Roberto Herrscher se le iluminan los ojos cuando recuerda aquellos días del '82 a bordo de la goleta "Penélope".Días de mirar desde el pequeño puente los PAC de Harriers británicos rastrillando el cielo para despejarlo de los inquietantes cazas argentinos. O los helicópteros de la Royal Navy deambulando a la pesca de cuanto tuviera algo de celeste y blanco.
Días en que, con 18 años, Roberto Herrscher partió como soldado de la Armada para combatir en Malvinas. Llegó y días después, al mando de un joven oficial y con seis compañeros más, abordó la pequeña goleta. Quince metros de eslora, cuatro de manga. Toda de madera. Construida en Alemania al promediar los años '20. Llegada a Malvinas en el '28 desde tierra patagónica. Durante más de medio siglo prestando servicios entre las estancias de las islas. En mayo del '82, la Armada argentina la descubrió anclada en una caleta de una pequeña isla. La dotó de tripulación y a la guerra. Como fuese, pero a la guerra.
Hasta horas antes de la rendición, la pequeña "Penélope" fue y vino alrededor de las islas. Se metió desafiante y salió con el mismo aire en eso que los británicos denominaron "el corredor de las bombas", el estrecho de San Carlos.
Para aquí y para allá llevando comandos. Armas. Munición. Combustible. Buscando pilotos caídos en combate. Amadrinar junto al casco del bombardeado "Río Carcarañá" para buscar qué de útil había quedado.
Unica artillería del "Penélope": fusiles FAL y pistolas. Y el coraje de los que estaban arriba.
Y un día la guerra terminó.
Y la tripulación de "Penélope" fue prisionera. Roberto Herrscher se sorprendería de ese día en que los ingleses convocaban de a uno a todos los efectivos presos, más de 10.000. Les hacían firmar un recibo. Y les pagaban el salario que les correspondía como prisioneros de guerra. "Me acuerdo de que nos pagaron 8 libras esterlinas, que era lo que establecía la Convención de Ginebra. Y con eso podíamos acceder en la cantina de a bordo del buque (en que estaban detenidos, el "Saint Edmund"), a comprarnos chocolate y esas cosas".
Con los años, Roberto Herrscher se recibió de sociólogo. Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, hoy vive en España.
Pero nunca olvidó a la pequeña "Penélope", cuya historia comenzó a explorar. Primero recuperó contacto con toda la tripulación. Cada vez que volvía a la Argentina se reunía con aquellos veteranos, incluido el teniente de navío (R) González Llano. El jefe de los "penepolenses". Y un día de julio del 2006, Roberto Herrscher recibió un correo electrónico:
A "Penélope" la tengo yo. Venga a visitarla. Está en Hamburgo le decía el alemán Bernd Buchner. Y ahí fue Roberto Herrscher. Que también volvió a Malvinas. A verla ajena a la guerra.
Esa guerra sucedida en un "tiempo que no podemos entender", como diría Borges. Y luego Roberto Herrscher, escribiendo "Los viajes del 'Penélope'. La historia del barco más viejo de la guerra de Malvinas" (Tusquets).
CARLOS TORRENGO
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