| Nadie sabe cómo está hoy conformada la sociedad argentina... ¡A no ser que está conformada por argentinos!” –dice el joven abogado que, con un máster en Sociología, funge en la usina que nutre de ideas al ministro del Interior, Aníbal Fernández. Y mientras mira a los seis granderos que bajo batuta de un inmenso sargento negro cruzan al paso Plaza de Mayo rumbo a la tumba de San Martín en la Catedral, el funcionario acota: –Aquí no sé adónde fue a parar el concepto de clase social... Tiene razón Alain Touraine cuando dice que el trastocamiento del mundo es tal que nuestras categorías de análisis de la vida social se descomponen con la rapidez de rayo... Sólo son útiles en un punto dado, pero muy breve... muy breve... Luego, en una mesa del Tortoni, el funcionario saca varias carpetas. –Mire –dice–. Cuando vía SIDE como consultoras privadas, palpamos el estado de ánimo de los argentinos, surge que como resultado de la mejora de la situación económica, el argentino vuelve a sentirse “útil”, por así decirlo... útil es una palabra que emerge constantemente en los sondeos. Un psiquiatra vinculado al grupo que edita la revista “Topía”, que dirige el psicólogo Enrique Carpintero, ayuda a determinar los alcances de “útil”. –Está referido a cierta sensación que ganó a la inmensa mayoría de los argentinos en la crudeza del 2000, 2001 y parte del 2002, un tiempo en que fue fácil llegar a la conclusión, tanto desde lo individual como de conjunto, que nada servía de nada. Fue un lapso en que la idea de futuro dejó de ser referencia... No había futuro. Un breve pero sustancioso informe de la Fundación Antea, que lidera el sociólogo Ricardo Rouvier, amplía la luz sobre el tema. Bajo el título “Crisis y Estado Anímico de la Población”, sostiene que en el marco de aquella Argentina convulsionada que arrasó con el gobierno de Fernando de la Rúa, gran parte de la sociedad se sintió impotente. Una situación “ligada directamente a la sensación de imposibilidad de hacer algo para revertir la situación reinante. Esto tiene dos niveles. Uno puramente individual, que se relaciona con los factores disposicionales de la persona que le impiden la obtención de resultados en el plano personal, y otro que plantea de qué manera las instituciones obstaculizan o facilitan el desarrollo humano”. La impotencia así definida, o sea como fenómeno social masivo manifestado en un punto dado de la historia, en este caso argentina, tiene que ver con cierta percepción de lo que es un ciudadano. “Proviene –dice el informe de Fundación Antea– de la disminución de las posibilidades de realización del sujeto social, tanto como ciudadano en relación a los poderes públicos como en relación a sus vínculos sociales más cercanos”. –Pero es evidente que la sociedad está de mejor humor que en el 2001... Es la evidencia más elocuente que hoy ofrece el país –dice un hombre que no concede nada más que críticas al gobierno de Néstor Kirchner: Ricardo López Murphy. Rodeado de termos para mate, diarios, tres celulares y montañas de papeles, acota: –La ecuación es simple: la gente tiene pesos en el bolsillo y esto ayuda... Así de sencillito... Pero la mejora de la situación de la gente tendrá su contrapartida para el gobierno. Esa gente le exigirá cada vez más mayor calidad de gestión institucional... El reclamo vendrá de la clase media, recuerde, recuerde –advierte el economista. –Clase media ¿dónde estarás como clase? ¿Cuántas clases sos? –suele ironizar Torcuato Di Tella cuando lo para por la calle alguna señora y le pregunta: –¿Cómo nos irá a la clase media si sigue Kirchner? Desde la publicación de su libro “Ensayo y error” hace ya 16 años, Manuel Mora y Araujo mantiene un convencimiento cuando habla de la sociedad argentina: “Ya no es posible entender cómo está conformada la estructura social si se piensa en sectores transversales en la estratificación social: ya no existe nada parecido a ‘clases sociales’”. Y parece seguir teniendo vigencia una reflexión contenida en esa investigación: “El viejo concepto de un corte vertical aún mantiene vigencia en dos importantes excepciones: la franja más baja, la de los marginales y extremadamente pobres; y la franja más alta, la de los afluentes, los muy ricos”. –Y en el medio, todas las clases medias que uno se pueda imaginar –ironiza Torcuato Di Tella. Pero una o varias, en la clase media Manuel Mora y Araujo