Habla poco, escucha más. Sus cejas suelen arquearse con desgano y el movimiento denota un estado de ánimo cansino. Hay algo de máscara griega en todo ese gesto.
Esquiva las camisas con puños para gemelos. Usa trajes azules y grises muy clásicos. Y se hace el nudo de la corbata sin pretensiones de que no se afloje: una sola vuelta, nada del fanático nudo triángulo de dos giros y posibilidad de ahogo.
A la hora de afirmarse en un convencimiento, acompaña sus palabras con movimientos de ambas manos a modo de abanicos. Casi como sentenciando: "Esto es así, no le demos más vuelta a la tuerca".
Jamás se siente bien entre mucha gente. Cuando instancias así se le tornan inevitables, quisiera que los minutos pasaran a velocidad de rayo.
Siempre tiene presente una circunstancia que por razones obvias le quedó muy estampada. Fue cuando Eduardo Duhalde lo mandó a llamar para que lo acompañara en una misión que tenía más de perder que de ganar: sacar las papas del fuego que enardecía a los argentinos en aquel 2002.
Llegue de Bruselas. Me vi con Eduardo. Agarré. Comencé a armar el equipo... ¡Vade retro Satanás!... Nadie quería agarrar suele recordar Roberto Lavagna, una historia que siempre acompaña con un largo suspiro.
Ese día de Argentina incandescente comenzó a armar su capital político. A construir el poder que ahora lo coloca en la carrera por la Casa Rosada. Dura carrera. Lo sabe. No la elude
¿Que cómo es Lavagna? Una persona amable, pero fría como un témpano... Y tiene una característica que... no sé... pero permanentemente te emite señales de que no tenés derecho a hacerle perder el tiempo con boludeces dice uno de los radicales que negocia una alianza electoral con el ex ministro. Luego, resignado, remata: "¡Se imagina que para nosotros, los radicales, ese estilo es un drama... ¡Con las boludeces que hemos hecho y dicho... somos un drama!". "¿Qué vemos en él?", se pregunta a renglón seguido y se responde: "Bueno, lo que los radicales no tenemos: poder".
Cuentan quienes trabajan directamente con él, que Lavagna puede pasar horas encerrado leyendo con paciencia oriental largos informes de economía. Y de golpe llamar a alguno de sus colaboradores y simplemente decirle:
Mirá que interesante esto luego leerle ese "esto" y volver al silencio y concentración más pétreos. Acto seguido, el colaborador se pone en sintonía: pega media vuelta y se va.
De las fuentes consultadas se extrae que el peronismo de Lavagna es un peronismo suave, siempre fue suave. Ajeno a protagonismos fundados en posturas muy exigentes o extremas. Habla un ex diputado peronista que lo conoce de la militancia y que aún no sale de la sorpresa "por el punto adonde llegó Robertito".
Mire dice, meses atrás me encontré en Florida con el "Gringo" Todesca... ¿Lo tiene?... Jorge Todesca, el vice de Remes Lenicov. Lo conocemos a Lavagna de los años de militancia... El es mayor que nosotros. En los '70 Todesca asumió la militancia con fuerte compromiso y, cuando tronó todo, se fue a México. Nos acordábamos que Roberto nunca da la sensación de pertenecer a algún
"mundo" en particular, menos cuando habla de su militancia en el peronismo... No anda haciendo alharaca con ese pasado... No hay épica cuando lo recuerda y, si la hay, la expresa sin reservarse ningún rol espectacular... ¡Y mire que a nosotros los peronistas, nos cuesta ser humildes a la hora de contar qué hicimos en el pasado!... ¡Que la Resistencia, que los Montos!... ¡Que al general lo traje yo!... ¡Todos fuimos unos valientes bárbaros! recuerda un diputado nacional del PJ.
¿Pero cómo es el peronismo de Lavagna? Responde la misma fuente:
No es furioso, no es épico. A Roberto nunca lo emocionó el bombo, aunque sabe la marcha y canta. Este año la cantó en tres oportunidades, en reuniones de camaradería, como él suele llamar a las reuniones de compañeros. Sarghini, también diputado nacional, una de esas veces le dijo: "¡Vamos viejo, sumate a la marchita!". Fue en el invierno, cuando Alfonsín comenzó a agitar su candidatura. ¡Cuando los gorilas del radicalismo, que los tiene y son los más, vieron la foto en "La Nación", se infartaron! "¿Cómo vamos a votar a un peronista?", decían ¡Cruel necesidad la de los correligionarios!...
¿Cómo es el peronismo de Lavagna? pregunta "Debates" a un cafierista que lo conoció en días de universidad y aún mantiene sólida amistad con el ex ministro.
