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Domingo 12 de Noviembre de 2006
 
 
 
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  ENTREVISTA: NELIDA RITCHIE
  “Nos cuesta vivir en una sociedad plural, con diversidad de opiniones”
Es la primera argentina y la segunda latinoamericana en ser designada máxima autoridad de una iglesia. Dice que la sociedad argentina tiene un conflicto de poder-autoridad y que tiende más a la imposición de ideas que al consenso. El Caso López y el crecimiento de los evangélicos .
 
 

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Es la primera mujer obispo?
–Argentina. De la Iglesia Metodista de América Latina y el Caribe, la segunda. La primera fue una pastora mexicana. Fui elegida en junio de 2001.
–¿Cómo es la elección?
–Tenemos una asamblea general que se reúne cada 2 años y que está constituida por las delegaciones de las regiones. Nosotros tenemos el país dividido en 7 regiones, cada región envía pastores y laicos, es más alto el número de laicos que de pastores a esa asamblea que fija la política y las líneas de trabajo programáticas de la Iglesia durante el bienio y, a la vez, cada 4 años elige quiénes dirigen las regiones y el país. Las regiones están supervisadas por lo que llamamos superintendentes que también son electos en esas asambleas y el episcopado, obispo mujer o varón, también es electo cada 4 años.
–¿Usted fue electa por voto directo?
–Es voto directo. Tenemos que tener una mayoría absoluta, eso significa más de dos tercios.
–¿Cómo ha asumido esta responsabilidad en un medio habitualmente dominado por los hombres?
–Esa es una pregunta habitual. Primero, no fui elegida obispo por ser mujer, sino por ser pastora de la Iglesia con 30 años de trabajo y ministerio en la Iglesia Metodista.Es cierto, vivimos en una sociedad muy patriarcal, los ámbitos religiosos no escapan de eso, al contrario, a veces dentro de los ámbitos religiosos se siguen enmarcando estas cuestiones así tan machistas, pero quiero decir que en este momento los 5 superintendentes que están colaborando en la tarea son varones y tenemos un trabajo de equipo totalmente democrático. Hay cuestiones que son difíciles de modificar. Con los años uno va aprendiendo qué cosas son importante sostener como banderas a las que no debe uno nunca renunciar y qué cosas son para acordar. Tampoco creo en la cuestión de la competencia ni en ése ni en ningún ámbito.
–¿Qué banderas son a las que no está dispuesta a renunciar?
–Por ejemplo la subordinación de uno a otro, o sea de la mujer al varón, del pobre al rico, sea de un sector de la sociedad a otro, de los poderes hacia al pueblo. Me parece que hay una cuestión de dignidad de las personas a las cuales uno nunca puede renunciar.
–¿Considera que estamos en una momento donde hay una grave crisis de los valores?
–Creo que tenemos crisis de valores hace mucho tiempo. Tal vez ahora es más evidente, se visualiza más.
–¿Por qué estamos en esta situación?
–No creo que haya una razón única. Pero me parece que sí hay cuestiones que se van agudizando. Nosotros, como sociedad argentina, estamos teniendo un serio conflicto con el tema poder-autoridad. Creo que todavía no se ha trabajado suficientemente en el país y, por lo tanto, tampoco en las instituciones, todo el concepto de lo que es la autoridad que necesitamos. Entonces, pasamos de un autoritarismo a una sociedad muy permisiva o a modos de operar muy permisivos, cuando en realidad una autoridad que beneficie a la gente, o sea el uso, entre comillas, del poder para el servicio, beneficia a todos. Me parece que siempre andamos como en este péndulo.
–¿Y hoy usted ve abuso de poder de quienes lo detentan?
–Siempre está el riesgo. Por eso, me parece que en ese sentido las iglesias, en general, debemos ser muy cuidadosas, porque ahí tenemos una tarea docente, de acompañamiento muy importante. También tenemos que tener una cierta distancia de los espacios de los poderes para ser más críticos, pero una crítica constructiva. En ese sentido, creo que como sociedad argentina hemos ganado mucho en todo este proceso; los años de la democracia nos han ayudado a reconocer todas las falencias del pasado, en especial en algunos campos, como el de los derechos humanos y demás, pero tampoco podemos decir que los derechos humanos son totalmente respetados si hay hambre, pobreza, si no hay trabajo. Los derechos humanos incluyen todo eso, entonces, tener una distancia crítica del poder es un rol que debe tener la Iglesia y las instituciones en general.
–¿La Iglesia debe intervenir en política?
