| Cómo repercuten las desigualdades educativas en el fracaso escolar? –Es difícil pensar una escuela que pueda incluir en una sociedad excluyente. De hecho, la escuela tiene un mandato de inclusión, pero se enfrenta con muchos problemas porque se encuentra con muchas dimensiones de la exclusión social que obviamente tiñen las prácticas escolares. Sin embargo, cuando uno recorre las escuelas, las prácticas cotidianas de los docentes, se da cuenta de que bajo ciertas condiciones, con mucho esfuerzo y mucha profesionalidad, los docentes logran superar algunos destinos de fracaso escolar que a los alumnos les estarían esperando según su origen social. Lo que hace de alguna manera el maestro es desmarcar estas marcas originales del alumno y permitirle imaginar otros horizontes futuros. –¿Hay distintas desigualdades educativas? –Sí, hay desigualdades materiales que tienen que ver básicamente con las condiciones de vida de los alumnos. Hay una desigualdad en los puntos de partida, es decir, en el acceso a la escuela, y después tenés todas las desigualdades culturales, la posibilidad de tener en tu casa un libro, la posibilidad de tener padres que hayan estudiado, que te acompañen en tu estudio, todo ese capital cultural que algunos poseen desde el origen familiar y otros no, eso hace que en la escuela transiten de manera diferencial. No es solamente problema de acceso al sistema educativo, sino de cómo son las experiencias escolares y las trayectorias escolares. La igualación tiene que ser desde el principio hasta la terminalidad. Uno de los problemas que tenemos es que muchos alumnos empiezan la escuela, pero no la terminan. –El desgranamiento y el fracaso escolar, ¿cómo se pueden revertir? –La pregunta que habría que hacerse es quién fracasa. Si fracasa el alumno o el sistema social primero y el sistema educativo. Evidentemente hay que dar nuevas respuestas en todas estas cuestiones. Hoy tenés la condición de alumno que coexiste con la condición de trabajador. Antes tenías categorías excluyentes: o eras estudiante o trabajabas. Cada vez vemos más niños trabajando, estudiantes que tienen, por supervivencia familiar, que salir a trabajar, y la organización escolar y el formato escolar tradicional tampoco los están acompañando demasiado. La situación social del alumno es muy complicada y, en ese sentido, la repitencia es producto, me parece en la mayoría de los casos, de la dificultad que tienen o los condicionamientos materiales que tienen para escolarizarse. He hecho muchas investigaciones negando este prejuicio de que hay algo en la cabeza de los alumnos por lo cual uno pueda explicar el fracaso. No hay nada de naturaleza en el fracaso educativo, en todo caso, es un problema de oportunidades sociales y educativas. –¿Por qué están tan metidos en las escuelas los conceptos del chico inteligente, el chico distraído, el que aprende menos? –Y bueno las sociedades tenemos creencias sociales muy arraigadas que son históricas. Si te fijás en los refranes populares, que serían como esas afirmaciones que aparecen como verdades que nadie se las cuestiona; son ideas que la sociedad ha ido construyendo a lo largo de la historia que, además, hay una parte de la ciencia que las avala y que intenta demostrar que es la naturaleza humana, el individuo, la causa de su fracaso y, entonces, lo colocan en el orden de lo biológico, en la herencia familiar, como si en realidad de padre repetidor hijo repetidor, ecuación que no es matemática. Pero desde el punto de vista de la creencia social funciona. La gente termina reproduciendo ese discurso. Por lo tanto es lógico, en una lógica social que es la de la desigualdad, que termine convencido de que no nació para el estudio (...). –¿El modelo actual de educación está agotado? –La educación es cambio. Es difícil poner un momento histórico donde uno lo pudiese decir, porque de hecho, cuando había un Estado fuerte, la escuela secundaria no era obligatoria, siempre fue para unos pocos. Siempre, cuando se masifica la educación, empiezan a aparecer estas ideas acerca de la calidad y sospecho bastante de estas ideas. –¿Por qué? –Y, porque es como los bienes de consumo. Si vos tenés pocos bienes tenés más valor, si todo el mundo accede a esos bienes pierden valor en el mercado. Bueno, lo mismo pasa en el mercado simbólico-cultural. Prefiero que esté la mayoría de los niños en la escuela y en todo caso ahí preguntémonos cómo hacer para igualar las condiciones de escolarización de todos. Pero una pregunta por la calidad por fuera de la igualdad me parece que es riesgosa. –Pero hay ciertos sectores sociales que presionan y que le exigen al sistema educativo calidad. –Yo he escuchado a un ex decano de Medicina de la UBA decir que hay gente que nace para obrero y otro que nace para médico. Y lo dijo en un programa, en la televisión. Quiere decir que está muy arraigado en la sociedad que hay algo de los genes y de la naturaleza que explica esas desigualdades educativas. Pero ahí, lo que estás haciendo es condenando a la gente a ocupar el lugar que se supone que tiene por su condición de origen. Justamente la escuela lo que hace es exactamente lo contrario, es permitir pensar en otros horizontes que son distintos. –Usted plantea democratizar las aulas. ¿Cómo sería eso? –Casi no encontrás chicos de los sectores medios o medios altos en las escuelas públicas. También hubo un proceso donde muchos sectores de la sociedad se han pauperizado y la escuela pública