| Primero llegaron las llamadas anónimas; luego, las amenazas de muerte, finalmente, la escolta y el exilio de su ciudad. Todo ha cambiado para Roberto Saviano desde que publicó su primer libro, en mayo pasado. Hasta entonces su vida era relativamente tranquila. Vivía en Nápoles, donde nació hace 28 años y donde estudió filosofía. Escritor y periodista, amaba recorrer las calles con su Vespa y seguir las tramas criminales. La Camorra era, y sigue siendo, su obsesión. Dedicaba su tiempo a revisar expedientes judiciales, sintonizaba por radio la emisora de la Policía para llegar al lugar del delito al mismo tiempo que los agentes. Observaba y absorbía como una esponja su entorno, la realidad de su tiempo. Una realidad que pedía ser contada. Saviano sintió la necesidad de contarla. No porque pensara cambiar el mundo, sino porque para hablar de su mundo debía hablar de la Camorra. Escribió un libro duro y lleno de rabia titulado “Gomorra”, del que se han vendido ya 300.000 ejemplares en Italia. En “Gomorra”, la experiencia del narrador es respaldada por reconstrucciones escrupulosas y datos cuyas fuentes son puntualmente citadas. Nada ha sido dejado a la imaginación. En cada página, nombres, apellidos y lugares son mencionados directamente. El libro gusta a la crítica y a los expertos, pero también a los chicos de los clanes de Nápoles, generalmente poco habituados a leer. “Lo más hermoso”, dice, “fue ver a los camellos de Secondigliano (barrio de Nápoles controlado por la Camorra) con mi libro en las manos”. Los problemas de Saviano comenzaron tras una aparición pública en Casal di Principe, considerada el corazón del poder de la Camorra y que en los noventa ostentó el record mundial de homicidios por habitante. Allí, el 23 de setiembre, Saviano participó en un acto contra la Camorra. La primera advertencia llegó de un diario local, el “Corriere di Caserta”, que comentó en un editorial que el escritor no debía haberse atrevido a hacer lo que hizo. Luego recibió llamadas anónimas y cartas amenazantes. Poco a poco percibió el aislamiento en torno a él y llegaron amenazas más privadas e inquietantes, de las que prefiere no hablar. Entonces le prestó ayuda el Departamento Antimafia, que le asignó escolta permanente. Saviano dejó Nápoles y vive en el ‘exilio’, como él mismo define su situación, en casa de unos amigos. No sale a la calle sin que lo acompañen dos policías con chalecos antibalas. Pasa sus días trabajando en el guión de la película que se hará sobre “Gomorra”. La Policía le aconseja mantenerse alejado de su ciudad al menos por un año. La entrevista es en su refugio, mientras en Nápoles se desata una nueva guerra entre camorristas y se dispara la enésima alarma por el aumento de la criminalidad mafiosa. –Estamos acostumbrados a pensar en la Mafia siciliana o en la Camorra napolitana como fenómenos lejanos y casi míticos. Su libro muestra que esos grupos criminales se cruzan con la vida de todos, no sólo en Italia, sino también en Reino Unido, Alemania o España. –El poder criminal carece de límites. España ha sido invadida por el dinero de la Camorra y no entiendo que no se preste más atención al fenómeno. Puede ser que los fiscales y los especialistas estén preocupados, pero no parece que exista entre los políticos la conciencia de que la Camorra participa en el desarrollo económico español. En los ochenta, la Camorra fue muy activa en España. El clan de los Casalesi, en concreto, invirtió mucho en la Costa del Sol y en Andalucía, donde varios hoteles y complejos turísticos se construyeron con dinero y cemento de la Camorra. –¿Qué familias están ahora activas en España y cómo llegaron ahí? –En los ochenta, en la zona de Caserta (ciudad cercana a Nápoles, controlada por la Camorra), dos clanes entraron en conflicto. Por un lado, los Bardelliniani, fieles a Antonio Bardellino, y por otro, los Casalesi, fieles a Francesco Sandokan Schiavone. Esa guerra podía seguir durante años, pero las dos familias llegaron a un acuerdo que preveía la cesión de algunos territorios. Los Casalesi dieron a la familia De Falco, del clan de los Bardelliniani, autorización para operar en Andalucía diciendo: “Ahí donde nosotros ya tenemos nuestra influencia, vosotros podéis seguir invirtiendo”. El boss Antonio Bardellino fue detenido en España y, según su expediente judicial, logró corromper a los jueces, que le pusieron en