| Dicen los “Familiares del dolor” de Río Negro: “Nuevamente nos movilizamos ante la alarmante decadencia en que se encuentran las instituciones, a la que no escapa el Poder Judicial ni ninguno de los otros poderes de la República, la falta de esclarecimiento de los crímenes en los que fueron víctimas nuestros familiares y la creciente inseguridad que nos afecta a todos por igual”. “Los delincuentes caminan libres por las calles mientras nosotros debemos día a día soportar el dolor que llevamos dentro por haber perdido injustamente a nuestros abuelos, padres, hijos, hermanos o simplemente amigos o vecinos. Pero eso no es todo. Como si fuera poco debemos también tolerar el dolor, la bronca y la angustia que significa la burocracia y la falta de capacidad y seriedad de muchos de quienes tienen en sus manos la irrenunciable obligación de hacer justicia y brindarnos seguridad”. “También nos movilizamos porque tenemos la sensación de que la vida está devaluada. Es insoportable la eternidad que tarda la Justicia en enjuiciar a los supuestos victimarios y más insoportable es la ausencia de sanciones judiciales ejemplificadoras”. Previamente a la marcha de hoy –convocada por esta organización, a las 19, en Roca y que contará con la presencia de la religiosa Pelloni–, “Río Negro” habló con el abogado, investigador y docente universitario Esteban Rodríguez sobre lo insoportable que puede transformarse la vida para un familiar de una víctima de un delito en un contexto de impunidad política y falta de pudor de muchos de los funcionarios de la Justicia, tal como denuncian los “Familiares del dolor”. –¿Por qué la impunidad hace más doloroso el duelo? ¿Así puede terminarse alguna vez el duelo? –El dolor es como una herida abierta que, si bien nunca se va a borrar porque siempre estará la cicatriz, si permanece sangrando y sangrante, cargamos todo el tiempo con el dolor. Una herida abierta es una pregunta sin responder, un tiempo desquiciado, fuera de sí, una duración intermitente que reclama que se completen las tareas que quedaron vacantes. –¿Este tipo de reclamos necesariamente tienen que parecerse a los que plantea Blumberg? –La distancia que existe entre el dolor y el rencor, en una sociedad indiferente y anestesiada, entrenada para no sentir al otro, para nunca ponerse en el lugar del otro, es mínima. La indolencia retrotrae a la sociedad a este tipo de perspectivas revanchistas como las que propone el señor Blumberg. Quiero decir que la víctima no siempre es la misma víctima. Una cosa será transformar el dolor en justicia y otra muy distinta en revancha, venganza. Y cuando eso sucede, las víctimas se convierten en los mejores caballitos de batallas de otras expresiones que vienen militando salidas represivas frente a la exclusión social, se convierten en la mejor excusa para la demagogia punitiva. –¿Por qué ante el dolor uno se siente tan solo? ¿Realmente estamos solos ante el dolor? ¿Necesariamente es así? –La historia de la Argentina de las últimas décadas es la historia de cómo los individuos han sido desgarrados del cuerpo colectivo y cercados paulatinamente por los medios masivos de comunicación. Los hombres, en la sociedad que nos toca, se encuentran desamparados, no saben cómo juntarse o sólo lo hacen a través de los programas de entretenimiento conducidos por periodistas. Entonces, cuando la sociedad está fragmentada y sólo percibe al otro a través del parabrisas de su coche o el televisor, la sociedad tiene un problema: no sabe cómo juntarse, es impotente, no sabe cómo inscribirse en la realidad que le toca, no sabe cómo intervenir en la resolución de los problemas que tiene. No hay grito, pierde su intensidad crítica y tiende a venderse al mejor postor. Por eso pienso que la impotencia no vuelve inocente a la sociedad sino que, por el contrario, crea las condiciones para un nuevo fascismo, mucho más sutil, pero no por eso menos efectivo. Un espíritu revanchista existe en la sociedad cuando mira los problemas por el ojo de una cerradura. Y ese impulso revanchista va creando las condiciones para que se produzcan las reformas que reconocemos con el nombre de “mano dura” o “tolerancia cero”. –¿Se estaría entonces manipulando el dolor de las víctimas para plantear a la cuestión de la inseguridad como un problema policial? Sólo me refiero a Blumberg, no a los casos de esta zona. –Sí, ese es el riesgo que corren las víctimas, convertirse en el centro de un juego que no controlan. Desde hace varios años, en las vísperas de cada elección, los candidatos en sus campañas evocan la cuestión de la inseguridad y prometen policía a cambio de votos. Candidatos que dicen lo que gente quiere escuchar, que prueban su valía en la lucha contra el “flagelo del delito”, que juegan con el dolor legítimo de las víctimas. La lucha contra el delito se ha convertido en la vidriera de la política. Pero, por otro lado, no hay que perder de vista que la seguridad ciudadana es uno de los temas favoritos de los medios de comunicación empresariales pero también uno de los ítems centrales de la agenda del Estado. Si observamos el presupuesto que anualmente el gobierno nacional o provincial destina a este rubro y lo comparamos, por ejemplo, con el que disponen para el área de salud o educación, enseguida nos daremos cuenta cuáles son las preferencias de los funcionarios. En esas agendas la seguridad es percibida como un problema policial: la respuesta al problema de la inseguridad ciudadana, dicen, se resuelve o se contiene con “más policía”. “Más policía” significa, efectivamente, más personal policial, pero también más patrulleros y más armas de guerra en la calle. Pero también significa, el aumento de las penas o la disminución de la edad para la imputación de