| Francisco Villa, “Pancho” para la historia, saliendo de la adolescencia por aquellos días, ayudó a incorporarse a su hermana. La tomó por los hombros. –Vaya con mamá –le dijo. Luego montó. Y al paso, partió sabiendo que ya su vida mudaba. Y los mexicanos comenzarían a saber del “Centauro del Norte”, mezcla extrema de bandolero rural sumado con poder decisivo al largo tumulto que, a partir de 1910, derrotó la larga dictadura de Porfirio Díaz y dio cauce a la Revolución Mexicana . Ahora, en Buenos Aires, acaba de presentarse “Pancho Villa. Una biografía narrativa”, formidable investigación de Ignacio Taibo II, un mexicano desde los bigotes hasta la pasión con que revisa la historia más caliente de su país. El libro –Editorial Planeta– es la historia, dice su autor, de “un borracho de fama pero realmente abstemio, al que además le gustan las malteadas de fresa; al mismo tiempo toda su vida está envuelta en la leyenda. Hay treinta y siete versiones falsas sobre cada historia realmente sucedida, lo cual obliga continuamente a limpiar niebla para que el personaje pase y se construya. Hay que quitarle a la leyenda el peso mágico y devolverle el peso real. Quien tiene una leyenda se la merece pero la historia tiene que llegar a darle carne y hueso, a veces de modo crítico. La izquierda durante demasiado tiempo practicó la idolatría, convirtió en doctrina toda propuesta ideológica y operó como una iglesia católica en ascenso. Y eso pervirtió el pensamiento crítico porque impidió que vieras de la única manera realmente dialéctica un personaje: en el bien y en el mal, en el horror y en la locura, sin que desmerezca su calidad humana el hecho de pasear por las sombras y a veces mancharse. Y Villa pasea un montón al borde de las sombras. Hay debajo de él un personaje irascible, virulento y al mismo tiempo un sentido común campesino muy claro, con una lógica muy primaria. El debate moral se vuelve muy complicado; tiene que someterse a la narración de los hechos, a quiénes son, a por qué hacen lo que hacen y dejar que el lector piense. Villa es la voluntad de venganza de los desposeídos, las sociedades agraviadas y el furor que viene desde abajo. Villa está por todos lados como referencia romántica, mítica. Es la presencia a la hora del ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? Presenté el libro en Durango y tardé diez minutos en poder empezar porque la gente empezó a gritar ‘¡Viva Villa!’. Villa te protege, te sonríe. Su imagen dice cosas como ‘No le anden tocando los huevos al pueblo porque el pueblo es cabrón’”, le comenta en Buenos Aires ‘Paco’ Ignacio Taibo II a Verónica Gago, de la revista “Debate”. |