Por qué un libro sobre “Billiken”?
–Quise rastrear la complicidad que tuvo la dictadura y que le sirvió para reproducir su discurso y consolidar su proyecto de dominación... complicidades provenientes de esferas civiles que, de modo sutil y capilar, vinieron a respaldar ese sistema de decisión y sus principios.
–Escribió Jacobo Timermann que el grueso de los medios argentinos, a la hora de la dictadura, asumieron una muy particular concepción del “orden”. ¿Cómo es la idea o el contenido de la palabra “orden” en “Billiken”?
–Una primera aproximación a la palabra “orden” nos dice que, como tal, no es ni buena ni mala... Es portadora de ciertos matices de percepción de la realidad. Pero claro, partiendo de la base de que el lenguaje es portador de ideas, ideologías, o sea un instrumento que juega en las disputas, los modos conflictivos que hacen a la construcción del mundo. Bueno, ahí la palabra “orden” no tiene nada de neutra. Entonces sí, para el período que yo estudio, hay una asociación entre el concepto de “orden” que asume “Billiken” y el concepto del “orden” que tenía la dictadura militar... “Billiken” divulga un “orden” que funge como respuesta al proceso de caos, desorden, etc., etc., que vino a poner fin la dictadura con su “orden”...
–¿Periodismo y dictadura, en una misma cadena asociativa de razones que llevan a una convergencia de intereses en lo que hace al “orden”?
–Es un mismo lenguaje portador de un antes y un después... No es un mero lenguaje.
–Siguiendo estos razonamientos estamos ante lo que Machado, al referirse a cierta España, hablaba de “un quieto de cerrao y sacristía”. ¿En que tema de los que desarrolla “Billiken” por aquellos años cree usted que se consuma el ideal de “orden” que promueve la dictadura y alienta la revista?
–Bueno... de una manera u otra, ese “orden” está en muchos planos. Por tomar un caso: “Billiken” muestra un espacio público como un paradigma de que todo funciona muy bien. Es un espacio de circulación, jamás de reunión de personas... Tal cual lo muestra la revista, todo es perfecto: los pibes cruzan las calles por las líneas blancas, siempre está el policía ...
–Cuidando que el micro se cargue a la viejita...
–Claro... atento a la seguridad de los peatones, del tránsito.
–Ningún atorrante pateando un tacho o jugando a la bolita en el cordón de la vereda. Aunque para esa época jugar a la bolita era historia...
–¡Jamás! El espacio público que muestra “Billiken” es armonía, orden... En toda mi investigación, después de leer cientos de números de la revista en el lapso que investigué, jamás encontré ruidos de bocinas, embotellamientos de tránsito, tampoco accidentes... Pero en ese espacio siempre está, especialmente en los dibujos que muestran una visión panorámica, la escuela, una inmensa bandera argentina, el campanario y la cruz. El espacio público está tratado como un lugar ajeno a roces, a conflictos.
–¿Una ausencia en función de lo inmaculado?
–Bueno, se muestra un espacio público no tocado por la política. No es un lugar de reclamo o eventuales protestas sociales. No es posibilidad de reunión. Todo es tránsito. La gente se traslada, no permanece... Yo escribí que, si por definición el espacio público es de todos, para “Billiken” no es de nadie. Divulga una concepción del espacio, como del tiempo, meramente instrumental. Nunca el espacio público como un punto de hacer común.
–¿Hay muchas cosas que no hay en “Billiken” pero que sí aparecen en la vida?
–Muchísimas... No encontré un hermano que se pelee con otro hermano, ni un pibe que discuta con su papá... En el período investigado tampoco hay abuelos o casi no aparecen. Ausencia de conflicto familiar, de cualquier rango, pero ausencia.
–¿Puede inferirse que se alienta una visión higiénica de la sociedad? Higiénica como derivación del “higienismo”, que fue una cultura muy activa en Argentina, con influencia en políticas contra el delito, como lo demostró la historiadora Lila Caimari en “Apenas un delincuente”...
–Todos los personajes de “Billiken” son muy prolijitos en su vestimenta, en su aseo, todo muy pulcro...