delitos, o la inaplicabilidad de la excarcelación o, lisa y llanamente, la legitimación de las facultades discrecionales que la Policía se arroga para “esclarecer el delito”. Vayan, por caso, la privación ilegítima de la libertad para constar los antecedentes o la identidad de una persona y el uso de los libros de malvivientes o las carpetas modus operandi (que reúnen las fotografías que saca la Policía). Son algunas de las prácticas rutinarias que desarrolla la policía para armar causas a las personas que se niegan a “trabajar” para ella o, simplemente, para extorsionar a la pobreza que decide organizarse para resolver los problemas que tiene. Lo que quiero decir es que la inseguridad no es un problema policial, que se resuelve apelando a la Policía o haciendo más cárceles sino resolviendo los problemas sociales pendientes, encarando esos problemas sociales con políticas públicas universales que garanticen, por ejemplo, la renta ciudadana. Por el contrario, la cárcel, la mayoría de las veces lejos de resolver el problema, termina agravándolo no sólo porque suele dejar a una familia sin una fuente de ingreso sino porque de ahora en más, con los antecedentes que tiene esa persona, le será cada vez más difícil conseguir un empleo estable. Y éste es otro de los desafíos con los que tienen que medirse las víctimas: organizarse para atacar la raíz de los problemas, no dejarse llevar por la superficie de las cosas; organizarse pero evitando quedar presos de la sed de venganza tan avivada demagógicamente por aquellos otros intereses que persiguen otros objetivos. Cuanto más grande es el horror o el dolor, más cerramos los ojos. Pareciera como si a tanta cantidad de mal le correspondiera, desde hace muchísimo tiempo, un tamaño similar de indiferencia ciudadana. Si esta actitud continúa, por qué asombrarnos entonces de estar donde estamos y como estamos. Son esperanzadoras, en este sentido, las señales que se emiten de hartazgo ante tanta impunidad suelta. E-mail de Esteban Rodríguez: rodriguezalzueta@yahoo.com.ar
“Que tengan la voluntad de escuchar nuestros gritos” Un mes antes del primera y multitudinaria marcha del 28 de abril pasado contra la impunidad realizada en Roca se formó la agrupación “Familiares del dolor”, donde Carlos Pablo emergió como uno de sus organizadores fundadores. “A todos nos une el dolor por la pérdida de un familiar y tanta impunidad reinante”, afirma Pablo, quien informó en su momento: “El 7 de abril de 2004 llevé a mi hijo Facundo Nazareno a colocar un diábolo en el oído, intervención que se llevaría a cabo en el Sanatorio Río Negro de Cipolletti, una intervención de sencilla resolución y bajo riesgo, con los estudios prequirúrgicos correspondientes. Al día siguiente falleció. Nos vinimos a Roca con el dolor que significaba ese desastre y sin haber efectuado cirugía alguna. Se instalaron sospechas por las cuales, aconsejados y sorprendidos ante el inexplicable hecho, realizamos las actuaciones correspondientes. Autorizamos estudiar cada parte del cuerpo de nuestro hijo, teniendo como resultado de nuestros peritos y de los peritos oficiales la certeza de que hay responsables de lo ocurrido”. Desde entonces su lucha no paró. Sigue y suma. Por ello, en la marcha de hoy, en Roca –“que espero que de nuevo sea multitudinaria ratificando así que nadie de nuestra comunidad es indiferente ante el dolor del otro”– Carlos Pablo propondrá, en total coincidencia con los otros integrantes de “Familiares del dolor”: * Una reforma integral del Consejo de la Magistratura, cuyos integrantes representen los intereses de todos, aumentando la participación ciudadana en la elección y sanción de jueces y fiscales. * Que los jueces y fiscales sean designados previo concurso público de oposición y antecedentes, en donde exista una exhaustiva evaluación de sus capacidades intelectuales y morales. * Que no sea designado ningún juez, fiscal o funcionario que se encuentre investigado por mal desempeño o por la comisión de un delito, ni tampoco que se le acepte la renuncia hasta que se dicte resolución definitiva. * Que las votaciones y decisiones del Consejo de la Magistratura sean públicas, especialmente las referidas a las designaciones de los jueces y fiscales y su destitución. * Controlar el efectivo cumplimiento de los plazos procesales y sancionar la innecesaria prolongación de los procesos judiciales, que sólo acrecientan el descreimiento y la desconfianza en el sistema judicial. * Especialización de los fiscales por delitos. * Dotar a la Policía del equipamiento técnico y humano necesarios e indispensables tanto para prevenir el delito como para investigarlo. * Implementar medidas tendientes a controlar el tránsito y de esta manera evitar los accidentes que tantas pérdidas nos han causado. * Instrumentar una política carcelaria seria y eficiente en cuanto al tratamiento y recuperación de las personas que han cometido un delito, asegurando la educación en las cárceles. * Mejorar el sistema de salud de la provincia, dotando a los hospitales de todo lo necesario para la adecuada atención de los ciudadanos y efectuar los controles sobre los sanatorios y clínicas, evitando muertes innecesarias que sólo reflejan la ausencia de un Estado que debe advertir y sancionar a quienes no cumplen con las normas básicas para garantizar la debida atención que todos nos merecemos. “Estamos convencidos de que estas propuestas pueden y deben ponerse en práctica. Sólo falta que los integrantes de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial den muestras claras de escuchar estos ‘gritos’ y de su voluntad por querer mejorar la crisis que estamos atravesando”, piensa decir hoy Carlos Pablo, en la marcha que se concentrará frente a la Catedral de Roca. |