estructuró por un lado y el MSTM por el otro…
–¿Compañeros de ruta?
–Sí, los vinculaba la naturaleza, los objetivos por los que luchaban, pero el MSTM nunca logró su adhesión –explícita, la defino yo en el libro– de los sacerdotes de la Diócesis de Angelelli. Está muy claro, según las fuentes que colaboraron directamente con Angelelli en su trabajo pastoral, que la Diócesis de La Rioja adhería a los postulados de Medellín, que dio vida al MSTM, pero no sentía la necesidad de ponerse ese rótulo. Pero había otra cosa: el MSTM nació, entre otras razones, porque eran muy contados los obispos que hacían hincapié en los problemas sociales del continente; no denunciaban, no sacaban a la Iglesia Católica de lo ritual, de lo formal, no la ponían de lleno en el conjunto de las sociedades de nuestros países. Ese no era el estilo pastoral de Angelelli. El venía protagonizando un estilo abierto desde mucho antes de que sucediera Medellín. Perteneciendo a la Diócesis de Córdoba, ya molestaba a la jerarquía eclesiástica por asumir ese rol, a consecuencia de lo cual lo mandaron a La Rioja en 1968.
–Pero en su libro se traducen diferencias que podríamos encuadrar como ideológicas entre Angelelli y el MSTM. ¿No había concretamente una raíz ideológica en esta relación?
–Yo las llamo diferencias en “asuntos capitales”... Mire, Angelelli no buscaba el socialismo como resultado de la colisión de intereses entre ricos y pobres, tal como la encuadraba el MSTM. Tampoco adhería a lo que se asumía como la “justa violencia de abajo”.
–¿Era ajeno a lo que el inglés Ian Kershaw llama la “conducta hacia la radicalización acumulativa”?
–Bueno, él cuestiona los extremos, ya de derecha, ya de izquierda. Incluso cuestionó a la guerrilla en tanto ésta creía que por su propia obra y vía, la violencia, podía cambiar las condiciones políticas. Angelelli va más por el camino que dibujaba Helder Cámara, que el que asume, por ejemplo, Camilo Torres.
–¿Cómo es eso?
–Que tenía en el pensamiento y la acción de Helder Cámara su paradigma en lo que hace a luchar por la dignidad de la gente sin andar a los tiros. Más allá del respeto que le merecía Camilo Torres en su entrega a una causa, Angelelli sostenía que cuando se habla de luchar por el amor al otro, por la dignidad del prójimo, se está hablando de amor, no de utopías. “Hablamos de un jugarse por el otro, en una acción comprometida, activa, entregada, pero no a los tiros sino con la paz, con la comprensión, con el amor, pero cambiando, no declamando”. Esa era la línea de Angelelli. De mi investigación saqué la conclusión de que, para él, la acción pastoral hablaba por sí misma, no necesitaba tutelajes ni vanguardias que la explicaran. Ese era su punto de vista. El sostenía que los procesos de cambios son lentos. “Hay que marchar junto al pueblo, respetar sus tiempos y su idiosincrasia”, decía.
–Sin embargo, en su investigación usted concluye o habla de un “Angelelli huracán”. ¿No hay una contradicción?
–No hay contradicción. Incluso digo que fue vanguardia de la mayoría de los riojanos y de quienes integraban sus diócesis como pastores, pero siempre desde el espacio pastoral. En ese campo fue puro vértigo, en el enlace que establece con la gente pobre, humilde. Al cuarto día de ser obispo de La Rioja, hacia fines de agosto del ’68, reunió a los periodistas y les dijo claramente como iba a ser su gestión: lucharía por los pobres, contra los intereses que sometían a miles de riojanos, no se callaría jamás ante la injusticia. Y se larga a los barrios, a los parajes, pueblo por pueblo, casa por casa, parroquia por parroquia, hay un mundo de anécdotas de esos ocho años de vida pastoral. Ese día es liminar en las características que tendrá su labor y quizá ese día algunos poderes comenzaron a sentir que estaban ante… no sé… un tipo difícil.
–Algo así como aquello de El Quijote: “Con la iglesia nos hemos topado, Sancho”. El teólogo alemán Kunt sostuvo hace poco en “El País” que hay momentos de la Iglesia Católica para los cuales cabe el concepto de “instancias de democratización” de la institución, de integración más allá de lo que a los poderes les gusta, quieren y que esa integración suele arrancar en el espacio más sagrado, el templo. ¿Cómo se expresó este fenómeno en La Rioja, con Angelelli como obispo?
–En la cotidianeidad del uso de la catedral de La Rioja capital. Yo toco el tema, a usted se le pasó, pero digo que hasta la llegada de Angelelli la catedral era un símbolo del que se habían apropiado, desde muy lejos en la historia, las llamadas “familias distinguidas”, sectores tradicionales, que de golpe tienen que compartir el espacio, el banco, con gente pobre. Parafraseando a Scalabrini Ortiz, a la catedral llegaba el “subsuelo” de la sociedad riojana. Fue algo así como el 17 de octubre en el centro de Buenos Aires. Hasta Angelelli, esta catedral tenía dos pertenencias: los obispos integristas, preconciliares, formales, a los cuales había que besarles el anillo (eso fueron los dos obispos anteriores a Angelelli: Reinafé y Gómez Dávila) y la otra, la de la “familias distinguidas”. El poder queda sorprendido por esta mudanza: de golpe, “el pobrerío” no se quedaba sentado en los bancos de la plaza, se metía a la catedral a preguntar a qué hora daba misa “el curita”, “el pelado”, así se lo comienza a identificar a Angelelli, que... bueno… era cura, pelado y muy grandote. Ya en ese tiempo, el tradicionalismo riojano, el integrismo en todo caso desde la perspectiva religiosa, lo demoniza; lo llaman “Satanelli” y el diario “El Sol” lleva adelante una campaña contra él. Con el tiempo llegará a decir que Angelelli, de noche, se ponía peluca para ir a reunirse en las sierras con Mario Santucho y que viajaba a Tucumán vestido de mujer para jugar al truco con Firmenich…
–¿Y cómo hubiera sido Angelelli vestido de mujer?
–Fea, muy fea… era un gringo grandote, un metro ochenta largos, manos inmensas… hubiese sido muy fea. Pero los cuestionamientos a Angelelli desde la perspectiva pastoral no tienen como única causa una cuestión religiosa, una cuestión de liturgias. Se lo cuestiona por todo lo que comienza a remover y hacer: organiza cooperativas, ayuda a crear entidades que defienden a los trabajadores rurales, habla de derechos violados…
–¿Ahí ya está en la mira de los militares?
–Ya en el ’72, se enfrenta con oficiales de la Fuerza Aérea y miembros de la SIDE, que se están quedando con tierras de gente muy pobre. Ahí ya está en la mira. Lo demás, será una cuestión de tiempo. Ya en el ’76, en julio, le secuestran, torturan y asesinan a muerte lenta a dos curas de su diócesis, los padres Carlos de Dios Murías y Gabriel Longueville, un francés. Días después matan a un colaborador del obispado y en agosto le toca él… Dos semanas después de su asesinato, monseñor Carlos Aramburu dirá a “La Nación” que “hay casos en que un exceso de caridad, que entra en el orden de lo imprudente, hace que algunos sacerdotes pongan el acento especial de su tarea en el orden temporal”. O sea: Angelelli había pecado de “exceso de caridad”.

