BUSCAR       RIO NEGRO    WEB     
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
  podio
RURAL
DEBATES
GUIA OCIO
eH! HOGAR
ESPECIALES ON LINE
ECONOMICO
CULTURAL
ENERGIA
 
Domingo 11 de Febrero de 2007
 
 
 
>>Ediciones ANTERIORES
   
  NUEVA FIEBRE DEL ORO EN BRASIL
  El eterno sueño del golpe millonario
Saben que por cada nuevo rico 30 volverán a casa sin un centavo, pero fotos de un yacimiento de oro a cielo abierto potenciadas por internet lanzaron a miles de “garimpeiros” a la selva amazónica. El fantasma de Serra Pelada.
 
 

Click para ampliar

Al atravesar velozmente paredes de espesa selva, el bote a motor cargado de mineros se dirige a la orilla del río Juma. Sobre los fangosos bancos de la orilla aparece envuelta en humo una ciudad de hangares de plástico negro circundada por excavaciones recientes, árboles talados y creciente miseria. Este es Eldorado do Juma. Desde diciembre, miles de buscadores de fortuna han llegado aquí con la esperanza de encontrar oro en la selva del estado de Amazonas.
Atraídos por un aviso colocado en internet por un profesor de Matemáticas que describió a mineros llenándose los bolsillos de miles de dólares por el oro, de 3.000 a 10.000 personas han talado enormes árboles, desviado corrientes de ríos y cavado profundas minas en un área que hasta hace pocos meses era una selva virgen. Bautizado con el nombre de esa mítica y largamente buscada ciudad de oro del Amazonas, este Eldorado es todo menos un lugar resplandeciente.
Cientos de hombres cubiertos de lodo y armados con picos y palas trabajan en la tierra marrón, roja y gris, marcando sus pequeños lotes con ramas de los árboles y alambre. Otros lanzan el barro en un desagüe de madera donde el agua lava los sedimentos. Escudriñan entre lo que resta dentro de las bandejas metálicas para descubrir, si tienen suerte, unas pocas hojuelas de oro puro.
El Amazonas no veía una fiebre de oro como ésta desde los ’80, cuando decenas de miles de brasileños transformaron la montaña de Serra Pelada en un profundo cráter en la selva. “Esto es mejor incluso que Serra Pelada. He sido minero por todo el Amazonas desde 1978 y esto es lo mejor que he visto”, dijo Joao Leandro de Azedo, de 70 años, al sentarse en su hamaca desde la que ve su lote.
Serra Pelada fue en Brasil el más conocido y lucrativo “garimpo’’ –o una mina rudimentaria– y es la referencia para todos aquí. Atrajo a un vasto ejército de buscadores desde todas partes de Brasil y produjo miles de kilos de oro antes de ser cerrada a comienzos de los ’90. Es lo que los mineros aquí sueñan, intercambiando historias de personas que se hicieron ricas de un día para otro al encontrar piedras de hasta 26 kilos de oro. Y es exactamente en lo que las autoridades brasileña temen que se convierta Eldorado do Juma.
Serra Pelada se transformó en un símbolo de la injusticia social y de la falta de leyes, sobre todo después de que el fotógrafo Sebastiao Salgado inmortalizara las columnas humanas de mineros en fotos en blanco y negro captando la desesperación de los casi desnudos buscadores que cargaban sacos de barro a la espalda en escenas que parecían extraídas de las profundidades del infierno.
Pero Azedo, como muchos otros mineros, está decidido a hacer su fortuna aquí. Dice que logró sacar medio kilo de oro en un solo día la semana pasada, sumando en total dos kilos, valorados en unos 40.000 reales (19.000 dólares), desde que llegó aquí hace 17 días. Incluso después de pagar el 50% al hombre que separó su lote de tierra y un 8% más al “Ze Capeta’’, “Pepe el Diablo’’ –un jefe local que asegura ser el propietario de todo el garimpo–, Azedo aún consiguió quedarse con una buena suma.
Otros no son tan afortunados. Por cierto, ya hay demasiada gente que busca tan poco oro. Varía enormemente el número estimado de mineros, prostitutas y comerciantes en esta barriada de la jungla, donde el olor a carne quemada y madera se mezcla con el hedor de una cañería abierta. Sin embargo, es notable que no haya suficiente espacio para todos los buscadores en los ocho principales locales de búsqueda del garimpo.