encuentra hoy un bloque que presiona significativamente sobre la política. Lo dice en el marco de “Executive Forum 2006”, organizado por “El Cronista”. Mora y Araujo sostiene que la mala distribución de la riqueza que signa a la Argentina “atenta contra la competitividad” que necesita lograr el país para ser “prospero y progresista”. –La Argentina a favor de la clase media, no de los pobres. El problema argentino es que las demandas de la clase media, poco competitiva, son muy fuertes y la clase política responde y representa a ese sector. Hoy estamos subsidiando la baja competitividad argentina porque el peso político de la clase es tan alto. –¿Pero la política está dispuesta a hablar de este tema en un proceso eleccionario? –No, claro... no se ganan elecciones hablando de este asunto. Los políticos piensan en corto plazo –sostiene Mora y Araujo, uno de los formadores de opinión cuyas reflexiones sigue siempre atentamente el gobierno nacional. Pero la clase media o las clases medias no están solas en la vida argentina. El jueves, el Departamento de Investigación Institucional de la Universidad Católica Argentina (UCA) presentó un informe fundado en una encuesta a 1.500 personas de distintas áreas metropolitanas del país. Las conclusiones son varias, pero una ratifica que las causas de la exclusión social que sufren millones de argentinos siguen muy vigentes. “Disminuyó el índice de familias con déficit de ingresos, pero el índice es aún preocupante: 37 de cada 100 familias sufren la insuficiencia de recursos para tener lo necesario”, reza el trabajo. Pero en un marco de abundancia de datos, el informe de la UCA –elaborado por el economista Agustín Salvia– también hace hincapié en que los argentinos se sienten mejor que en los tormentosos comienzos de siglo. Y para demostrarlo, el informe apela a la categoría “felicidad” para desmenuzar el estado de ánimo de los consultados. Así, los “muy felices” pasaron de ser el 34% en el 2004 al 38,9% a mediados de este año. Mientras que los que se sentían sólo “felices” hace dos años eran el 60,5%, ahora el lote se remonta al 67,1%. Y también en la semana se conoció un informe elaborado por la Asociación Argentina de Marketing (AAM), la Cámara de Empresas de Investigación Social y de Mercado (CEIM) y la Sociedad Argentina de Investigaciones de Marketing y Opinión (SAIMO). El estudio demuestra lo compleja que es la estructura social argentina, pero ratifica también que hay mejoría social. Una sociedad que ya palpa las elecciones del 2007. Y que, a pesar de su desencanto con la dirigencia política, irá a votar sin mayores remilgos. Mirada italiana –¿Cree que en Argentina la política está recuperando prestigio? –le preguntó días atrás “Río Negro” al filósofo italiano Roberto Espósito, autor de un libro que presentó días pasados en Buenos Aires: “Categorías de lo impolítico”. –La política no perdió prestigio aquí, si alguien lo perdió fueron los políticos... Como lo están perdiendo en el mundo entero. Incluso los que dicen “no” a la política, defienden la política con esa actitud. –¿Por qué? –Porque decir “no” a la política es una forma más de hacer política... Ustedes están llenos de gente, nosotros también, que dice: “¡No quiero saber nada con la política!”... O sea, están haciendo política. No hay que preocuparse por ellos... –¿Cómo encontró a Argentina? –Linda, más serena... sí, sí, más tranquila... –¿Que cuándo? –Bueno... de estos años pasados... No me puedo olvidar de las imágenes que veía por televisión... de lo que leía... de lo que me comentaban mis amigos argentinos... ¡No, no, están mejor!... –¿Qué pueden tener en común un europeo y un latinoamericano a la hora de reflexionar la política, si es que hay algo en común en esa materia? Usted en su libro aborda el tema desde... –Tienen más en común de lo que podemos imaginar: aquí y allá están en crisis las categorías con las que veníamos reflexionando la política... Hay un vaciamiento de ellas. Ya no podemos predecir, con la seguridad de un pasado incluso no muy lejano... Sí, sí, de eso trato en mi libro... Todo esto a veces no se entiende muy bien... ¿Cómo reflexionar a Argentina con categorías de una década atrás? –Pero la política no se terminará... –Jamás... La política hace a la relación entre los hombres y de éstos en relación al poder... a construir y organizar poder para vivir en conjunto... |