El tratamiento periodístico del crimen de Nora Dalmasso en su casa de un country de Río Cuarto divide opiniones y conductas sobre la ética profesional del periodismo, pero también sobre el mercado de los medios de comunicación y sobre la doble moral en la sociedad.
Para muchos, la cobertura, plagada de intromisiones en la vida privada y de descrédito de la víctima, es un ejemplo de lo que no se debe hacer en el periodismo. Otros prefieren no pensar en eso: sólo observan que, desde que ocurrió el crimen el 27 de noviembre, la noticia ha sido la más "consumida" por el público en todo el país y... facturan en consecuencia. Ni las papeleras ni el fallo sobre la pesificación superaron a la historia de la mujer ahorcada en su casa luego de tener relaciones sexuales consentidas, mientras su esposo y sus hijos estaban de viaje.
Varias derivaciones se cruzan en una maraña que incluye prejuicios, pulsiones y negocios.
Mientras en el caso de Jack el Destripador y en las buenas novelas policiales es el misterio sobre la identidad del asesino la atracción que seduce en la realidad o en la ficción en torno de un homicidio, la persona que apretó el cuello de Nora Dalmasso ha contado con una maniobra de distracción que nunca hubiera imaginado. Por alguna razón, el crimen se ha convertido en el "hit del verano" y el público, en una boca insaciable que devora la impudorosa labor de medios y periodistas. Si la víctima tenía o no amantes, ¿quién se cree con derecho a inmiscuirse? Lo único de interés público es quién la mató. De eso se trata, o debería tratarse.
A la distancia, es fácil imaginar la presión de los enviados especiales y de los periodistas locales sobre el puñado de policías y fiscales relacionados con la investigación. En un diálogo periodístico, aun reservado con un policía o un fiscal, suelen enumerarse hipótesis y suposiciones. Cuantas menos certezas hay sobre el autor de un crimen, más vías se exploran como posibles, y la mayoría de ellas queda descartada enseguida, como la que indicaba que la muerte de Dalmasso pudo haber obedecido a un juego sexual conocido como hipoxifilia. Sus hijos lo escucharon ¡el país lo escuchó! y luego se dijo que no, que no era eso...
Por alguna razón, los medios se han creído habilitados para publicar todo, "en crudo" como se dice en la jerga, sin chequear ni cruzar con otras fuentes. Sin dar tiempo a las comprobaciones. La competencia por el título más escandaloso parece prevalecer por sobre cualquier consideración sobre la pertinencia, la privacidad o la exactitud.
Si la mitad de los atropellos que se han cometido contra los derechos de Nora Dalmasso a la imagen, a la intimidad, al honor, hubiera sucedido en una investigación sobre una persona viva, el hombre o la mujer así afectado o afectada ya hubiera demandado a los medios y se prepararía para que la Justicia le diera la razón. Pero, de algún modo, el viudo y sus hijos que son los legitimados para demandar penalmente o por daño moral a las publicaciones "invasivas" se han mostrado hasta el momento demasiado abochornados como para pensar en otro motivo de exposición pública.
La Constitución nacional garantiza el derecho a la intimidad en su artículo 19, que señala: "Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe". El Código Civil reglamenta esa cláusula.
Ese es el límite de la vida privada, zona vedada para los medios de comunicación, para la autoridad, para los moralistas, para la religión y para la curiosidad pública.
Sólo los políticos, artistas o personas que en forma voluntaria han expuesto sus asuntos privados al alcance del público contando sus romances a las revistas, por ejemplo tienen una esfera algo más reducida de reserva. Pero la tienen. Así lo fijó la Corte Suprema en 1984 al condenar a la revista "Gente" por publicar la foto del líder radical Ricardo Balbín en una sala de terapia intensiva de La Plata, con el torso y el vientre desnudos y conectado a varias sondas. La Corte sostuvo que "el lugar eminente que sin duda tiene en el régimen republicano la libertad de expresión (...) no autoriza al desconocimiento del derecho de privacidad integrante también del esquema de la ordenada libertad prometida por la Constitución mediante acciones que invadan el reducto individual, máxime cuando ello ocurre de manera incompatible con elementales sentimientos de decencia y decoro".
