| A pesar del crecimiento de la economía, la desocupación en nuestro país persiste con intensidades diferenciales según la formación de los trabajadores. Incremento de la ocupación y trabajo en blanco entre los sectores con capacitación y un elevado desempleo entre aquellos con escasa formación, con difícil acceso a trabajos registrados y salarios decentes. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, el descenso promedio en el desempleo no indica una mejora generalizada. Durante la década del ’90 se fue gestando un ‘trabajador’ que se alejó del patrón conocido como “en relación de dependencia” y fue adoptando, cada vez más, perfiles de ‘autónomo’, mutando los conflictos laborales por los de intereses personales; se naturalizaron las fuerzas de mercado, primando el individualismo y el consumismo. Se fue consolidado un mundo de trabajo informal heterogéneo: desde actividades ilegales, clandestinas o en negro, pasando por las actividades callejeras o a domicilio, hasta las pequeñas empresas intermedias con acceso al sector formal, coexistiendo actividades de subsistencia con las que evolucionan por acumulación. En trabajos de campo, observamos que vecinos contenidos en un movimiento social de desocupados, al poner en juego sus disponibilidades, presentaban dos niveles de estrategias: 1) de ‘sobrevivencia’, adaptaciones a cortos plazo, el aquí y el ahora: las salidas para vender el pan, tejer chalecos, arreglar jardines, junto al cobro del subsidio; 2) para las mismas personas, ubicadas en el futuro, coincide lo que ellos perciben con lo que signa como posible la matriz ideológica dominante: la validación social del ‘emprendedor’, significando para ellos una ‘estrategia de cambio’, de posible reforzamiento e incremento persistente de su capital individual y/o familiar. Estas combinaciones de asalariados con y sin registro, junto a los “emprendedores”, se presenta como la efectivización de la vigencia de la libertad de elección entre varias formas de trabajo y remuneración, con una matriz de racionalidad de cálculo costo-beneficio como conciencia práctica, pudiendo operar ésta con sustitutos tangibles y/o intangibles, según los medios con que disponen los individuos en su espacio social. (Taranda, D.; Matus, A.; Maqueda, G., 2005; “Los ‘emprendedores’: una búsqueda de inclusión”. XXV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología.). En todo este proceso complejo y contradictorio, la urdimbre densa de este mundo informal siempre latente en la Argentina, combinado y articulado con movimientos sociales de desocupados en un entramado sociopolítico caracterizado por prácticas clientelares que hacen a la rutina política, persistiendo desocupados subsidiados, transformándose éstos en palanca y sustentadores de la economía informal, no se ha logrado constituir un movimiento político que condense y galvanice la actividades de millones de personas que han sido víctimas del holocausto social del siglo pasado. Todas las salidas enmarcadas en un mundo de trabajo informal, aceptadas y consentidas ante la nada, en ausencia de un núcleo axiológico e ideológico alternativo, en sí mismas reafirman por su carácter y lógica del intercambio mercantil simple, la reproducción de las formas de las prácticas socioeconómicas dominantes. Los especialistas de la OIT, en un informe sobre Kenya, veían en el sector informal un ejemplo de la economía de mercado pura y perfecta, indirectamente ligada al mercado oficial moderno, cuyos aspectos son: facilidad de entrada, mercados competitivos no reglamentados, utilización de recursos locales, propiedad familiar de las empresas, pequeña escala de actividades, tecnologías adaptadas a una fuerte intensidad de trabajo, formaciones adquiridas fuera del sistema escolar. En el año 20 del siglo XX, Lenin escribía en “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo” que “... la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada y cuyo poderío consiste no sólo en la fuerza del capital internacional... y la solidez de los vínculos internacionales... sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña producción, y ésta engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa...”.
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