No todos lo leen. Pero todos lo buscan. De una manera u otra, lo quieren tener. Ya sea en libro o simplemente en señaladores con su rostro.
Jorge Luis Borges es, en la Feria Internacional del Libro, el único escritor argentino que seduce de mil maneras a los extranjeros. Van stand por stand machacando con la pregunta:
–¿Qué tiene de Borges o sobre él?
–A mí me gustan sus definiciones sobre lo que es la patria –dice Mecal, un joven francés que está esperando la conferencia de Jean Marie Le Cleizo, el mayor escritor de ese país en este momento. Tanto, que la crítica lo compara con Albert Camus.
–Ayer, no en la feria sino en las librerías de Plaza Lavalle, conseguí un librito maravilloso –dice Mecal. Abre el bolso y lo muestra. Libro estropeado, ajado, sucio. “Jorge Luis Borges”, de Néstor Montenegro.
–Mire, mire que hermosa definición de patria: “La patria es tantas cosas queridas. El joven amor de mis padres, la memoria de los mayores, los rostros y las almas, una vieja espada, las agonías, los destierros, un mano que templa una guitarra, el olor de la madreselva”… –lee Mecal, que es de Niza, y explica que ya “supe” lo que es madreselva…
–A mí me gusta el Borges que escribe de los orilleros. Claro, me pongo mal cuando recuerdo que se abrazó con Pinochet, pero… bueno –dice el chileno Hermosilla. Tiene algo más de 50 años y se dedica a “ventas varias”, confiesa mientras en el stand de la Universidad de Belgrano compra “Acerca de Borges”, un interesante ensayo de poética, política y literatura comparada compilado por Jorge Dubatti.
–Esta es la tercera vez que vengo a la feria en cinco años. Me compro todo lo que encuentro de Borges. ¿Qué cómo lo descubrí ? Me crié en Valparaíso –sostiene Hermosilla– y de jovencito milité en el PC y fue a un viejo dirigente del partido, Volodia Teitelboim, al que lo escuché nombrar a Borges. Venía a darnos charlas… adoctrinamiento, claro. Y siempre terminaba hablando de literatura, de Julio Fucik, el de “Reportaje al Pie del Patíbulo”, un libro que nos genera mucho revuelto. Y también nos hablaba de Borges. “Es algo reaccionario, pero es un genio”, nos decía Volodia. Vive… debe tener como 90 y escribió una biografía sobre Borges (“Los dos Borges”; Edt. Sudamericana)
–En Chile –acota Hermosilla– no tenemos orilleros como perfil social de una época, es algo muy de ustedes. Una categoría muy porteña, me parece. ¿Estoy equivocado? Lo que más me llama la atención es que los orilleros de Borges no son curados (borrachos)… ¿No son curados, no? –se pregunta Hermosilla y se responde– No, no son curados. Estoy buscando un libro sobre este tema que escribió Sarlo, Beatriz Sarlo… ¿la conoce? En la feria no lo encuentro. El año que viene vuelvo y quiero ir a Adrogué a conocer el Hotel Las Delicias, un lugar muy ligado a Borges...
–Deseo estéril. Lo tiraron abajo –le informa el periodista. Hermosilla se queda atónito.
“El orillero arquetipo –escribe Sarlo en “Borges, un escritor de las orillas” (Ariel)– desciende del linaje hispanocriollo y su origen es anterior a la inmigración, el compadrito arrabalero; en cambio, lleva las marcas de una cultura baja, exagera el coraje o el desafío farolero para imitar las cualidades que el orillero tiene como naturaleza. El compadrito es vistoso; el orillero es discreto y taciturno”.
Más adelante, Sarlo destaca: “ Borges libera a las ‘orillas’ del estigma social que las identificaba. Lejos de considerarlas un límite después del cual sólo puede saltarse al mundo rural de Don Segundo Sombra, Borges se detiene precisamente allí y hace del límite un espacio literario. En las ‘orillas’, define un territorio original, que le permite implantar su propia diferencia respecto del resto de la literatura argentina”.
