| Qué es violencia laboral? –Hay varias definiciones. –¿Con cuál está más de acuerdo? –El abordaje de la violencia es absolutamente recientísimo. En el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde la definición es algo así como toda acción que tenga intención de dañar, ellos hacen mucho hincapié en la intención por los efectos que conlleva a nivel físico y psíquico. Y, además, la definición de violencia de la OMS incluye la relación de poder. Hace hincapié en la asimetría. De todas maneras, en un informe de 350 páginas, le dedica una sola a la violencia en el trabajo. Esto significa que de la violencia en el trabajo hay poco y nada escrito. Este informe que leía hoy de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) es uno que va por la tercera edición, cuya primera edición fue en 1998. ¿Qué quiero decir con esto? Que la violencia es tan vieja como la humanidad, pero el abordaje como salud pública es reciente. Empieza en realidad en 1996 cuando la OMS establece en su asamblea 49 que la violencia debe considerarse la epidemia soslayada habida cuenta de que va a superar a las enfermedades infecciosas como causas de morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Se estimaba en 1996 que el impacto total sobre las enfermedades a nivel mundial era de un 15%, pero no había indicadores adecuados. Por eso la OMS empieza a impulsar investigaciones de toda índole y en diferentes contextos, porque no es lo mismo la violencia social que la violencia institucional y la laboral que empezó a visualizarse en el 96 a partir de dos tragedias, una en Escocia y otra en la isla de Tasmania. A partir de eso sale el informe de la OIT, del que lamentablemente no hay traducción al español y ha sido ampliamente tergiversado. –¿Por qué cree que hay desinterés en abordar esta problemática? –No es que haya desinterés, hay escasísimos datos y escasísima información y mucho menos acción pedagógica de sensibilización; esto lo dice el último informe de la OIT. No es que haya indiferencia, 8 años para un problema de esta naturaleza no es nada. Un ejemplo: en materia de violencia familiar arrancamos desde la democracia, cuando asume Alfonsín empezó a hablarse de violencia familiar. Han pasado 22 años y tenemos una carrera de violencia familiar en la UBA, pero no tenemos carreras de violencia familiar en todas las universidades del país; tenemos grupos de autoayuda para mujeres golpeadas y para hombres golpeadores; empezamos a hacer políticas públicas de prevención de la violencia familiar, pero no tenemos cifras y la ley de 1994 está ampliamente incumplida. Si en 20 años apenas hemos avanzado para la problemática de la violencia familiar y no tenemos datos en la Argentina, no hay producción de información cuantitativa y cualitativa confiable, menos vamos a tener para un fenónemo que recién empieza a visibilizarse. Hablar de mobbing es hacer reduccionismo en términos de violencia laboral, porque el mobbing es una sola modalidad de violencia. El hecho de que se haya hecho tanto hincapié en este fenómeno del mobbing de alguna manera empieza a generar conciencia. –Hay distintos tipos de violencia. –Si vos para hablar de violencia laboral hablás de una sola modalidad, estás haciendo reduccionismo, lo mismo pasó con el primer convenio colectivo de trabajo de la administración pública nacional en el año 99. Ese convenio en su artículo 137 denominó violencia laboral sólo al acoso sexual hacia las mujeres, justo ese año salió mi investigación: “Violencias en la administración pública, casos y miradas para pensar la administración pública como ámbito laboral”. Ahí hay más de una treintena de modalidades de violencias que son fácilmente verificables. Hago una categorización de violencias legales e ilegales, fáciles de probar y difíciles de probar, porque hay violencias contenidas en las propias leyes, en normas de escasísima razonabilidad, como obligar a un servidor público a hacer cursos de capacitación por debajo de su nivel académico para ascender en la carrera administrativa. Después hay otros tipos de violencias que son por violaciones a la ley. Cómo será de grave la invisibilización, el grado de invisibilización y de insensibilización que no le llamamos violencia a violar la ley. Esto ocurre en un país, como la Argentina, cuyo 86% viola la ley. Y el 77% de los argentinos desconoce la Constitución. Estos dos datos emergen de la primera encuesta de cultura constitucional argentina publicada por la Universidad Autónoma de México, en 2005. Argentina, una sociedad anómica, porque esa es nuestra verdadera epidemia. –¿Es un fenómeno argentino lo de la sociedad anómica, esto de incumplir las leyes? –En general en toda América Latina hay un incumplimiento de la ley. No puedo dar datos, no los tengo porque no los hay. –¿Por qué eligió el campo de la violencia en el ámbito público y no en el privado? –Por una sencilla razón, por una cuestión de experiencia. Soy profesional de planta permanente de la Jefatura