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Domingo 29 de Julio de 2007
 
 
 
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  Lisandro de la Torre
  El leñador de Pinas

Cuando la degradación amenaza con hacer desaparecer el sistema político, vale recordar una de las mentes más preclaras que tuvo la Argentina y una de sus voces más valientes.

 
 

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El suicidio de Lisandro de la Torre, no por doloroso, nos ha sorprendido. Sus amigos o quienes lo conocían de cerca quizá jamás se animaron a pensarlo, o no quisieron hacerlo, pero lo más probable era que temieran, en los últimos meses, su suicidio. De la Torre ya había dejado de ser un disconforme para convertirse en un amargado. Si antes no había creído en el hombre o en sus virtudes, ahora lo despreciaba. Profundamente individualista, se sentía solo, terriblemente solo, y a su alrededor no veía sino corrupción, podredumbre, indiferencia, chatura o mediocridad.

"El suicidio es siempre una liberación para los hombres atormentados. No se suicida el que no es nada sino el que es algo o mucho y no puede realizar lo que desea o ambiciona. No se mata el que desprecia la vida sino el que más la quiere. Y el que más la quiere puede acabar por despreciarla cuando ella no rinde los frutos apetecidos o cuando no se la ve a la altura en que se la codicia.

(...)

"El suicidio de De la Torre revela el fuego que lo consumía por dentro porque no encontraba dónde aplicarlo y el vacío en que cada vez más se fue encerrando por su temperamento y su disconformidad. Sin estudiar a De la Torre como un temperamento emotivo, pasional, no podrá comprendérselo.

"La vida de Lisandro se fue agotando. Cada vez más huraño, más misántropo, más individualista, más gruñón y desordenado, como un Unamuno o un Pío Baroja. Porque Lisandro de la Torre sentía correr por su venas lo más neto, grande y contradictorio del individualismo hispano.

"En Alemania, De la Torre hubiera

sido quizá un filósofo de nombre; en Francia, lo mejor del liberalismo burgués; en España, una de las típicas expresiones del político elocuente, individualista, agitador. Pero en la Argentina De la Torre se sentía en la nada.

"De la Torre fue desordenado. Le faltó un gran partido político que encauzara sus actividades , que lo obligara a disciplinarse, que lo sujetara un poco. (...) Por ser grande miró el mundo a su alrededor y se sintió pequeño. 'La pequeñez del hombre escribió comparada con la inmensidad del universo hace extraordinario su empeño en descifrar el enigma de la vida'.

"¡La pequeñez del hombre! He aquí lo que lo torturaba, lo que lo amargaba. Verse pequeño ante algo que es indudablemente grandioso, aplastante, implica sentirse, a su vez, aplastado. No se puede luchar en la vida y en la sociedad sin sentirnos grandes frente a los problemas que podemos solucionar, frente a las miserias que podemos corregir".

 

ERNESTO GIúDICE (*)

Especial para "Río Negro" 

(*) Ernesto Giúdice fue un importante intelectual argentino. En la noche del 5 de enero de 1939, a horas de suicidarse De la Torre, Giúdice, columnista y editorialista de "Crítica", escribió una larga nota necrológica de la cual ofrecemos algunos párrafos. Giúdice la tituló "El fin del leñador de Pinas". En Pinas, en el oeste de Córdoba, Lisandro criaba ganado y pasó los últimos años de su vida, ganándose el apodo de "El solitario de Pinas".

   
   
 
 
 
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