| Domingo 04 de Febrero de 2007 | | | | | | | | | | | estudios sobre genero | | “Para hombre ya estoy yo”: masculinidad lésbica | | | | En su último libro, la antropóloga Andrea Lacombe explora un terreno habitualmente ignorado en el estudio de las sexualidades. El trabajo complejiza la noción de masculinidad y los modos de ser lesbiana. | | | | De qué se habla cuando se habla de masculinidades de mujeres? ¿Qué ocurre cuando las masculinidades se producen fuera del cuerpo de los varones? ¿Cómo considerar una imagen de mujer que, sin pensarse como hombre, extrapola los límites establecidos para “ser mujer”? Desde estos interrogantes y muchos otros se inscribe el libro “Para hombre ya estoy yo. Masculinidades y socialización lésbica en un bar del centro de Río de Janeiro”, de Andrea Lacombe, editado por Antropofagia junto con el Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social. Esta antropóloga se lanza a explorar un campo deshabitado en los estudios de las sexualidades: las masculinidades lésbicas. Con esta línea de investigación se propone, por un lado, complejizar la noción tradicional de masculinidad y, por otro, los modos de ser lesbiana. “Para hombre ya estoy yo” toma el concepto de masculinidad como una categoría teórica y alternativa de su sentido unívoco y hegemónico (hombre blanco, heterosexual, de clase media y de países centrales). Así, hace visible otros talantes y modelos de comportamientos masculinos tanto en hombres como en mujeres. Andrea Lacombe elige, entonces, este camino para introducir las acaloradas discusiones en torno de los diferentes estilos de apropiación de los sujetos sobre su sexualidad. Ese es un modo de intentar la desnaturalización de las concepciones imperantes ya sea de género y sexo como de heterosexualidad y homosexualidad. Su foco de trabajo se centra en una forma particular de sociabilidad por parte de un grupo de lesbianas en ese reservorio de la más pura cepa masculina tradicional como es el bar y toma como caso el Flor do André. El mismo no presenta mayores diferencias con cualquier lugar de bebidas en el centro de Río; no obstante, a partir de un momento comienza a ser concurrido día a día por lesbianas y los hombres pasan a ser minoría junto con esporádicas visitas de gays y travestis. En este espacio, las mujeres retratan su estética emergente y, sobre todo, su régimen de enunciación: usan calzoncillos, se tocan la entrepierna para acomodarse un bulto imaginario y, a la vez, se maquillan y mantienen su cuerpo depilado. De esta manera, se rompen algunos estereotipos mientras se refuerzan otros con respecto a cómo debe verse una lesbiana. Y es allí donde Lacombe dibuja detenidamente los modos en que ellas conviven, se divierten, se visten, aman y pelean dentro de ese territorio tan reducido como es el bar. El Flor do André aparece entonces como una inversión en la cual las mujeres son las que marcan las rutinas, ocupando una posición dominante en cuanto a la apropiación del local tanto en su carácter espacial como simbólico. Sus parroquianas son personas de mediana edad, de bajos ingresos o desempleadas, de escasa educación y que están fuera del mundo público lésbico hegemónico, inscribiéndose en las periferias. No suelen frecuentar otros lugares; por lo tanto, son asiduas concurrentes también por estar a pasos de sus casas. Pronto se descubre que Flor do André remite a un sentimiento de referencialidad fuerte para estas mujeres que prefieren autodenominarse “entendidas” y no lesbianas. No es antojadizo el corrimiento entre uno y otro término: la nominación “lesbiana” forma parte del discurso activista mientras que “entendidas” sería un equivalente a la vieja expresión “ser del ambiente”, pertenecer a un grupo determinado. Al respecto, Lacombe dice: “Me parece mejor hablar de masculinidades de mujeres, ya que las clientas del Flor do André continúan identificándose como mujeres entendidas, desusando la palabra ‘lesbiana’, y con sus prácticas colaboran en quebrar la binariedad compulsiva que implica la utilización de hombre y mujer”. Por último, “Para hombre ya estoy yo” realza los matices en la búsqueda de las pequeñas diferencias a cambio de las oposiciones dicotómicas o analogías especulares, como una tentativa de demostrar la condición versátil y mutable de las categorías analíticas. | | | | MABEL BELLUCCI Especial para “Río Negro” | | | | | | | | | | | | | | | |