El regateo de precios y la malaria reinan en esta ciudad, donde ya existen bares, restaurantes, barberías, panaderías y tiendas de joyas, la mayor parte de esos locales hechos con los árboles talados.
Al otro lado del río se construye un hotel de 16 habitaciones. Las tiendas de equipos hacen buenos negocios comercializando bandejas y hachas: las sierras se venden a 20 gramos de oro o más. La policía federal llegó el mes pasado para cerrar negocios ilegales, haciendo más difícil el sueño de hacerse rico rápidamente.
“Afortunadamente, entramos justo al comienzo. Es una preocupación para todos, desde el presidente de la República hasta el gobernador y el alcalde, que esto no se convierta en otra Serra Pelada”, dijo Walter Arcoverde, director de aplicación de la ley del Departamento Nacional de Producción Mineral. Agentes con armas automáticas ahora imponen un toque de queda a partir de las diez de la noche y a la medianoche los viernes y sábados.
Geólogos del gobierno intentan determinar cuánto oro existe en la zona. También están aquí las autoridades ambientales, intentando evitar que los mineros usen equipos pesados o mercurio, el único metal líquido y que sirve para unir las pequeñas partículas de oro, pero que también es altamente tóxico y contamina por años las aguas de ríos. “La mayor parte del oro que puede ser extraído manualmente ya fue encontrada, pero si comienzan a usar equipos pesados este lugar va a explotar otra vez”, dijo Luiz Gonzaga da Conceicao, de 51 años, un minero que llegó desde el oeste brasileño.
Las autoridades ambientales afirman que sólo permitirán el uso de máquinas de agua, trituradoras de piedra y otros equipos, si los mineros forman una cooperativa y presentan un plan ambiental.
La oficina de reforma agraria del gobierno dice que la tierra pertenece al gobierno. De forma confidencial, muchos mineros hablan de amenazas e intimidación para asegurar el 8% de Ze Capeta.
El hombre lo niega, tanto como que mate o intimide a alguien. “Las personas están vendiendo sus congeladores para poder llegar aquí y no deberían, se está convirtiendo en un problema social para mí porque no les puedo comprar a todos un boleto de regreso, si no, quiebro”, dijo. Hasta ahora, el gobierno federal y la mayoría de los mineros parecen satisfechos de tenerlo a cargo.
Entretanto, los mineros viajan río arriba y abajo y a lo profundo de la selva en busca de nuevos locales de explotación, conocidos aquí como “fofocas”. “Aquí sin duda hay oro; el problema es encontrar un área para trabajar. Ahora cada lote tiene tres o cuatro propietarios. Sólo estoy esperando por una nueva fofoca y me dedicaré a ella”, dijo Jose Francisco Mendes dos Santos, de 32 años.
Una pequeña industria de conductores de camiones y propietarios de botes conduce a los mineros a lo largo de la franja de 78 kilómetros de viaje a Apui, el poblado más cercano, donde las tiendas de compra de oro florecieron de dos a diez en las últimas dos semanas. Gilmar Predebon gerencia una de esas tiendas, donde dice que compra cerca de dos kilos al día. Estima que la mina produce de seis a siete kilos diarios en total. “Es una buena cantidad de oro, pero ni remotamente cerca de lo que uno espera”, dijo.
Durante años los moradores de la región habían realizado labores de minería de forma silenciosa. El problema comenzó cuando Ivani da Silva, un profesor de Matemáticas, colocó en internet fotos e historias del oro. “Visitó la mina e inocentemente puso las fotos en la red porque quizá no tenía ni idea del impacto que tendrían”, aseguró el alcalde. “Lo que se ve en internet es a un hombre con una bandeja que afirma haber encontrado oro por 19.000 dólares. La gente vio esto y pensó en hacer lo mismo. Pero la verdad es que por cada persona que se hace rica, otras 30 vuelven a casa sin un centavo”.

   
MICHEL ASTOR
AP
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006