Sin embargo, del mismo modo que la pena de prisión no detuvo la mano que ahorcó a Nora Dalmasso, la amenaza de sanción tampoco detiene ahora a los medios ni a los periodistas que enumeraron sus amantes ante cámaras o micrófonos.
Hay algunos antecedentes en los cuales medios o periodistas del país han ingresado en terreno controversial o lisa y llanamente vedado.
Uno de ellos bastante reciente es el de la joven Karina Mujica, dirigente de la asociación Argentinos por la Memoria Completa que reclama un reconocimiento a los militares y civiles muertos por las agrupaciones guerrilleras en la década de los '70. Utilizando una cámara oculta, un periodista de América TV exhibió que la joven ejerce la prostitución en un prostíbulo de Mar del Plata. Al hacerlo, buscó desacreditarla y con ella a toda la asociación de derecha que integra. Pero ejercer la prostitución no es un delito sino una elección individual de una persona mayor de edad y con libertad para decidir. Si lo que se buscó es mostrar que tiene "doble moral"... ¿desde cuándo es un tema de interés público la doble moral de una persona que no es funcionario del Estado ni perjudica a terceros al hacerlo?
En la Argentina no existe un Código de Etica de uso generalizado entre los periodistas profesionales. Recién hace algo más de un mes que Fopea Foro de Periodismo Argentino aprobó el suyo, que circula apenas entre el centenar de asociados a esa entidad. El texto, producto de un intenso debate interno, está disponible en el sitio www.fopea.org.ar
Varios son los artículos del Código de Etica de Fopea que no han sido respetados en la cobertura que los medios incluso varios de los que se dicen "serios" han realizado sobre el asesinato de Nora Dalmasso.
Como ejemplo basta citar el "rigor y la precisión en el manejo de los datos" que exige el artículo 2. O la previsión contenida en el 5, que expresa: "el buen
gusto es un valor periodístico, por lo que la curiosidad escatológica, la estridencia innecesaria y la morbosidad son actitudes a evitar".
Pero más estrecha es la vinculación con el caso de los artículos 32 y 33 del código. El primero insta a "respetar la privacidad de las personas" y señala el límite: "Sólo cuando se viera afectado un bien o valor público por un aspecto relacionado con la intimidad de una persona, puede prevalecer el derecho a la información de los ciudadanos por sobre la privacidad de un particular". El siguiente restringe la posibilidad de referencias a la orientación sexual, la etnia y otras particularidades individuales a cuando "ello fuera indispensable para comprender la información y dicha referencia no resultara ofensiva ni discriminatoria".
Otras disposiciones exigen garantizar el principio de inocencia y respetar el derecho de las víctimas de una tragedia o de sus familiares a exponerse a la prensa o a rehusar la requisitoria periodística.
En setiembre, el veterano periodista colombiano Javier Darío Restrepo opinó en Buenos Aires ante el Congreso Nacional sobre Etica Periodística organizado por Fopea que la ética es un compromiso personal de actuar en forma correcta y que su ejercicio no puede depender de que exista una sanción prevista. El ser periodista debería implicar el compromiso con la ética propia de la profesión, como el ser médico o ingeniero lo suponen. Esto deviene de que la información es un bien social y no simple mercancía.
Además, la libertad que se han tomado medios y periodistas con la vida personal de Dalmasso, ¿significa que el periodismo argentino es tan amplio y riguroso que peca "por exceso"? Por supuesto que no.
Hay todavía muchísimos temas de indudable interés público que no ocupan titulares en los principales diarios y canales de televisión del país. Las licitaciones públicas, la omisión en el control, los daños ambientales, la injerencia indebida en la Justicia, la infancia desprotegida, las redes de prostitución infantil, la ruta de la droga, el contrabando, las maniobras de evasión impositiva de grandes conglomerados económicos y los gastos reservados merecen el silencio de muchos, un silencio que se vuelve espeluznante. Tanto, como la irresponsable vocinglería que mató cien veces a Nora Dalmasso.
El debate ya está instalado. Pero, y mientras tanto, el asesinato de Nora Dalmasso se ha convertido en un morboso "hit del verano". Para algunos, durante este tiempo el periodismo mostró su costado más frívolo e inescrupuloso; para otros, el tratamiento coincidió con la avidez del público por saber del tema.
ALICIA MILLER
amiller@rionegro.com.ar