Le cambio el interés. ¿Por qué en su juventud Lavagna fue al peronismo y ahí se quedó aun con matices? Mire, hace muchos años, en una feria de Plaza Lorea compré un libro devastador con Perón... Es de Ezequiel Martínez Estrada... ¡De todo contra Perón... un mundo de descalificaciones! Pero había tres renglones en los que decía que Perón nos reveló una zona del pueblo que los argentinos ignorábamos que existía. Días después me junté con Mario Graneros, ¿lo recuerda?... ex Cónsul en San Pablo, y con Lavagna. Les comenté esa reflexión, nada nuevo, pero casi al unísono los tres dijimos: "Por eso somos peronistas"... Años después recuerdo que hablamos de una definición que del peronismo da un tipo que no tiene nada de peronista, Juan Carlos Torres, el sociólogo: "La democratización del consumo". Por esas cosas, Roberto y muchos tipos somos peronistas.
Cuentan también quienes lo tratan desde muy lejos en el tiempo que Lavagna no es hombre de enojos profundos, "desbarrancados", dicen los españoles.
En "La cara oculta de Kirchner", el periodista Walter Curia lo define así: "El ministro era probablemente el hombre de mayor prestigio del gobierno. Su estilo, por contraste, parecía repudiar el de Kirchner: Lavagna jamás pierde el control y apenas se le escuchan los pasos; sus largos años en Bruselas, casi una debilidad personal, han dejado huella en su comportamiento".
Y en relación al alejamiento de Lavagna como ministro de Economía, Walter Curia recuerda: "Kirchner confió por esos días a un hombre de confianza : '¿Viste? Al final, al 'Pálido' me lo lustré'".
Pero que Lavagna tiene su carácter, lo tiene. Entre sus ex colaboradores en Economía se recuerda el día que lo despidió a Juan Carlos del Bello como titular del INDEC. Fue una media mañana. Y con estilo cortante y gran sustanciosa economía de palabras:
¡Se va! dijo y así dio por tierra diferencias abismales que tenía con el rionegrino en materia de mediciones. Pero sin perder ese estilo aplomado que lo caracteriza, que no es sinónimo de déficit de carácter.
¿Qué lo puede enojar o llevarlo a la irritación? reflexiona uno de sus amigos más íntimos y acota No le gusta la política a nivel de chisme... cuando le llega en esos términos, ahí si se pone agrio. Ahí puede utilizar un "carajo", pero no más. Cuando el gordo López Murphy lo hostiga con el sambenito de que él le dio sentido histórico al gobierno al cual ahora se opone, Lavagna escucha. Levanta los hombros y dice:
¡Y bueno, Ricardo no miente: yo estuve en el gobierno de Kirchner!... ¿o estoy equivocado?
Un gobierno con cuyos logros en el campo de la economía el ex ministro muestra terminante lealtad.
Lucho porque se preserve lo que construyó la sociedad argentina, Duhalde, Kirchner y Lavagna. Hay que preservar la solidez macroeconómica y construir una alternativa superadora... solidez que no tuvo en 80 años dice y machaca.
¿Qué le diría a Felisa Miceli si en entrara y se sentara en esta mesa? le preguntó días pasados, almuerzo mediante, un empresario del mundo de las golosinas.
Me pararía, le daría un beso, le preguntaría por los suyos y le diría que no se enamore mucho de los precios máximos... ¡La quiero mucho a Felisa! respondió Lavagna mientras desplegaba su servilleta.
Y relaciona enojos. Cuentan que también lo pone agrio el campo cuando se queja en términos agónicos. Cuando denuncia que debido a esta o aquella política estatal, las vacas piden asilo en un país vecino, las ovejas se suicidan en masa y el agro se deja ganar por la maleza.
Lo perturba el gimoteo del campo, no niega razones a la queja, cuestiona lo llorones que se ponen se razona en los alrededores del ex ministro. Un ámbito donde aún se recuerda el verbo destemplado con el que meses atrás, en Pilar, Lavagna se refirió a las protestas de distintas organizaciones del sector primario:
¡Que formen su propio partido político! dijo. En Argentina, estemos de acuerdo o no, creo que hay un piso mínimo de coincidencias dictadas por el sentido común: nada es como abril del 2002...
En fin, apuntes sobre un "Pálido", que busca una casa color "Rosada".
El ex ministro de Economía cultiva un estilo político alejado de las
estridencias, pero con fuertes convicciones y personalidad. Su relación con Kirchner, el peronismo y los contactos con el radicalismo. Entre las pocas cosas que lo exasperan están el chisme y los "llorones" del agro.
CARLOS TORRENGO
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