–Depende de qué concepto. Todos somos ciudadanos políticos, somos seres políticos. Toda persona participa en la vida de su comunidad, de su barrio, del club, de la Iglesia y tiene posiciones, decisiones y acciones que hacen política y creo que de esto no debemos estar ausentes. Otra cosa es la política partidaria. En ese sentido, nosotros alentamos a la gente a que participe, lo que no creemos es hacer un partido de determinado grupo, como si todos somos evangélicos va ser el mejor partido político; lo que uno debe intentar, proponer o incentivar a la participación de lo diverso, de la pluralidad. La sociedad argentina no está muy acostumbrada a trabajar pluralmente, más bien a imponer verdades o pensamientos únicos, y creo que es un desafío lo de la pluralidad, porque con los demás podemos aprender, crecer y aun reafirmar nuestra propia identidad.
–Está todo muy confuso en la Argentina.
–Creo que tenemos situaciones confusas y hay sectores que confunden más. No siempre ayudamos a esclarecer cosas. Creo que todos los que estamos en ámbitos dirigenciales, de conducción o de comunicación tenemos una gran responsabilidad de transmitir aquello que creemos es lo más certero y no agregar confusión a la que ya existe.
–¿Qué sectores confunden?
–Los medios de comunicación a veces no comunican, hacen apreciaciones que uno dice, bueno, un medio de comunicación que me dice eso no está comunicando, está dando una opinión. Sé de locutores que se convierten en politólogos, en sociólogos, en analistas, cuando escucho un analista escucho un analista, cuando escucho a alguien que me transmite una información debo escuchar la información y permitir a las personas hacer el análisis de la información. A veces, en el intento de transmitir algo, se pone tanto de uno mismo que se condiciona el pensamiento del otro, y lo digo también en el ámbito de las iglesias. Uno puede tener una opinión, pero debe poder decir: esto es lo que yo opino o ésta es nuestra posición, para que la otra persona tenga la capacidad de analizarla y de decidir.
–¿Cómo viven la desaparición de Julio López, como Iglesia que participa del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos?
–Es un tema muy doloroso, porque retrotrae a etapas que uno pensaba ya superadas. Nosotros, en Capital Federal, tuvimos una liturgia ecuménica, que nos parece que es la manera en que podemos decir no solamente que estamos en contra de estas acciones, que ya pensamos desterradas de nuestro país, sino que también estamos exigiendo la investigación y orando todos por la aparición con vida.
–¿Cree que la desaparición está relacionada con los juicios que se vienen contra otros represores?
–Es lo que parece ser. Evidentemente acá hay situaciones que no todos quisieran que se aclaren. Los datos nos dicen eso. Los hechos nos dicen que una persona que atestiguó en un juicio, que además abre la puerta a muchos juicios más, y con un tipo de sentencia como la que se dio... es como muy sospechoso que esta persona no aparezca, no nos parece una casualidad.
–¿Por qué es tan difícil construir consensos en la Argentina?
–Tal vez por lo que decía antes. Primero, nos cuesta mucho vivir en una sociedad plural, con diversidad de opiniones. Y además porque es como que necesitamos tanto tener la razón y que la verdad sea la que yo proclamo, entonces lo que dice el otro lo descalifico, incluso antes de escucharlo. Y esto no es de ahora, tenemos toda una historia, una historia como continente. Acá nadie le preguntó al pueblo aborigen si estaba de acuerdo con que llegaran otros, se impuso. Este modo de imponer marca la construcción de una sociedad. Y creo que se tiene que ir modificando de cosas muy pequeñas a cosas más grandes. Pero me parece que la búsqueda de consensos es un desafío y todavía nos cuesta muchísimo.
–¿Pero observa algunos avances en esa dirección?
–Soy una persona que mira muy positivamente el proceso de la juventud. No creo que la juventud no se interese. Me parece que la juventud es muy maltratada por nuestra sociedad en general, ese maltrato que te mimo y te cacheteo a la vez, que no hay cosa mejor que ser joven, pero como joven no tenés ninguna oportunidad. Dos mensajes tan contrapuestos, pero dentro de eso hay una generación que está pensando, que es muy solidaria. Lo que pasa es que como eso no vende tampoco no se conoce tanto, pero hay muchos ejemplos en todo el país. Y es importante que quienes somos adultos podamos tener una mirada de acompañamiento, de poder reforzar esta búsqueda de otros estilos, otros modos de relacionar. No reducir la democracia a voy, voto y me desentiendo, sino cómo ser protagonistas de procesos. Creo que ahí empieza a edificarse también el consenso.
–Hoy se aplica el criterio, tengo mayoría e impongo mis decisiones.
–El tema es ése, cuando uso en cualquier modo la cuestión de impongo: impongo lo que creo, lo que quiero, lo que deseo, mi verdad es la única. Me parece que ese modelo de imposición al final destruye a la propia democracia.

