| | Angel Soto trabajaba en negro como chofer del Expreso Sarita de Santa Fe. No tenía el carnet habilitante nacional. El domingo 8 de octubre salió de su casa para hacer un viaje más. El lunes tenía que entregar una carga de cueros en Las Toscas.
Los alumnos del colegio Ecos, de Villa crespo en la Capital Federal, venían de Quitilipi en el Chaco en un ómnibus de la empresa Godoy. Volvían luego de una tarea solidaria en la escuela rural que desde hace diez años apadrinaban.
A las diez de la noche en el kilómetro 650 de la ruta 11, en el paraje 213, cerca de Las Margaritas, en el norte santafesino, se produce el encuentro fatal –de frente– entre el camión y el colectivo doble piso. Doce muertos, cuarenta heridos.
Angel Soto paró a ver el partido River-Boca y dicen que habría bebido varias cervezas. “El camión venía zigzagueando por la ruta y a gran velocidad”... “El chofer debía estar borracho o dormido”, dijeron los testigos. Tenía mucho alcohol en sangre, dijeron los primeros exámenes.
Las estadísticas dicen que en Argentina el transporte de cargas interviene en el doble de cantidad de accidentes que en otros países, que en el 60 % de los accidentes el factor humano es responsable y que en la mayoría de estos casos el consumo de alcohol es protagonista.
Los choferes de camiones y colectivos son obligados a cumplir horarios que les significan ir a más velocidad que la permitida. No se cumplen las horas de descanso entre viajes y no hay controles para los tacómetros adulterados que mienten sobre horarios y velocidades.
Manejar hasta 18 horas y descansar sólo 3 ó 4 no es una cuestión de gusto, los incentivos salariales determinan que “cuanto más viajas, más ganas”. Para sostenerse son comunes desde los energizantes hasta la aspirina plus, los que se consiguen al costado de cualquier ruta.
El camionero Moyano recibió del Estado argentino más de 260 millones de pesos en el último año para capacitación de choferes. El juez federal Sergio Torres está investigando los usos y destinos de estos fondos. El chofer en negro Angel Soto probablemente murió ignorando qué parte de estos fondos estaban dirigidos a él.
En un instante la metamorfosis, de la vida a la muerte, de la velocidad a los hierros retorcidos, de la alegría estudiantil a los cuerpos tirados en la ruta, de joven trabajador a responsable de tantas muertes y de la suya propia.
En ese paraje se encontraron en un instante la pobreza, la falta de controles, la oscuridad, el alcohol, la corrupción y quizás una dosis de fatalidad. Entre todos confluyeron para forzar esa abrupta metamorfosis no deseada. |
Luis Di Giacomo
