BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
ESPECIALES ON LINE
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Domingo 01 de Julio de 2007
 
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
 
  De partidos a frentes
La estrategia de varias fuerzas de agruparse en bloques parece imponerse en la política argentina, tanto en el oficialismo como en la oposición. Pero ello no necesariamente supone un avance democrático.
 
 

Click para ampliar

La democracia electoral tiene una dimensión cooperativa y otra competitiva. Ambas son parte de la experiencia histórica de los partidos y los frentes políticos. Desde hace algo más de un siglo, el partido político resultó tanto una coalición de organizaciones sociales como un exclusivo club de líderes. Paradójicamente, a pesar de la reunión de esa diversidad –organización y líderes–, hubo un temprano proceso de oligarquización. La sociología que “descubrió” a los partidos observó tempranamente estos fenómenos. De allí una crítica que, además de académica, perteneció al sentido común del ciudadano.
Junto a ese derrotero de concentración y oligarquización hubo otro no previsto, ambiguo, de evolución inmediata, durante la primera posguerra. El partido político se permitió otorgar mayor autonomía a sus actores internos. Resultado: partidos con partes que en muchos casos se separaron. Mientras tanto, hubo quienes trataron de reunir lo que se había dispersado. La idea práctica de “frentes” nació con ese propósito. También con el objetivo de ligar las “clases” sociales afines, en tiempos en que éstas suponían tener sus propias representaciones políticas. La idea del “frente” prometía ser exclusivo patrimonio de la izquierda política y la década del ’30, la era dorada de los “frentes populares”. Sus ecos “de masas” llegaron hasta los ’70. Luego asomaron los frentes testimoniales de las izquierdas empequeñecidas.
También es cierto que las derechas políticas tuvieron su aprendizaje frentista. Sus frentes siempre fueron llamados de otra manera. Había que hacer una distinción: nacieron los “pactos”. Una impronta aristocrática en la política democrática. El escenario privilegiado, el Parlamento. En ese mundo, el “frentismo” asumía el rostro impersonal de la nación y se lo vigilaba desde las jerarquías sociales. El frente era una “unión sagrada” de clases antagónicas.
Nuestra democracia reciente se alejó de esa historia. Si bien la “forma” partido conserva algo de su pasado, no hay duda de que retrocedió ante la idea de que sus principales funciones pueden ser ocupadas por el “espacio político”.
Y en la Argentina, como en otros países donde se ha impuesto la democracia de audiencias y la legislación electoral es por demás flexible, sus protagonistas constituyen “frentes” o, en todo caso, ambiciosos “espacios políticos”. Es una manera de competir a los partidos “cártel” o a los oficialismos que también recurren a ellos. Las oposiciones asumen el “frentismo” en cuanto establece diferencias hacia el otro o, si se prefiere, la realidad del espanto a esos oficialismos de turno.
La política de los “frentes” o la idea de coaliciones no siempre promete una etapa superior en la democracia. ¿Izquierda, derechas o centros para los “nuevos espacios” y sus “frentes electorales”? Tampoco parece que ésta sea la cuestión. Hablamos de herramientas que procuran alcanzar aspiraciones por una representación política que le otorgue autonomía y oportunidades al ciudadano sin partidos que, paradójicamente, pone en riesgo esa misma representación. Es que esa fórmula deriva y produce un mayor déficit en la institucionalización, en términos de que representados y representantes no están sujetos a otro lazo que el que les brindan el espontaneísmo y los efímeros liderazgos de opinión. La Argentina electoral del 2007 vive esa tensión.

En Alemania, “matrimonio por necesidad”

El sistema de coaliciones partidarias, que en la Argentina suena a novedad y que se perfila como estructura de las principales candidaturas presidenciales para los comicios de octubre, es una añosa tradición política en Alemania, que actualmente es gobernada conjuntamente por las dos fuerzas mayoritarias (CDU y SPD).
De paso por Buenos Aires, Klaus-Jürgen Hedrich, un experimentado legislador de la democracia cristiana (CDU) que recorre el mundo como asesor en materia de coaliciones partidarias, explicó las ventajas y desventajas del sistema y advirtió sobre sus efectos en el papel del Congreso.
“No importa de qué coalición se trate; es un matrimonio que nunca nace por amor sino por necesidad”, advierte Hedrich desde el vamos para descartar encantamientos.
En cuanto a su sistema político, las diferencias entre la Argentina y Alemania son profundas. En principio, la autoridad máxima alemana, el canciller federal, es elegido por el Parlamento. También es regla general que ningún partido alcance la mayoría suficiente para gobernar a solas.
–¿Por qué se imponen las coaliciones en Alemania?
–El carácter de nuestro país hace que las coaliciones sean absolutamente normales. Los alemanes, y esto tiene que ver con nuestra historia, tradicionalmente tenemos una cierta aversión a las mayorías absolutas.
–¿Tiene efectos en el papel del Congreso?
–En una coalición, un diputado ya no tiene nada que decir. En general, en la coalición la voluntad de decidir se concentra en un pequeño grupo de gente. En Alemania este grupo se llama “comisión de la coalición”, conformada por cinco o seis personas de cada uno de los partidos.
 –¿Cree que el sistema puede ser exportable?
–La coalición es una situación normal en Alemania, pero que en la Argentina puede resultar impensable. Son vínculos, relaciones, que dependen de las necesidades del país.
–¿Cuál es el mejor tipo de liderazgo para una coalición?
–A lo largo del tiempo se van cristalizando las personalidades más dominantes, más fuertes. Para mi gran sorpresa, en Alemania la personalidad que se destacó fue la canciller Angela Merkel, lo cual pone muy inseguros a algunos socialdemócratas. La pregunta es hacia dónde apunta el afán de alcanzar el poder: si es para enriquecerse uno mismo y llenarse los bolsillos o para el beneficio del país. La ventaja de una democracia es que destapa el mal uso del poder. Pero para eso se necesita un Parlamento autónomo y una prensa libre.

   

GABRIEL RAFART
Especial para “Río Negro”

   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006