libertad al cabo de poco tiempo. Prefirió establecerse en España porque allí, en ese momento, era más fácil sobornar a los jueces. Por la misma razón había transferido a España sus actividades más arriesgadas, como el narcotráfico. Pero hay más. Raffaele Amato, boss muy poderoso del cartel de los Spagnoli, llamados así porque controlan el tráfico de cocaína desde España, conocía muy bien Barcelona y contaba en ella con grandes apoyos. El narcotráfico en las Ramblas es manejado por sudamericanos, pero muchos intermediarios, sobre todo en cocaína, son napolitanos. Según los carabineros italianos, en este momento en España está reorganizándose el clan de Secondigliano –¿Qué otras actividades tiene la Camorra en España, además del narcotráfico? –Inmobiliaria, turismo y discotecas. Parte de Tenerife ha sido construida con dinero de los Nuvoletta, una familia napolitana vinculada con la Cosa Nostra siciliana. El propio Raffaele Amato frecuentaba un conocido restaurante de Barcelona del que prefiero no mencionar el nombre. Iba allí sin que nadie lo molestara, aunque pesara sobre él una orden de detención internacional. El clan disidente de los Spagnoli también distribuye cocaína en Barcelona. Además de todo esto, hay un nuevo fenómeno que la Justicia española conoce muy bien: el tráfico de relojes Rolex. Los napolitanos controlan los robos y el tráfico de relojes Rolex en las localidades turísticas españolas. Es una microcriminalidad organizada, controlada por clanes italianos. –Hace semanas, Vladimir Putin dijo que los españoles eran corruptos y que los italianos eran mafiosos. ¿Tenía razón? –Los grandes socios de la nueva mafia rusa son los italianos. Pero ahora Italia hace esfuerzos para luchar contra las mafias cien veces superiores a las de Rusia. Y eso hay que gritárselo a Putin. –¿Cuál es la diferencia entre la Mafia siciliana y la Camorra napolitana? –La Mafia siciliana tiene una estructura piramidal y la Camorra, horizontal. Ambos sistemas se relacionan de manera distinta con el poder político. El mecanismo mafioso es sencillo y se reduce al binomio concesión-mafia. Es decir, la Mafia, a través de la política, obtiene contratos públicos (construcciones, recogida de basuras, hospitales, etcétera). La Camorra, en cambio, funciona con una lógica ultraliberal cuya esencia no es el apoyo político. Esto hace a la Camorra más flexible y más imprevisible. No puede existir en la Camorra un boss que monopolice los precios porque, si lo hace, es asesinado o detenido. Un ejemplo: Sandokan Schiavone, en un momento dado, monopolizó la usura, el precio del cemento y el precio de la leche. Fue detenido, llegaron otros capos y volvió a bajar la leche. –¿Entonces en la Camorra no pueden existir jefes como Bernardo Provenzano, jefe de la Cosa Nostra por décadas? –No, es muy difícil. Un boss que mantiene el poder hasta los 70 años y además con ese carisma... Fue muy significativo lo de Provenzano, lo pillaron en su finca. Vivía en condiciones indecentes. A Sandokan Schiavone le encontraron también en su pueblo, escondido debajo de su casa. Pero lo que tenía allí no era un sótano, sino un palacio. –No le gusta ser definido como periodista, ¿por qué? –Yo no soy periodista porque carezco de la disciplina del cronista. Soy escritor y tengo la indisciplina del narrador, y ésta fue la clave que me permitió entender ciertas cosas. El periodista tiene otros objetivos, tiene que dar la noticia y contar los detalles de lo que acaba de pasar y además debe respetar las exigencias de su editor. El narrador prescinde de todo eso. Yo iba a los lugares, más que para ver las cosas, para que ellas me miraran. Y así entendí, como narrador, que los límites de esta materia no terminaban en el barrio o en la ciudad, como a menudo creen los especialistas. Me di cuenta de que la situación que estaba observando era universal. Los sistemas económicos criminales te permiten comprender en profundidad el mecanismo económico internacional. –¿Ejercen los capos de la Camorra algún tipo de fascinación sobre usted? –La estructura criminal es mucho más importante que los individuos. Pero las personalidades sencillas tienen para mí, que soy narrador y no periodista, un valor literario enorme. Pienso en Augusto la Torre, el boss psicoanalista, que cuando habla cita a Lacan. En Giuseppe Misso, que escribió varios libros. En Luigi Volla, llamado ‘El Califa’, que