–¿Cero en resistentes al jabón?
–Todos se bañan y, antes de hacerlo, siempre tienen la precaución de “preparar la ropa limpia que se pondría después del baño”.
–Nada de eso de “¿Quién me escondió los pantalones?”... Todo muy común entre hermanos.
–Bueno, los pibes de “Billiken” son pibes... Pero quisiera volver al higienismo. La dictadura alimentó la obsesión “higienista” y en la revista se la encuentra permanentemente expresada en la pulcritud de los personajes. En el libro yo digo que la “salubridad corporal era un tema de preocupación común para los jefes militares y para los redactores de ‘Billiken’, quienes no escatimaron páginas para la inclusión de información sobre vacunas, antídotos, etc.”. Pero el “higienismo” es tratado en la revista de un modo singular, dado que se alude a él a través de metáforas bélicas, de uso permanente en la publicación. Se habla de “guerra contra las caries”, “disparen contra la gripe” porque hay que “combatirla”. Se habla de “vacunas contra veneno”, de “lucha contra la rabia”. En este punto se encuentra otra conexión entre el tratamiento que a los temas da “Billiken” y la propia retórica de los jerarcas y voceros dictatoriales, que también recurrían a la fusión de la metáforas bélicas con las biológicas. La lógica que frente a las enfermedades e infecciones indicaba que había que “librar una batalla” es la misma lógica que planteaba la necesidad de “extirpar” los elementos anómalos del “cuerpo social”...
–Según se avanza en tu libro, uno nota que no encontraste “abuelos” en los relatos de “Billiken”...
–Tampoco se habla de la universidad, ni de la muerte... No hay hermanos mayores. La familia de “Billiken” era presente, no más.
–No entiendo...
–Claro. ¿Por qué no hay abuelos en los relatos? En el lapso de la revista que yo investigué, a lo sumo creo que encontré un abuelo en el marco de un árbol genealógico, pero no más...
–Bueno, ¿pero que significado tiene esa ausencia según vos?
–Creo que un abuelo es la voz de la experiencia, en consecuencia podía hablar de otros tiempos mejores o peores que el presente, pero puntos de comparación que eventualmente podían ir en contra del modo en que “Billiken” cuenta el desarrollo histórico argentino... Siempre cuenta la historia a modo de una visita de museo. Al niño se lo lleva por los acontecimientos y se le habla de ellos, pero siempre acompañado del modo en que hay que comprender esos hechos. Siempre en un marco de buenos y malos... Un mundo muy particular muestra “Billiken” en los años de dictadura, asombrosamente ajeno a la realidad de una sociedad...
–¿Por qué no hay negros ni discapacitados en ese abanico?
–Tampoco hay pobres... No hay barbudos que, claro, estaban bajo sospecha. Los hombres tienen el pelo corto, bigote... ¡Ojo, tiene negros, pero no muchos! Y los tiene para tratarlos de forma peyorativa... En 1977, en una nota que habla de las “diferentes razas humanas” se dice: “Vos y yo, el japonesito de ojos oblicuos de raza mongólica y todos los grupos humanos que habitan nuestro planeta provienen de un origen común”. Si bien en cuanto a esto último no hay duda, la nota apunta, aparentemente, a promover la igualdad. Pero cuando se desmenuza como se describe a los no blancos, esa igualdad se hace añicos. Yo digo en el libro que desde el “Vos y yo” se está marcando una diferencia con el resto, a los que se los identifica con diminutivos... “negrito”, etc., etc. El diminutivo no es nuestro. “Billiken” lo usa y ésa es la conclusión que yo traslado a mi trabajo, para describir la alteralidad en la que el “otro” emerge como un ser pequeño que necesita un “otro superior” que lo guíe...
–¿Hay machismo en el mundo “Billiken”, al menos del tiempo de dictadura?
–Cosas increíbles... Los chicos son estimulados o pueden aspirar a ser astronautas, manejar tecnología de punta, etc. Pero las nenas “deben ser como mamá”... cocinar, corte y confesión... por supuesto, planchar. Uno de los puntos en que dividí la investigación se llama, precisamente: “Especial para chicas: operación planchado”.