LA ELEGIDA

Nélida Ritchie es chubutense y obispo de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina desde junio 2001. Nació en Dolavon, Chubut, en enero 1946, pero creció en Gaiman, donde cursó la primaria y en Trelew, donde completó la secundaria egresando en 1963 del Colegio Nacional de Trelew como Maestra Normal. Continuó formándose en Neuquén, en la carrera de Servicio Social en la Universidad del Comahue, mientras trabajaba participando en tareas barriales en esa ciudad durante los años 68 a 70.
En 1973 ingresó al Instituto Superior de Estudios Teológicos (Isedet). En 1976 participa del programa de intercambio con el Seminario Bíblico de Costa Rica, regresando a Buenos Aires en el año 1977 donde culmina sus estudios en Teología. El primer nombramiento pastoral de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina lo recibió en el año 1978, en Salta , luego en Córdoba y Rosario. Volvió a la Patagonia y estaba como pastora en una iglesia en el centro de Córdoba, cuando fue electa obispo en el 2001. Paralelo a su trabajo pastoral, trabajó en el campo de la Educación Cristiana en la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana (Celadec). En 1989 recibió una beca al Colegio de Misión en el Selly Oak College en Birmingham (Inglaterra) donde permaneció casi un año. En 1989 fue designada al Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). En junio del 2001 fue designada por la Asamblea General de la IEMA como obispo por 4 años. Es la segunda mujer en acceder al cargo en Latinoamérica.
 La Iglesia Metodista está desde hace 170 años en el país. Además del trabajo pastoral y social en distintas provincias, integra desde 1976 el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, junto a otras congregaciones.

“La Iglesia debe ser una comunidad inclusiva”

–¿Cómo evalúa usted el crecimiento de las iglesias evangélicas?, porque hubo como una explosión en los últimos años.
–Es cierto, en especial, de algunas iglesias evangélicas que tienen un estilo tal vez de mayor acercamiento a las necesidades de la gente, tal vez de mayor proselitismo. Me parece que las razones son muchas, pero evidentemente la gente va adonde responden a sus necesidades y esto nos cuestiona a quienes, de pronto, no trabajamos en ese sentido, que no crecemos tan explosivamente a ver si estamos atentos a lo que la gente necesita. Aunque tampoco sea la función de la Iglesia responder a todas las necesidades, pero sí, por lo menos, escucharlas.
–¿Por qué se da el fenómeno de las iglesias electrónicas?
–No todas las iglesias evangélicas son electrónicas. Las iglesias electrónicas son un proyecto muy claro que llegó desde Estados Unidos, cuando se descubre toda esta influencia de los medios de comunicación, especialmente, de la televisión en los hogares. Es un servicio religioso a domicilio, un ‘delivery’ religioso; lo digo medio en broma, pero en realidad quiebra con el sentido de lo que es la Iglesia, que es la comunidad que se reúne. Una iglesia electrónica no te propone eso, te propone la solución en casa. La iglesia siempre debe ser así: nació como el encuentro de la gente y no el encuentro de ideologías, sino de personas que no siempre pensamos igual, pero que nos necesitamos.
–¿Ahora hay debate en las iglesias?
–En nuestro caso intentamos que sea lo más democrática posible, por eso, pasa todo por asambleas y elecciones. Inclusive no tenemos el concepto de que hay alguien que define, decide, no tenemos documentos oficiales que se apliquen, tenemos documentos que se discuten.
–¿La Iglesia tiene una autocrítica que hacerse?
–Seguramente que sí, muchas.
–¿Cual sería para usted?
–En nuestro caso, creo que tenemos que poder estar más atentos a las necesidades de la gente, poder llegar en un lenguaje más sencillo, poder acercarnos a las necesidades concretas, no las que uno siente, sino las que la propia gente, las comunidades sienten. Tenemos que hacer todo el esfuerzo de ser comunidades que contienen, en medio de una sociedad que es violenta, que desconoce, que anula, que de pronto excluye. Creo que el desafío más grande de la Iglesia en este momento es ser una comunidad inclusiva.

 

   
Jorge Villalobos
Agencia Neuquén
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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