es el último bastión de lo público; entonces, en términos de democratización de las aulas lo que uno tiene que volver a mostrarle a los alumnos es el trabajo como valor posible. Porque hoy hay muchos niños, adolescentes, generaciones enteras, que jamás han visto trabajar a sus padres. Después, los maestros, la sociedad, se quejan de que no tienen la cultura del trabajo. ¡Cómo vas a tener la cultura del trabajo si no la adquiriste en tu socialización familiar! Eso es parte de la igualdad. Igualar las condiciones quiere decir permitir que esos alumnos vivan una vida donde el trabajo sea parte de su cotidianidad (...). –¿Están desactualizados los contenidos que transmiten los docentes a los alumnos? –Sí, están desactualizados, pero un cambio de currículum no te garantiza necesariamente esta actualización; me parece que depende del nivel de profesionalidad que el docente tenga. Hay gente que va a estar actualizada le pongas o no cursos. Lo que sí es importante es avanzar hacia la gratuidad de la capacitación docente. –¿Por qué cuestiona el concepto de fracaso escolar? –Y porque el fracaso tiene como opuesto el éxito. O sea son pares sociales que se han construido en el discurso. Entre el éxito y el fracaso, ¿qué hay? –Pero hay un sistema que funciona con meritocracia. –El tema es el punto de partida, porque la meritocracia no toma en cuenta la desigualdad de los puntos de partida. La meritocracia supone que si todos tenemos méritos vamos a alcanzar los resultados según nuestro mérito. Y yo diría: igualá primero las condiciones y después fijate en el mérito. De hecho soy una crítica de la ideología meritocrática, del discurso sobre la meritocracia así como el discurso de la calidad. No es que esté en contra de evaluar; ahora, si no igualás las condiciones... LA ELEGIDA Carina Viviana Kaplan es licenciada y profesora en Ciencias de la Educación por la UBA, máster en Ciencias Sociales, con mención en Educación, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Es autora de los libros “Buenos y malos alumnos, descripciones que predicen”, “La inteligencia escolarizada” y “Escuela: una segunda oportunidad frente a la exclusión” y ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas. Es profesora de la cátedra de Sociología de la Educación en la UBA y en la Universidad Nacional de La Plata. Es investigadora en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA e investigadora asociada en la Flacso. Kaplan visitó Neuquén capital días atrás porque dio una conferencia en las Segundas Jornadas de Investigación Educativa que organizó el departamento de Investigación del Instituto de Formación Docente 12. “Más abajo no podemos ir” –Desde el gobierno nacional se impulsa una nueva ley de educación. ¿Es una buena iniciativa? ¿Está bien abordada? –Lo que hay es un consenso acerca de la necesidad de un cambio en la Ley Federal de Educación. Lo que más me parece importante es que la educación se instale como un tema ciudadano, es lo que más me interesa de este proceso. (...) Si uno piensa que la educación está ligada al proyecto de país, tenemos que pensarla entre todos y no creo que haya homogeneidad en cuanto a proyectos educativos. –¿Cuáles son los elementos que hay que tener en cuenta? –Uno es el papel del Estado, revalorizarlo, justamente para compensar los déficits. Esta posibilidad de igualar las oportunidades o los condicionamiento iniciales. Ampliar la oferta educativa; hay muchos jóvenes que pasan a la educación de adultos y los adultos no quieren ir porque dicen: no voy a ir a perder el tiempo con los chicos, porque los adolescentes hacen cosas que los adultos no hacen. Me parece bien esta idea de unificar el sistema educativo. Una de las características que tenemos es un sistema educativo fragmentado. Los títulos no coinciden y hay mucha migración interna en nuestro país. –¿No corremos el riesgo de igualar hacia abajo? –Creo que más abajo no podemos ir. Creo que hemos tocado fondo. He estado en otros países de América Latina y han tocado fondo hace tiempo, lo que pasa es siempre fueron sociedades polarizadas. La desaparición de la clase media hace que estemos en sociedades fragmentadas, polarizadas. Si vos entrás a las aulas cotidianamente te vas a dar cuenta que mucho más bajo no podemos caer. Antes se hablaba de una territorialidad de la pobreza, hoy te diría que la pobreza está en una esfera capilar que nos atraviesa. –¿Y la educación sigue siendo la clave para revertir esa matriz de pobreza? –No es la clave única. Tampoco se puede pensar que la educación va a redimir al país. Me parece que es cargar sobre la educación cosas que la educación sola no puede. La educación básicamente es transformadora, pero tenemos que resolver muchas cosas. –Da la impresión de que los chicos que terminan el secundario no están capacitados para incorporarse al mercado laboral. ¿No están desactualizados los planes? –Sí, pero la pregunta es a qué mercado laboral, porque si vas a adecuar los contenidos al mercado laboral excluyente, flexibilizado, ¿a qué los estamos mandando? La educación tiene que preparar para el trabajo, pero para un trabajo que dignifique. –¿La escuela se ha vuelto poco atractiva? –La escuela nunca fue atractiva, porque es una obligación. Lo que podés tener es algún docente o algunas situaciones que te ofrezcan alguna pasión por el conocimiento. La escuela es como el trabajo, vos le encontrás después alguna pasión. No es algo que naturalmente el niño quiera. |