| Gente viviendo en la zona de Piedra del Aguila hace 10.000 años. Explotación de minas de sal en el norte neuquino en el siglo XVI, con exportaciones a Chile. Poblaciones indígenas que abastecen y a veces hasta protegen a Carmen de Patagones hasta bien entrado el 1800. Colonos galeses que conviven pacíficamente con los tehuelches. Cambios y migraciones constantes hasta el siglo XX. Tras la campaña militar de Roca, exclusión política de la vida nacional hasta la década del ’50 pero una activa vida política municipal, con disputas entre elites, a veces violentas, y diversas formas de resistencia, abiertas y solapadas, de los sectores populares. Son algunas de las postales históricas que conforman el reciente trabajo que realizaron más de 21 investigadores patagónicos en un libro reciente “Hecho en Patagonia” y que busca dar una perspectiva diferente y propia de la historia regional, barriendo algunos preconceptos de la historiografía nacional. “Debates” dialogó con cuatro de ellos: Susana Bandieri, Graciela Blanco, Lisandro Gallucci y Joaquín Perren sobre el texto. –La visión tradicional muestra la Patagonia como un espacio vacío con poblaciones aisladas que viene a “llenarse”, y en el trabajo de ustedes se habla de una gran movilidad de poblaciones, de una zona abierta desde los principios de la historia, desde Chile hasta la zona pampeana . –Susana Bandieri. Nuestro trabajo pretende cambiar la visión tradicional de la historiografía nacional, según la cual, la Patagonia fue ocupada desde el Atlántico, tanto por gente como por ganado. Una visión que tiene el mismo sentido de la campaña del general Julio A. Roca, que avanza sobre “espacios vacíos” desde la Pampa Húmeda. Nuestro enfoque ve un poblamiento diferente, mucho contacto con el sur de Chile, pese a los intentos de fijar límites tanto de los Estados de Chile como de Argentina. Un contacto con el área del Pacífico, de gran dinámica y colonizaciones de lo más diversas. –Del trabajo se deduce que las relaciones de frontera fueron conflictivas; había malones pero también comercio, intercambio, relaciones políticas, sociales, culturales... –SB. Carmen de Patagones se funda en 1779, es decir a fines del siglo XVIII, antes del proceso revolucionario de mayo, como una medida de los Borbones para consolidar su dominio sobre todo el territorio. Sin embargo, Patagones no sobrevive de Buenos Aires, porque la capital está en permanente conflicto después de 1810. Sobrevive de la producción del ganado que hacen las poblaciones indígenas. Lo mismo va a ocurrir después con los galeses, que incluso hicieron una presentación oficial durante la mal llamada “Campaña del desierto” (no había vacío de civilización). Los galeses aprenden de los tehuelches a montar, a usar la boleadoras, alimentarse del guanaco. Tienen una amistad muy estrecha con estos indígenas pacíficos que les enseñan a sobrevivir en un medio hostil . Es decir, existe el conflicto, pero también una convivencia compleja. La frontera interna es una línea difusa, una diferencia intercultural entre dos pueblos, pero muy permeable a cada lado de la frontera. –No cuadra con la visión tradicional de la Patagonia, por ejemplo, que durante la colonia algunas tolderías fueran verdaderos talleres textiles, donde se fabricaban 60.000 ponchos anuales para “exportar”. –SB. La producción de poncho “pampa” es importante. Se hacen ferias de poncho en Luján desde 1740 y la Norpatagonia está inserta en el comercio textil. Más adelante, el comercio de quillango y plumas de avestruz que realizan las colonias galesas es muy importante, que son bienes surtidos por los indígenas. La actividad ganadera es más compleja, pero hay dos modelos. Primero las grandes estancias con inversiones; se decía inglesas y se las incluía en el paquete de inversiones inglesas en el Río de la Plata. Nosotros descubrimos que son inglesas, chilenas y germánicas de capitales ya radicados tanto en Patagonia como Punta Arenas o Valdivia y Puerto Montt, inversiones que abarcan los dos oceános. Por otro, crianceros de las áreas marginales: Línea Sur rionegrina, noroeste de Neuquén, que dependen de la intermediación para colocar sus productos con mecanismos vigentes como el trueque o el “adelanto de producción”. –En el primer trabajo, se señala a Neuquén o “el triángulo”, como se la llama, como un “nudo de comunicaciones” bioceánico desde el principio de la historia –Graciela Blanco. Sobre todo hasta las décadas de 1930-1940, distintos enfoques de investigación sobre Patagonia están demostrando tanto desde lo económico como desde lo político y social una supervivencia de esos vínculos hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando se realiza paulatinamente una reorientación hacia el Atlántico de todos los que pueblan