| El libro “Llegó carta de Perón”, de Florencio Monzón (h), incluye entre otros documentos inéditos la correspondencia entre el general Juan Domingo Perón y el padre del autor en el período inmediatamente posterior al golpe del ’55, cuando comenzó a organizarse la resistencia peronista. Hijo del profesor Florencio Monzón y de Olga Gliozzi, una de las 30 primeras mujeres encargadas por Evita de formar la rama peronista femenina, Monzón ofrece un pormenorizado relato de aquellos años del “Perón vuelve”, donde sobresalen personajes emblemáticos como César Marcos y John William Cooke. Entre los hitos de esta historia, desarrollados en el libro, figuran el levantamiento de Juan José Valle, Cooke como líder de la intransigencia, la denuncia del pacto con Frondizi, la barriada de Mataderos y las operaciones armadas de la JP y de Uturuncos. En noviembre de 1955 el profesor Monzón viajó al Paraguay para encontrarse con Perón en Villarrica del Espíritu Santo, donde se decidió la acción de los comandos de exiliados peronistas en los países limítrofes. Y el general le pidió que viajara a Chile a trabajar con la senadora María de la Cruz. Al principio, Perón enviaba la correspondencia a la casilla de correo 10.205 en Santiago de Chile: “El sobre casi siempre estaba escrito con la caligrafía gruesa y rotunda, inconfundible”, describe Monzón. “‘¡Papá, llegó carta de Perón!’ anunciaba yo alegremente y con discreción”, cuenta el autor que entonces tenía 19 años y visitaba todos los días la central de correos. De ese período inicial, Monzón destaca el accionar de dos comandos: el Nacional Peronista (CNP) y el Coronel Perón. “Son los que más conozco y que han producido más escritos. Tenían diferencias, pero estaban unidos por la vuelta de Perón”. Antecesoras de la correspondencia Perón- Cooke, estas cartas son de la época de fundación de la resistencia, señala Monzón. La última misiva de Perón al profesor Monzón data del 4 de setiembre de 1957, cuando ya Cooke, detenido provisoriamente en la penitenciaría de Santiago de Chile luego de haberse fugado de la cárcel de Río Gallegos, se había hecho cargo de la conducción del Movimiento Peronista. “La magia de las cartas de Perón –resume Monzón– era el gusto y la confirmación de cada uno de los compañeros, porque uno le hacía llegar una copia de las instrucciones generales, que fueron varias, y de inmediato se creaba una organización barrial. Los obreros, en cambio, armaban la resistencia en las fábricas”. |