–Sí, sí –dice una vendedora de distribuidora Riverside Agency SAC–, al igual que los argentinos, los extranjeros buscan mucho a Borges. Nosotros tenemos “El factor Borges”, de Alan Pauls, editado por Anagrama. Algunos extranjeros borgeanos saben de ese libro, otros no, todos se lo llevan.
–Algunos extranjeros sólo buscan álbumes con fotos de Borges. No se han editado muchos, pero los que hay son muy buenos. El que más se vende es el de Alejandro Vaccaro: “Borges, una biografía en imágenes”. Cuando lo piden, se enteran que Vaccaro tiene también una biografía de Borges y un libro sobre el ama de llaves de Borges, entonces compran todo –señala un vendedor de Distal Libros.
Sábado sobre el filo del mediodía. Lugar: uno de los bares de la feria.
Un marido lee el diario uruguayo “La República”. Su esposa, mete manos en bolsas y saca libros de y sobre Borges. Los despliega. Los ojea.
–¿Por qué tanto Borges? –pregunta el periodista y la pareja levanta la vista. Lo miran en silencio. Hay que descongelar la desconfianza:
–No se inquieten, soy periodista, sí, sí, raza descorazonante, pero…
–No, está bien, siéntese. La borgeana es ella –dice él.
Ella se llama Bettina Garro. Viven en San Pablo.
–Cuando la Guerra de Malvinas yo tenía 15 años. Todos los días íbamos con una amiga a la costa del río en Montevideo. Mirábamos hacia el sur, hacia las Malvinas… nos angustiaba que los pibes se mataran. Yo sabía de Borges por el colegio, no más. Pero en esos meses leí cosas de él tan ricas sobre esa guerra que me fui metiendo con Borges. ¿Quién puede escribir: “Oyó las vanas arengas / de los vanos generales”? ¡Borges! ¿Quién puede escribir la tragedia de la guerra como lo hace él en “Juan López y John Ward”… ¡Nadie, sólo Borges! ¿Y el Poema Conjetural? “…el íntimo cuchillo en la garganta”… ¿Quién puede escribir así, sintetizar así tanta historia argentina, que también es uruguaya? ¡Borges! –sentencia Bettina, bajo urticaria de emociones.
A metros de esta uruguaya está el stand de Editorial Paidós.
–Estamos muy especializados en filosofía, psicología, historia, sociología… pero ayer vino un matrimonio francés buscando un libro editado por El Ateneo, “Confesiones de Editores” hechas a “Paris Review”. El único tomo que les falta en castellano es el que más les interesa… tiene un reportaje a Borges hecho en la década del ’60. Tienen como hobby los reportajes a Borges. Les dije que averiguaran por el lado de El Ateneo, pero creo que son libros agotados… Se fueron con la cara larga –comenta un asistente del stand.
–Ni bien se inauguró la feria, vino una pareja de mexicanos buscando la foto de Borges sacada por Sara Fascio. Uno de ellos me dijo que tenía un montón de esas fotos, pero quería llevarse más. Le dije que podía buscar en librerías de Corrientes o en el Teatro San Martín… no sé cómo les habrá ido –comenta un vendedor del Grupo Editorial Norma.
El americano Samuel (quizá su apellido sea Wassermann o algo parecido, el apunte no lo pone en claro) es una mole de 50 y pico de años construida a puro cereal y toneladas de cerveza. Está sentado en una silla que pidió en el stand de Chile. Absorto. La feria pasa por su lado. Ojea la nueva edición de los sustanciosos “Diálogos” entre Borges y Osvaldo Ferrari. De un bolso surge que compró no menos de media docena de ejemplares.
–¿Por qué tanto Borges?
Samuel sonríe. Estrecha la mano.
–Yo nací en Amarillo, al sur de los Estados Unidos. Tenía 10 años cuando en un diario leí que un escritor casi ciego, creo que fue en el ’60, visitaba la Universidad de Austin, Texas. Me llamó la atención eso de ciego… era Borges. Con los años comencé a leerlo. Mi madre era mexicana, me ayudó mucho a entenderlo en castellano. He venido tres veces a Argentina y me compro todo lo de Borges… ¡es superior a Faulkner, muy superior!