y producen a lo largo de la cordillera, en aquellos momentos en que el Estado nacional comienza a afirmarse. En la crisis del ’30 y luego con el peronismo, se van a poner vallas en la frontera, a marcar límites por la necesidad de reorganizar y consolidar el mercado interno tanto en Chile como en Argentina y la presencia del Estado en el conjunto del territorio. –¿Allí es donde se da una reconversión de varias zonas? –GB. En las áreas de la cordillera uno ve que tanto los pequeños como grandes productores tienen una estrecha vinculación al mercado chileno. A partir de esta ruptura los grandes productores se reorientan paulatinamente desde el ’30 mejorando su producción para competir y enviar al Atlántico. Y los pequeños tienen que hacer lo mismo, pero no lo pueden hacer de manera directa sino a través de intermediarios regionales: almacenes de ramos generales, acopiadores, boliches, etc. –El libro menciona el caso de Bariloche, que pasa a ser de centro agrícola-ganadero a centro turístico internacional... –GB. Tiene que ver con cuestiones políticas a nivel local pero sobre todo con una política nacional de la creación de parques nacionales, de infraestructura de caminos, de comunicaciones, Gendarmería Nacional, etc. –SB. El Estado nacional venía penetrando de diversas formas en Patagonia a fines de siglo XIX, pero esta penetración es bastante más débil de lo que inicialmente creíamos y recién se hace más fuerte entre 1930 y 1945, donde hay toda una movida para reorientar el funcionamiento de la región hasta el momento vinculada, en las áreas andinas, al Pacífico. El caso Bariloche es característico. Un artículo del libro, hecho por Laura Méndez, muestra cómo se transforma una aldea pastoril vinculada a Puerto Montt, en Chile, en un centro turístico internacional. Eso implica crear Parques Nacionales, un proyecto arquitectónico que la transforma en una “Suiza argentina”, todo muy manejado desde el Estado nacional. Eso se completa con la construcción del puente carretero en el ’34 y ’35 para unir Neuquén con Cipolletti, la concreción del ferrocarril Viedma-Bariloche, trabado en Jacobacci en 1912, que recién en el ’34 llega a Bariloche. –GB. No hay que ver sólo cómo el Estado nacional, en qué momento y a través de qué mecanismo va penetrando en esta sociedad sino, al mismo tiempo, cómo esta sociedad local se va gestando, cómo se organiza polí- ticamente y se va acomodando o resistiendo a esa relación. –¿Hay aspectos homogéneos o comunes en la política entre las provincias patagónicas? –Lisandro Gallucci. En el campo de las prácticas políticas, en cada espacio local hay características propias, que tienen que ver con características de la población, tradiciones políticas, etc. Pero más allá de eso, se ven las mismas características: todos territorios nacionales que por casi 70 años estuvieron excluidos de la arena política nacional, a diferencia de lo que dice gran parte de la historiografía argentina, que en 1912 se nacionaliza la democracia de masas. Hasta la década del ’50, la gente de los territorios no votaba en elecciones nacionales, no elegían a los gobernadores de su territorio ni tenían representantes parlamentarios, simplemente tenían derecho a elegir a autoridades locales. Son diferentes las trayectorias locales, en espacios como Zapala o Neuquén, en un territorio como el neuquino, que comunas como Comodoro Rivadavia, donde hay un actor dominante de la vida política local como la empresa estatal YPF, que tiene una voluntad de intervenir en la política comunal, incluso sobre quiénes se van a presentar para ese gobierno. –SB. Esta particular formación de territorios nacionales también aviva conflictos interjurisdiccionales, que generan problemas. Por ejemplo, un gobernador designado desde el Ejecutivo nacional, un juez letrado que depende de la Justicia nacional, frente a ellos un municipio cuya autoridad se elige localmente un juez de paz elegido localmente y democráticamente. La perduración de más de 70 años de esta política de territorios genera una tensión continua entre municipio y territorio. –El hecho de que no hubiera política nacional no implica que no hubiera política. –Joaquín Perren. Hay política muy intensa a nivel local. Lo interesante es que ésta tampoco está monopolizada por las elites de cada región, por aquellos personajes que hoy tienen nombre de calles en cada ciudad. También hay una serie de sectores populares o subalternos, menos visibles en la época porque no podían influir en la prensa o disputar cargos en el concejo municipal , pero intervienen en movilizaciones públicas, en elecciones. No necesariamente organizados –Si no lo hacían por la vía formal, ¿cómo se daba? –JP. Tuvieron un repertorio de formas cotidianas de resistencia ante este avance del