El otro lado de la Iglesia

–En el libro emerge un cura que en alguna medida es un Von Wernich riojano, colabora con los torturadores...
–Sí, sí, el cura Pelanda López, capellán del Ejército en el Batallón de Ingenieros 141 de La Rioja, que tuvo activa participación en la represión que siguió al golpe del ’76. Aquí la represión tuvo un alcance amplio. En términos promedios, fue una de las provincias con más presos políticos: 3. 000 a lo largo de ese proceso, entre ellos Carlos Menem. A igual que Von Wernich, Pelanda López presionaba a los presos políticos para que confesaran “sus pecados guerrilleros”... alentaba a los carceleros a no aflojar la “mano dura”. Antes y después del golpe, siempre tuvo enfrentamientos con monseñor Angelelli. Pelanda era un digno representante del pensamiento del entonces vicario general de las Fuerzas Armadas, monseñor Bonamín, quien sostenía que cuando hay “derramamiento de sangre, hay redención. Dios está redimiendo, mediante el Ejército Argentino, a la Nación Argentina. Hay muchos pecados, muchos crímenes, mucha cobardía, mucha traición, mucha desvergüenza. Todo esto hay que pagarlo, hay que expiarlo delante de Dios y que sean los militares los primeros en alzarse... Que se pueda decir de ellos que una falange de gente honesta, pura, ha llegado a purificarse en el Jordán de las sangre... Hay que comprender que hay pecados que se lavan con sangre”, etc.
Pelanda también abreva en monseñor Tortolo, por entonces obispo de Paraná, quien se sentía identificado con los principios cristianos que “dirigían la moral de Videla”. Y Pelanda López fue un exponente de toda esa ideología. Después del golpe del ’76, el coronel Pérez Bataglia, jefe del Ejército en La Rioja, le prohibió a Angelelli seguir dando misas en la cárcel, las que comenzó a oficiar Pelanda López...

EL ELEGIDO

Licenciado en Historia, a los 49 años Roberto Rojo tiene una dilatada trayectoria como investigador del pasado de esta provincia y de los hombres que en el marco del largo, fiero y sangriento entrevero entre federales y unitarios le dieron perfil propio a La Rioja, que, como él sintetiza, “se agotó en cincuenta años de guerras civiles”.
Culto, reflexivo, entusiasta de la conversación y del manejo de ideas opuestas, Rojo acaba además de publicar “Divino Joaquín”, la primera biografía sobre uno de los más talentosos pensadores argentinos, Joaquín V. González, riojano y fundador de la Universidad Nacional de La Plata. Una investigación que se suma a otras ya publicadas por Rojo: “Conversaciones con los caudillos riojanos”, “Vida y muerte de los caudillos riojanos”, “Noticias del periodismo riojano 1901-1991”, “Héroes y cobardes en el ocaso federal” y, en el 2001, “Angelelli, la vida de los pobres”, una exploración rigurosa sobre la obra y el pensamiento de ese valiente obispo. “La idea me la dio el historiador Hugo Chumbita... y yo me entusiasmé. Pero claro, ya había dos libros sobre Angelelli y entonces me pregunté: ¿qué más puedo decir yo?... Y quizá me desanimé un poco, pero me largué y encontré la veta en relatos orales de quienes lo habían tratado con intensidad, testimonios fundamentales para reconstruir un tramo singular del pasado”, reflexiona Rojo, de hablar pausado y mirada muy serena.

 

   
CARLOS TORRENGO
ctorrengo15@yahoo.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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