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Domingo 27 de Mayo de 2007
 
 
 
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  El rol de las terceras fuerzas en la política rionegrina, en revisión

Distintos partidos situados fuera de la gran división PJ-UCR han logrado ser árbitros en diversos procesos electorales. Varios lograron administraciones locales y bancas en la Legislatura, pero su calidad de 'alternativas' políticas está en duda.

 
 

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La provincia de Río Negro no deja de sorprender a propios y extraños con las consecuencias dominantes de la territorialización de la política y su carácter coalicional. En un nuevo proceso electoral, la fuerza que comanda los destinos políticos de la provincia desde 1983 ha vuelto a ganar, pero esta vez en una elección que había logrado condensar para el Ejecutivo dos fórmulas centrales sin la presencia amenazante de una tercera fuerza, rompiendo así con la historia política de algo más de una década.

Atendiendo a la competencia interpartidaria para el Poder Ejecutivo, este espacio político subnacional tuvo en su primera década un sistema de partidos con clara tendencia bipartidista.

La competencia establecida entre la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista coexistió con la presencia de terceras fuerzas, como el caso del Partido Provincial Rionegrino, que lograba algo más del 20% de los votos en su mejor elección en 1987 pero en un escenario político de escasas alianzas que otorgaba posibilidades de poder sólo a uno de los dos principales contendientes.

Sin embargo, los resultados electorales, primero del Movimiento Popular Patagónico y después del Frente Grande, más el giro hacia la formación de coaliciones que emprendieron las dos fuerzas principales ya en los noventa, marcaban el nuevo rumbo de la política rionegrina hacia un sistema de partidos que ofrecía un pluralismo limitado o moderado pero con la permanencia de la bipolaridad en su base. A esto contribuía el sistema electoral de corte mayoritario que desincentivaba la creación de nuevas fuerzas políticas o, en su defecto, obligaba a una política de alianzas que englobara a los partidos menores.

No obstante, desde la mitad de los noventa y hasta el 2003, los resultados electorales de la tercera fuerza de turno sumados al peronismo dieron siempre un porcentaje mayor de votos que los obtenidos por la coalición liderada por la Unión Cívica Radical, auténtico partido profesional-electoral que ha combinado de forma exitosa, en un escenario de fragmentación, una práctica territorializada de sostenimiento del poder, atinando en sus alianzas y manteniendo su base clientelar.

En este sentido, las terceras fuerzas se habían convertido en árbitros menores pero árbitros al fin de la política rionegrina. Este proceso se había producido tanto por la integración de dichas fuerzas en coaliciones partidarias mayores como por su participación en forma independiente, logrando en este último caso pisos electorales insuficientes para alcanzar el poder pero importantes para afrontar la política de alianzas, en particular con el eterno segundo, el justicialismo, y no tanto con un radicalismo que sustentaba parcialmente sus triunfos en la merma de votos sufrida por su rival directo de la mano de los que a la postre terminarían siendo sus aliados.

En este marco, y teniendo en cuenta la provincialización de la UCR rionegrina y de las principales terceras fuerzas incluido el Frente Grande, que subsiste hoy en pocas circunscripciones, la alternativa lógica para el reciente proceso electoral era la unión del justicialismo y el frentismo, rivalizando con la coalición dirigida por el radicalismo. Pero éste, con la "neutralidad" del gobierno nacional, el nuevo acierto en su política de alianzas, su oportuna campaña electoral y el manejo de los recursos disponibles en su carácter de oficialismo logró doblegar a la coalición natural en un concierto nacional inicialmente favorable y teniendo esta última el dominio territorial de circunscripciones clave de la provincia.

Dejando de lado el análisis de comportamientos individuales y teniendo en cuenta el aporte confuso, pero aporte al fin del "resucitado" PPR, más la insuficiencia del caudal de votos que previsiblemente debía sumar la principal tercera fuerza política que en las anteriores elecciones había logrado acercarse a los 50.000 sufragios, el papel de las terceras fuerzas en la política rionegrina y la calificación de su propio sistema de partidos está en revisión.

Integrantes de las diferentes terceras fuerzas han podido implementar políticas públicas a nivel municipal, construyendo así su principal capital político. También han tenido relativa injerencia en la política legislativa provincial, aunque rara vez en la nacional, y han colocado algunos funcionarios en posiciones de segunda línea en la provincia.

Pero ¿podemos afirmar que han logrado introducir los recambios prometidos en la política provincial, tanto a nivel de dirigentes como de políticas públicas? ¿Han podido construir alternativas de poder con independencia de las dos fuerzas históricas? ¿Han podido superar la dependencia de liderazgos carismáticos en la senda hacia el avance organizacional de sus formaciones políticas? En suma: ¿el espacio de oportunidad relativa abierto a estas terceras fuerzas en la política rionegrina ha sido aprovechado y ha logrado cambiar la matriz política y el sistema de partidos?

Revisando los siete procesos electorales, pareciera que muchas de estas preguntas encuentran respuesta negativa y que el sistema de partido rionegrino sigue conservando un imperfecto pero vigente bipartidismo. No es de extrañar que con estas condiciones estructurales, y a la luz del último desempeño electoral, la política de absorción de nuevos liderazgos territoriales por los dos partidos principales nos acompañe largo tiempo.

 

FRANCISCO CAMINO VELA

Especial para "Río Negro"

(*) Licenciado y magíster en Historia. DEA Programa de Doctorado en Historia e ideologías políticas contemporáneas.

 

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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