Estado nacional y el accionar de las elites locales. En una población rural, esparcida, no hay formas organizadas como sindicatos o herramientas como la huelga, como en Buenos Aires o Córdoba, un abanico que va desde pequeños robos de ganado para la supervivencia a huir del servicio militar, que no enfrentan directamente a la autoridad sino de manera cotidiana, solapada, casi invisible. La política en Neuquén y Río Negro –¿Cómo fue la política neuquina en la época territorial? –LG. Hasta la década del 30 se desenvuelve en torno a problemas de sectores de la elite disputan espacios políticos. La aparición de las filiales de partidos nacionales como la UCR, fundado a fines del siglo XIX, es bastante tardía en el caso neuquino: sus primeros éxitos electorales son recién en el ’20. Hasta entonces, la vida política está organizada en torno a formaciones políticas locales: nombres como Unión Vecinal, Unión Comunal, dirigidos por médicos, periodistas, procuradores, elites que buscan dirimir el acceso al gobierno municipal, el único electivo. –¿Son duras las disputas? –LG. A veces violentas, como en la muerte de Chaneton, atribuida a su actividad de denun-cia sobre el accionar del gobierno neuquino frente a los sucesos de la matanza de presos en Sainuco, en 1916. Los sectores dominantes no están consolidados, no hay estructuras formales como los partidos que canalicen estas disputas. –¿Y en Río Negro? –LG. Aquí todavía falta avanzar mucho en la historia política, en Neuquén se ha estudiando mucho más. En términos muy generales son visibles una vida política bastante más volcada a la dinámica política de los centros urbanos del litoral platense como Buenos Aires y Bahía Blanca, por la proximidad geográfica. Se da una presencia temprana del socialismo, del radicalismo. Ya para la década del ’30 la UCR organiza convenciones de todo el territorio, por ejemplo. En Neuquén hasta el ’40, funcionan sólo dos consejos municipales, Neuquén y Zapala. Por características históricas su vida política está más volcada adentro del territorio que afuera; en Río Negro es diferente. –SB. Otra es la formación de elites regionales en Viedma, Bariloche y el Alto Valle, con distintas características y vinculaciones a nivel nacional, con pujas políticas entre centros de poder locales que se mantienen hasta hoy. LOS ELEGIDOS Los investigadores reporteados pertenecen al Centro de Estudios de Historia Regional (Cehir). Se conforman en 1996 como grupo de investigación y estudio en la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue. Sus integrantes desarrollan proyectos de investigación centrados en la temática regional, en una concepción abierta del sistema regional, para “llenar algunos vacíos, baches de conocimiento” serios en la historia regional, señalan. El primer proyecto del grupo fue una investigación sobre el mercado de tierras en Neuquén, con documentación de Catastro, para investigar cómo fue el proceso de privatización de las tierras en Neuquén y los actores sociales implicados. Luego realizó un trabajo sobre la cordillera como espacio social, de allí sale un libro, “Cruzando la Cordillera: la frontera argentino-chilena como espacio social”, realizado por investigadores no sólo de la UNC sino de otros centros patagónicos. El tercer volumen y más reciente es “Hecho en Patagonia: la historia en perspectiva regional”, publicado este año por la Editorial la UNC y que es resultado de un segundo programa que implicó a 21 investigadores y becarios de varios centros patagónicos de estudios históricos. Entre ellos a distintos asentamientos de la UNC, de la Patagonia Austral, de la Patagonia San Juan Bosco y del Centro Patagónico Cenpat del Conicet en Puerto Madryn. Son 19 artículos, divididos en tres secciones que representan otros tantos proyectos. La primera “Las relaciones inter/intra étnicas en los territorios meridionales de América del Sur”, dirigido por Gladys Varela, tiene 5 trabajos “donde juega la historia indígena junto la del hombre blanco, no que la historia indígena sea la mera introducción de la historia de los sectores dominantes”, señalan. La segunda parte del libro: “Actividades económicas y organización social del espacio patagónico”, dirigida por Susana Bandieri, incluye 8 artículos centrados en las actividades económicas y la organización social del espacio, que tiene que ver con el desarrollo de actividades productivas y “muestra de qué manera se relaciona eso con el poblamiento de la Patagonia, saliéndose de las clásicas historias provinciales”, explica el grupo. El último proyecto, “Territorios, identidades, prácticas y configuración de poder”, reúne 4 trabajos sobre la construcción de la política regional y la configuración del poder, a cargo de María Elba Argeri y Graciela Blanco. |