| Curiosamente, en la nota de esa serie publicada y en la que Martínez difundió la referida acta –edición del 7 de octubre de 1984, precisamente–, también narró un tercer parto de Juana Sosa que, con algunas modificaciones, incluyó en su novela. Dice así: “El tercer hijo de Juana y Mario tuvo la fortuna de nacer muerto. Era enclenque y verdoso. En vez de ojos, padecía de dos huevos negros, sin párpados. A Juana le dijeron que había parido una tenia solitaria, y la tía Honoria jamás quiso revelar dónde estaba enterrado aquel feto maligno. ‘Sólo supimos que lo dejó bajo un árbol y que las raíces se infectaron’, contaría Francisca medio siglo después. La misma noche del parto, Mario Tomás tuvo el presentimiento de que alguien les estaba haciendo un maleficio. ‘Aquí ya no podemos quedarnos’, decidió. ‘Voy a juntar el ganado y a llevármelo para el sur’”. Para cuando se publicó esa novela, mi vieja intriga sobre la existencia o no de un tercer hijo de Perón ya la tenía develada. Supe que ese hijo efectivamente había nacido y sólo una enfermedad lo abatió nueve meses después. Más tarde –cuando escribía para el diario “La Nación”– publiqué una nota en el suplemento dominical ‘Enfoques’ con los datos notariales inscriptos en la ciudad de La Plata que demostraban que los padres de Perón tuvieron sus únicos bienes inmobiliarios bonaerenses –ocho terre- nos y una casa– sólo en Roque Pérez, ex Saladillo. Martínez acompañó mi nota con una breve columna que envió desde los Estados Unidos y en la que admitía que algunos de mis hurgamientos eran novedosos y podían estar más cerca de la verdad de los que él había indagado en 1974. Le hablé a Nueva Jersey para preguntarle el origen de su versión sobre el tercer hijo de Juana Sosa nacido muerto, según su novela. Me aseguró que era una dato de ficción, propio de una novela. “Tomás, el chico existió pero murió enfermo”, le aseguré con el ingenuo afán de sorprenderlo. Es cierto que sólo un reducido círculo de los peronólogos de Lobos hace un tiempo conocen el dato, que no se ha divulgado (Roberto Roselli y Marcelo Rasquetti). LA INCOGNITA DEL HOMBRE ¿Qué tienen de impiadosas las actas que se refieren al pequeño Alberto Domingo para que no se hayan incorporado a la biografía del notorio hermano? ¿Por qué quedaron sepultadas por el silencio durante tantas décadas? Es un misterio. El bebé no mejoró en la noche del bautismo y el médico Julio P. Casanova nada pudo hacer. Alberto Domingo Perón murió al día siguiente a las 4:30 de la tarde. Lo abatió una bronconeumonía, según el certificado que extendió el mismo médico y se archivó con el acta de defunción. La breve y amortajada biografía del tercero y desconocido hermano de Perón arranca con el acta de nacimiento que lleva el número 365 del libro de 1898 del 15 de agosto de ese año. La suscribió Rafael E. Azevedo, jefe del Registro, y el denunciante fue el amigo de la familia Juan B. Torres –de 31 años, casado– que consignó que la criatura nació el día 13. Daba el nombre elegido, sin datos de la paternidad y la aclaración de que era “hijo ilegítimo”. Uno de los testigos fue el prestigioso hombre de Lobos y tierras también en Roque Pérez, Eulogio del Mármol, entonces de 22 años. Era hermano de Candelari del Mármol, la que quedó eternizada por la sobreviviente estancia de Lobos La Candelaria, un castillo normando a todo lujo para turismo cinco estrellas, sin duda, el más suntuoso de toda la provincia de Buenos Aires. También firmaba aquella acta, el testigo Florencio Ferrarazo. LA VERDAD DE LAS ACTAS El padre de la criatura, como hizo con el primer hijo, Avelino Mario, asumió legalmente su paternidad (en aquel caso, inscripto como Sosa). Por acta número 439 también de Lobos y ante el mismo funcionario Azevedo, el 25 de setiembre del mismo año 1898, Mario Tomás Perón, ya de 31 años, hijo de Tomás Perón y Dominga Dutey, “reconoció como su hijo natural a Alberto Domingo N. nacido en este pueblo...”. Además de Torres, testificó Juan B. Subigaray. Finalmente, el acta de fallecimiento del poco conocido u olvidado hermano de Juan Domingo lleva el número 114, folio 57 vuelta, tomo primero de 1899. Labrado por el jefe del registro Rafael E. Azevedo, el documento fue suscripto en el mediodía del 11 de mayo, hora en que se presentó el fiel amigo de Mario Tomás, Juan B. Torres, para denunciar la dolorosa novedad. Dijo que “en el día de ayer, a las cuatro y treinta pasado meridiano, falleció en el cuartel primero, Alberto Domingo Perón de bronconeumonía, según...”. Aclaraba el sexo y la edad –nueve meses– y la paternidad “de Don Mario Perón, de treinta y un años, argentino, soltero, domiciliado en el cuartel primero”. Los testigos fueron Antonio José A. Zaccaro, de 23 años, y Antonio Pigazzi hijo. Vecinos. La historia de Perón ya está escrita, con omisiones claro; sin embargo puede reescribirse con verdades no develadas pero aún insepultas. |