En el stand de “Le Monde diplomatique”, la colombiana María Carreras y una amiga italiana preguntan dónde encontrar Librerías Jenny. Las ayudan con un mapa de la feria, pero cuesta situar el lugar.
–Queremos buscar señaladores con el rostro de Borges… también bolsas –dice María y confiesa:
–Tengo todo lo que escribió, ahora acopio todo lo que encuentro sobre lo que se dijo de él. Queremos hablar con Antonio Carrizo… un actor…
–Locutor.
–Locutor… queremos ver si nos da una copia del famoso reportaje que le hizo
–¿Y por qué Borges?
–Por todo… por su ironía, por “maniobrero” de la palabra... porque se sentía intrascendente… por todo.
“Creo ser un buen argentino, un buen europeo, un buen cosmopolita, un buen ciudadano de una utopía, clara y remota, que nos librará de fronteras y de batallas”, escribió Borges.
PARA DISFRUTAR
CARNICERIA (J.L.B. 1923)
Más vil que un lupanar
La carnicería rubrica como una afrenta la calle.
Sobre el dintel
Una ciega cabeza de vaca
Preside el aquelarre
De carne charra y mármoles finales
Con la remota majestad de un ídolo.
YO (J.L.B. 1975)
La calavera, el corazón secreto
Los caminos de sangre que no veo,
Los túneles del sueño, ese Proteo,
Las vísceras, la nuca, el esqueleto.
Soy esas cosa. Increíblemente
Soy también la memoria de una espada
Y la de un solitario sol poniente
Que se dispersa en oro, en sombra, en nada.
...........
Soy el que envidia a los que han muerto.
Más raro es ser el hombre que entrelaza
Palabras en un cuarto de una casa.
Yo me escurría de la casa hacia el alba, en la confusión del crepúsculo. (J.L.B. 1944)
Me sé del todo indigno de opinar en materia política, pero tal vez me sea perdonado añadir que descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística. ( J. L.B. 1976)
Un destino literario en
30 líneas
“Como De Quincey y tantos otros, he sabido, antes de escribir una sola línea, que mi destino sería literario”, dijo Jorge Luis Borges en alguna ocasión. Afortunadamente, el escritor asume su destino y nos permite a nosotros, lectores, la magia del encuentro con su palabra poética, tan nuestra y tan universal.
Escribió y dictó poemas, cuentos y ensayos breves; no se registran novelas en sus anales. Escribió solo y en colaboración con otros autores. Escribió y publicó desde 1923 hasta 1985, meses antes de su muerte. Sus textos se ramifican en infinidad de idiomas. Profusión de estéticas, sin adherencia a ninguna en particular y variedad de temas los signan.
Todos esperamos que le tocara un Nobel que no fue.
Una trilogía bendita escoltó sus días: Leonor, Norah, María.
Una vastísima tradición literaria ennoblece su obra: Virgilio, Macedonio, Alfonso Reyes, Rafael Cansinos Assens, Kipling, Stevenson, Poe, los escandinavos y los persas... Las delicadezas morosas del simbolismo y la música de hierro del sajón le placen por igual.
Su palabra recupera la función poética desgastada por la “usura del tiempo”. Se vuelve cifra exacta la formulación lingüística y la construcción sintagmática emerge limpia, justa.
A veces duele que algo de él esté en Ginebra. Lo hubiésemos querido tener en Recoleta o en Chacarita. A veces duelen sus polémicas declaraciones. ¿Puro amor a la controversia? ¿Desparpajo ético e intelectual de quien se siente y se ensalza como ser superior? ¿O asunción de una “voz encendida en ponientes y no canción de los tibios”?
A sus ochenta y tantos años confesó: “Suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda?”.
Lectores, ¿qué otra hermosa suerte nos queda qué seguir leyendo a Jorge Luis Borges? Imperdible emoción estética, profunda reflexión filosófica nos aguardan.
(*) Docente e investigadora, Universidad Nacional del Comahue.