LA ELEGIDA
Paula Guitelman tiene 29 años y es licenciada en Ciencias de la Comunicación, egresada de la UBA. También es titular de un espíritu inquieto, tanto que al abordar críticamente la lectura de “Billiken” seduce al lector llevándolo pacientemente de la mano por las caras más ocultas e hipócritas de un sector del periodismo argentino en los días de dictadura militar última.
Tiene razón el talentoso Christian Ferrer cuando, en el prólogo a la investigación, destaca que Paula Guitelman da vuelta las páginas de “Billiken” y no es candor o servicio pedagógico lo que encuentra, sino las marcas de una época, apenas disimuladas, más bien orgullosamente evidenciadas , y con banderas, estadísticas, consejos de comportamiento, figuritas de próceres y relatos sobre la historia del país.
Por su parte, Paula Guitelman sentencia en la introducción:
“En algún punto se podría decir que cada sociedad educa a sus niños ‘a imagen y semejanza’. Pero dicha imagen varía en cada contexto histórico-social. Durante la última dictadura existía un modelo de país a seguir, de sociedad, de sujeto. Pero a ese sujeto había que instruirlo, formarlo y, para ello, principalmente, estaban la familia y la escuela. No obstante, el sistema educativo nunca opera aislado de su contexto y nunca se vale sólo de medios propiamente escolares. He ahí donde entra ‘Billiken’ que –según dirá– ‘educa’ y ‘entretiene’...”.
Para la revista, el libro es tendencioso
y forzado
Para la vicedirectora y responsable de contenidos de la revista “Billiken”, Alejandra Becco, es “tendenciosa” la investigación de Paula Guitelman sobre las posturas de dicha publicación durante el proceso militar. Le atribuyó a la autora “forzar” los argumentos con el objetivo de justificar una posición tomada de antemano.
Becco también calificó de “ridículas” algunas afirmaciones del trabajo en cuestión: “Hay cosas que leí de ese libro que no me cierran. ¿La frase ‘guerra a las caries’ como apología de la retórica dictatorial? (se ríe). ¡Hoy por hoy la podríamos utilizar!”.
La responsable periodística de “Billiken” le endilgó a Guitelman “desconocer” la historia de la publicación en tanto “valores fundamentales como la higiene fueron defendidos desde los primeros números por su creador Costancio Vigil”.
Becco se excusó de responder sobre las motivaciones y las temáticas abordadas durante la etapa iniciada en 1976 por no haber pertenecido en esos años a la revista, aunque al respecto deslizó: “Hay que ponerse en la época, no sé cuántos medios para adultos reflejaron los tiempos que se estaban viviendo, ¿por qué se cargan las tintas sobre una publicación infantil?”. Si bien insistió en desconocer hasta qué punto llegaban las presiones, la entrevistada consideró que las revistas para chicos eran para los entonces gobernantes un género menor. Además, “¿cómo explicarle a un chico lo que es un desaparecido o una guerra civil?”, inquirió Becco.
Rechazó el cuestionamiento de la obra bajo análisis hacia la reiterada aparición que en las páginas de la revista tenía el coronel Leal, destacando que se trataba de “uno de los militares menos cuestionados, sinónimo de aventurero que hizo una expedición al Polo Sur”.
A su vez, la actual subdirectora de “Billiken” descalificó la finalidad del libro de Guitelman al que le atribuyó –dentro de la obsesión por hurgar en el pasado– querer destruir una publicación. “Si lo que se busca es cambiar, nosotros ya cambiamos –continuó Becco–. Por ejemplo, el 1 de mayo mostramos una marcha y reflexionamos sobre los derechos”. Cree también que hay un ataque a un estilo que se mantiene. “Yo puedo hacer una nota acerca de Robbie Williams, pero no sobre si se baja los pantalones. Como el chico de todos modos lo va a ver y a escuchar sus temas, apuntamos a lo que es bueno: cómo genera sus canciones, cómo empezó a cantar, qué le gusta comer”.
Y concluyó: “Las actitudes fascistas están también dentro de lo social, no son sólo de los militares”. (ABA)