de Gabinete de Nación. Integro en este momento la Subsecretaría para la Reforma Institucional y el Fortalecimiento de la Democracia, que dirige Marta Oyhanarte. Estoy en esa Jefatura desde 1994. (...) Al mismo tiempo fui docente del Instituto Universitario de la Fundación ISalud, que dirigía el ministro Ginés González García. Estas dos experiencias en simultáneo: acercarme, por el lado de la docencia, al enfoque de salud pública como docente de médicos y, por el otro lado, estar padeciendo las irracionalidades de la administración pública argentina en democracia, me llevaron a tomar la decisión de poner mi profesión al servicio de fines más constructivos que la queja. –¿Por qué dice: la irracionalidad de la administración pública? –Y porque hay un sinnúmero de irracionalidades. (...) Por ejemplo una de las irracionalidades es la existencia de 64 escalafones en la administración pública, lo cual crea una suerte de sistemas de castas donde hay diferencias salariales abismales y donde personas que tienen la misma formación académica, por pertenecer a escalafones diferentes, ganan una cifra y el otro dos veces más. –Eso genera violencia. –Toda injusticia genera violencia. Todo sistema injusto, toda arbitrariedad es una violencia, encima institucional. Y esto me lleva al primer punto que es el tema de las definiciones. Yo utilicé el marco teórico del doctor Carlos Sluzky, que es un psiquiatra argentino que definió la violencia política como aquella perpetrada por los que tienen obligación legal y social de proteger, con lo cual sus efectos son doblemente devastadores, porque esa violencia lo que genera es la transformación de las fuentes de protección en fuentes de terror. (...) No hay posibilidad de luchar contra la corrupción en un organismo donde se viola sistemáticamente el orden jurídico vigente. –Ahora tiene que haber una decisión política, porque chocan los intereses. –Totalmente. –¿Y cómo se resuelve? –Todo no se puede, pero algo se puede. La Argentina, desde 1994, tiene en la Constitución Nacional incorporada una herramienta que es la iniciativa popular. En 12 años que llevamos de Constitución reformada esa herramienta se usó dos veces. Esto habla a las claras de una ciudadanía indolente o de una ciudadanía inmadura, y de lo que se trata es de fortalecer una ciudadanía activa y responsable. Entonces hay mucho por hacer. Si esto está recién visibilizado no podemos hablar de indiferencia, sería condenar a alguien antes de ser informado. –¿No hay hipocresía en la sociedad que por un lado aplaude el gol con la mano de Maradona y por otro pide el cumplimiento de leyes? –No sería tan condenatoria. En mi trabajo hablo de desamparo institucional aprendido. Esto es un fenómeno amasado a golpes de Estado desde 1930 hasta acá. Si usted tiene una sociedad cuyo 40% está sumido bajo la línea de pobreza no le puede pedir que piense en mejorar la institucionalidad. Ellos están pensando en cómo comer y cómo sobrevivir cada día. Nosotros somos 38 millones, sólo el 18% tiene título secundario completo, entonces hay cinismo en ese 18%, pero no en los demás. No le puedo pedir a un pueblo hambreado, golpeado y ni siquiera educado, entonces puedo hablar de cinismo en alguien que tiene facultades y tiempo para pensar. A aquel que sólo tiene fuerza para sobrevivir no le puedo pedir que se ocupe de las instituciones. –¿Cree que sectores de la sociedad no identifican ciertas modalidades de violencia, porque estamos en una sociedad violenta? –Estamos en una sociedad violenta, pero es un círculo vicioso. Venimos de golpes institucionales que lo que hacen es degradar las instituciones argentinas y las instituciones argentinas son débiles porque son corruptas, porque hay violación sistemática del orden jurídico vigente en materia de empleo público por ejemplo. Alcanzan cargos de alta responsabilidad personas que no son idóneas y un no idóneo en un cargo de alta responsabilidad, además de violación al orden jurídico, es violencia institucional pura, porque no solamente afecta a la salud de los directamente implicados, sino que pervierte los resultados de la gestión pública. –¿Cuántas provincias tienen leyes sobre violencia laboral? –Hay siete provincias con legislación sobre violencia laboral. –¿Cómo se revierte este panorama? ¿Qué pasos se pueden dar para comenzar? –Generar conciencia, demostrar que nos afecta a muchos y lograr que la gente se organice y actúe colectivamente en forma sostenida, porque nuestros entusiasmos ciudadanos son intensos, pero transitorios, efímeros. Y si la ciudadanía responsable no es continuada no vamos a llegar a ninguna parte. Esto es como plantar un roble, hace falta mucha perseverancia y mucha paciencia. Quien planta un roble no verá su sombra, van a tener que venir otras generaciones para ponerle agua al roble que va a terminar siendo árbol dentro de 100 años. Entonces, el plan de acción es generoso, concreto y posible. Formar, educar y fortalecer una ciudadanía activa. |