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Domingo 27 de Mayo de 2007
 
 
 
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  Una \"santa\" prohibida y venerada

La Iglesia Católica lo califica de idolatría, pero el culto a la muerte ganacada vez más adeptos en México, Centroamérica e incluso el sur de Estados Unidos. Cientos de fieles se congregan en torno de tétricas imágenes, en un raro sincretismo de cristianismo y cultos ancestrales.

 

 
 

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En México se venera a la muerte. Es mujer y lleva por nombre la Santa Muerte. La Iglesia Católica, mayoritaria en el país, prohíbe su culto por considerarlo idolatría, pero sus fieles le llevan ofrendas de tequila, mezcal, cigarros, marihuana, dulces, dinero y joyas.

La Santa Muerte es horrible. Incluso con sus brillantes ornamentos queda al descubierto parte del esqueleto gris. Sobre el cráneo porta una peluca de larga cabellera marrón de la década del sesenta. Los fieles buscan consuelo, ayuda y salvación bajo su sombra de espanto.

Cada primero de mes a las 18, una larga fila de personas se forma ante el altar de "La Flaquita" en Tepito, uno de los barrios de peor fama de Ciudad de México por la presencia de contrabandistas y traficantes de droga.

El santuario es un gran cubículo de cristal que resguarda la figura, adornada con vestido, collares de perlas y decenas de anillos y cadenitas en los dedos sin carne. En la mano izquierda sostiene un globo de plástico: la Santa Muerte, como si fuera un dios, es la reina del mundo.

Desde primeras horas de la tarde han llegado hasta el santuario cientos de personas de distintas partes de la capital mexicana y de estados del centro de México. Algunos lo hacen en automóvil. En los baúles se pueden ver ejércitos completos de "santas muertes". Cada figura es para un miembro de la familia: la madre, el hijo, la abuela, la cuñada, el primo...

Muchos cargan junto al pecho figuras de la "santa" con estilos varios: desde una delgada Piedad en traje antiguo a una exuberante mujer sobre una moto Harley Davidson. Durante la espera cada figura recibe ofrendas. Ante la imagen siempre se murmura una pequeña oración o una petición. Hacia las 18, cuando empieza a oscurecer, la plaza está llena. Con paciencia, los fieles esperan que les toque el turno de llegar ante el santuario.

Un mariachi ya está ahí. Los hombres, con sus trajes negros, cantan canciones rancheras y románticas: "Si nos dejan", "Sabes una cosa" y, por supuesto, "Cielito lindo", casi un himno mexicano.

Este santuario es el más famoso de los que han aparecido en honor a la Santa Muerte. Surgió como muchos centros de peregrinación en la Edad Media. "Hace cinco años coloqué este altar frente a nuestra casa", dice Enriqueta Romero, de 60 años. Pronto empezaron a llegar cada vez más personas con sus problemas. "Lo único que pido es que no digan tonterías, que no digan que sólo vienen acá los narcotraficantes, porque 'La Flaquita' es la que algún día nos llevará con Dios", afirma.

El santuario de doña Queta (Enriqueta) se hizo famoso, entre otras cosas, porque según los relatos la "santa" obró milagros. "Una mujer con dos niños vino a ver a la santa; tenía sida. Rezó y dos meses después regresó, curada", asegura Enriqueta sin titubeos. Enriqueta Romero Romero tiene siete hijos y 54 nietos y vive de la venta de velas.

En la veneración de la Santa Muerte hay reminiscencias del culto a los muertos de las iglesias cristianas. Para los sociólogos, el surgimiento de la secta tiene relación con la fiesta de los fieles difuntos del 2 de noviembre. "La creciente devoción se ha nutrido de un vastísimo sincretismo religioso mexicano que entreteje las raíces prehispánicas con el catolicismo barroco español y la santería", dice el especialista en temas religiosos Bernardo Barranco. Su culto comenzó a propagarse hace una década por México, América Central y EE. UU.

En el centro histórico de Ciudad de México hay cientos de altares de la Santa Muerte en las esquinas y en las vecindades donde los vendedores ambulantes dejan sus mercancías en la noche. Cerca de Tepito, en la calle Bravo 35, hay incluso una iglesia en su honor.

La Iglesia Católica Apostólica Tradicional México-USA dirigida por Romo no es reconocida por la Iglesia Católica ni por la Gobernación de México, que le retiró el registro de asociación religiosa en el 2005. Muchos de los fieles vienen del barrio La Merced, donde se vende de todo: joyas, productos de santería, verduras y frutas, vestimenta, autopartes, bicicletas, muebles, carne, armas, drogas, personas. La Merced es, según la policía, una de las áreas de mayor concentración de ladrones, asaltantes y delincuentes. "Muerte contra mis enemigos", dicen las velas que compran los creyentes y que colocan a los pies de la Santa Muerte.

Ahí Romo colocó, junto a la "niña blanca", un ángel con alas doradas para que todos entiendan: muerte y ángel son una misma cosa, enviadas por Dios.

 

FRANZ SMETS

DPA

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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