adora la pintura de Botticelli. En Sandokan Schiavone, que poseía una biblioteca enorme de libros sobre Napoleón... A menudo se me ha acusado de ser víctima de su fascinación, y de alguna forma es así. Quise dejarme derrotar por el carisma de esta gente, para poder contarlo. Porque son mis mitos, los mitos del lugar donde crecí. Para entender a los capos tuve que ponerme frente al espejo, más que mirar hacia ellos. –¿Se ha obsesionado con la Camorra? –Sí. Yo creo que un escritor debe obsesionarse con cada uno de sus libros. Si hubiera elegido escribir sobre caballos habría visto músculos, tendones, figuras en velocidad y metáforas equinas por todas partes. Pero decidí contar mi época y la condición humana a través de la Camorra. Sucede que me obsesioné con estas historias porque soy víctima de ellas, porque crecí en este lugar. –El libro se publicó en mayo, pero los problemas llegaron más tarde. –La Camorra, como todas las organizaciones criminales, se despreocupa de quienes se limitan a reproducir documentos judiciales. Lo de “Gomorra” fue anómalo. Atrajo la atención del público porque cuenta la Camorra desde el punto de vista del poder y de la estructura económica, no por las acciones puramente violentas. Eso pudo molestar a los capos. Otra diferencia con anteriores libros consiste en que “Gomorra” cayó en manos de una serie de personas pertenecientes al ‘Sistema’ (como llaman a la Camorra sus afiliados) que generalmente no leen. Fue muy bello ver a los camellos del barrio de Scampia ojeando el libro. Creo que eso se debió a su fuerza literaria, porque elegí mencionar nombres y apellidos reales. –Si pudiera volver atrás, ¿escribiría otra vez “Gomorra”? –No. Y no por las amenazas, sino por todo lo que trajeron consigo: el comportamiento de los editores y de muchas personas cercanas. La solidaridad es sólo una palabra. EL ELEGIDO Roberto Saviano nació en 1979 en Nápoles, donde vivía y trabajaba hasta hace poco, cuando debió mudarse a un lugar secreto por las amenazas mafiosas. Forma parte del grupo de investigadores del Osservatorio sulla Camorra e l’illegalità y colabora con Il Manifesto y Il Corriere del Mezzogiorno. Sus cuentos y reportajes han sido publicados por Nuovi Argomenti, Lo Straniero e NazioneIn-diana.com y figuran en varias antologías como Best Off, Il meglio delle riviste letterarie italiane (Minumum Fax 2005) y Napoli comincia a Scampia (L’Ancora del Mediterraneo 2005). “Gomorra”, su primer libro, que desnuda a la mafia napolitana, es el éxito editorial del año. Fue ganador del Premio Viareggio - Opera Prima este año. Cómo funciona el “Sistema” Camorra es una palabra inexistente, utilizada por los jueces, los periodistas y los guionistas. Es una palabra que hace sonreír a los afiliados a un clan (...), que prefieren emplear el término ‘sistema’. Una palabra elocuente, un mecanismo más que estructura. • Los niños soldado. En el Nápoles de los niños soldado no es raro oír cerca de las cajas registradoras de tiendas y supermercados, afirmaciones del tipo “pertenezco al Sistema de Secondigliano” o “al Sistema de los Quartieri”. Se trata de palabras mágicas a través de las cuales los niños toman lo que quieren. • La crueldad. Raffaele Giuliano, ‘boss’ de Forcella, tuvo la despiadada voluntad de impregnar con una guindilla la hoja del cuchillo con el que apuñaló a un familiar de uno de sus enemigos, para que sufriera un dolor insoportable mientras, centímetro a centímetro, el arma entraba en la carne. • Guerra entre clanes. Dicen que la guerra en la Camorra se produce entre clanes, que se matan entre ellos, pero nadie sabe dónde está el límite entre lo que es de ellos y lo que no. Durante un conflicto, la gente intenta pasar inadvertida, reducir al mínimo su presencia. Poco maquillaje, colores neutros... • Dinero a crédito. Los clanes no son como los bancos, que cuando alguien no paga un crédito se incautan todo lo que pueden del deudor. La Camorra deja que los comerciantes morosos sigan llevando sus establecimientos y los convierte en testaferros a los que se limita a pagar un salario. • El mercado de la droga. El mecanismo de la venta de droga funciona como un reloj. Cada movimiento lleva al siguiente. Cada vez que lo veía me quedaba fascinado. Los sueldos se pagan semanalmente: 100 euros para los vigías, 500 para los cajeros, 800 para los camellos y 1.000 para quienes guardan la droga. |