| Por qué ciertos países progresan y otros fracasan? Las explicaciones económicas del crecimiento pasan por el ahorro y la inversión en capital físico, en investigación y en educación. Pero la pregunta siguiente es por qué hay países que ahorran, invierten y se educan más. Hay quienes creen que la explicación es cultural, en tanto existen culturas favorables y culturas resistentes al desarrollo. Otros ponen énfasis en la existencia o falencia de instituciones políticas que protejan los derechos de propiedad. Finalmente están quienes creen que las diferencias surgen por aplicación de distintas ideas económicas, liberales o intervencionistas. ¿Cuál de estas tesis tiene mayor peso? ¿Es posible crecer si falta alguna de estas condiciones? ¿Por dónde y cómo empezar si no se reúne ninguna? LA TESIS CULTURAL Mariano Grondona sostiene que hay valores culturales que explican el desarrollo. Las sociedades que progresan rechazan al destino o la suerte como determinantes de sus fortunas y, por el contrario, creen en el esfuerzo individual a través del trabajo y el ahorro. El énfasis en la educación y el respeto por el mérito son valores centrales de esas culturas progresistas. La competencia es vista como la manera de incentivar el esfuerzo, la creatividad y la excelencia. Por el contrario las sociedades que no se desarrollan se caracterizan por el fatalismo y la resignación, muchas veces con un componente religioso que privilegia la vida después de la muerte. Se cree que la riqueza se hereda y la clase social, la etnia y la familia son las que determinan la suerte de las personas. El trabajo no es fuente de realización sino una calamidad inevitable para el pobre. La búsqueda del progreso no es a través del esfuerzo personal sino de las vinculaciones que permiten acceder a privilegios. El individuo medio y aun el empresario se transforman en dependientes de quien le otorga un privilegio, en una cultura que tiende así al autoritarismo y al populismo de quienes detentan el poder. ¿Por qué las culturas y el progreso difieren tanto en este mundo? El contexto físico y económico es una explicación importante. De la observación de que las sociedades que progresan se ubican en climas templados y fríos, se origina la tesis de que son los pueblos enfrentados con la adversidad quienes se ven obligados a desarrollar el hábito del esfuerzo y terminan incorporando este valor. Las sociedades de climas cálidos, que viven de la caza y de la pesca y no tienen que acumular para sobrevivir inviernos crudos, no desarrollaron el sentido del ahorro. Algo similar ocurre en sociedades más modernas, enfrentadas con la riqueza fácil de sus recursos naturales. En nuestro caso fue la riqueza agropecuaria de principios del siglo XX la que convalidó la idea de que el éxito económico no estaba asociado al esfuerzo personal sino a la herencia de la tierra. Un caso actual son los países petroleros que permiten una enorme acumulación de riqueza en manos privadas o en manos del Estado, quien luego reparte prebendas a una masa de ciudadanos que se acostumbra a prosperar sin el esfuerzo personal. La segunda explicación de las diferencias culturales es la religión. “Encuentro una evidencia terminante de que algunas religiones son mejores para promover la democracia política, la justicia social y la prosperidad”, afirma Lawrence Harrison. El progreso material es más importante en sociedades influidas por el cristianismo protestante, el judaísmo y el confucianismo oriental (que es un código ético más que una religión). Estas religiones enfatizan las virtudes del esfuerzo, la frugalidad y la responsabilidad personal. Por el contrario las religiones que atacan el materialismo y ponen las expectativas exclusivamente en el otro mundo, no transmiten valores culturales que incentiven la realización personal y el progreso. La alabanza del pobre, la demonización del rico y el énfasis en la solidaridad establecen una jerarquía de valores contraria al esfuerzo individual y al éxito económico. LA TESIS INSTITUCIONAL La tesis institucional sostiene la preexistencia de una democracia como condición necesaria para el crecimiento económico. Es el ejemplo americano el que sugiere la tesis de que la democracia con división de poderes es la causa original del crecimiento. La idea básica es que los derechos de propiedad, esenciales para el proceso de inversión, sólo pueden ser garantizados con gobiernos limitados por la división de poderes y la efectiva vigencia del Estado de Derecho. La tesis implícita es que un dictador probablemente incurra en arbitrariedades contrarias al respeto de los derechos de propiedad; o si decidiera respetarlos, no podría garantizarlos permanentemente por su propia inestabilidad. Nuestra historia reciente nos indica sin embargo que no cualquier democracia puede garantizar los derechos de propiedad. Las defraudaciones pueden ocurrir en democracias que adoptan políticas económicas equivocadas (como las que adoptamos durante la Convertibilidad) o que tienen poderes legislativos y judiciales dependientes. La experiencia latinoamericana es suficiente para demostrar que las elecciones y las apariencias democráticas pueden esconder regímenes donde la división de poderes y la independencia del Poder Judicial son inexistentes y las violaciones de los derechos de propiedad se suceden continuamente para alimentar el populismo. Existe evidencia para argumentar que las instituciones democráticas y republicanas, más que la causa del desarrollo, son la consecuencia de culturas benignas preexistentes o de culturas que evolucionan positivamente con el mismo crecimiento económico. LA TESIS IDEOLOGICA La tesis cultural y la tesis institucional son importantes pero no son suficientes. La tesis cultural no puede explicar casos como los de Corea del Norte y Corea del Sur, en donde las condiciones culturales iniciales eran idénticas antes de 1950 y, sin embargo, ambas partes han tenido resultados económicos polares. Tampoco el éxito de la Alemania Occidental y el atraso de la Alemania Oriental, antes de la caída del muro de Berlín. O el atraso económico de Cuba frente al desarrollo de Puerto Rico, con una mezcla étnica y una influencia española muy parecida. La tesis institucional también tiene sus limitaciones. Las democracias con división de poderes no son las únicas que se desarrollan. El ejemplo más formidable es China, que crece extraordinariamente con un gobierno autoritario del mismo Partido Comunista de Mao. Pero no es el único caso. En Asia son numerosos los países que han crecido con gobiernos autoritarios, como Singapur, Corea del Sur, Malasia y Taiwán. En Latinoamérica tuvimos el Chile de Pinochet. Estos ejemplos apoyan la tesis ideológica, que sostiene que el crecimiento económico se explica fundamentalmente por la aplicación de ideas económicas liberales, que favorecen el libre comercio y una limitada y benigna intervención del Estado. Es el libre comercio el que permite aumentar los ingresos, generando excedentes para el ahorro y la inversión, iniciando el círculo virtuoso del crecimiento. Más que las políticas, son las instituciones económicas del liberalismo las que aceleran el crecimiento. LAS CONDICIONES SON COMPLEMENTARIAS... Estados Unidos es un ejemplo de que las condiciones óptimas para el crecimiento ocurren cuando coinciden una cultura apropiada (en este caso, la anglosajona), una democracia limitada y republicana y una ideología económica liberal. Pero, ¿es posible el desarrollo cuando no se conjugan todas las condiciones? China y otros países asiáticos atestiguan que sí. Allí se combina una cultura apropiada (el confucianismo) con la ideología económica apropiada (el liberalismo) y logran crecer aun sin valores democráticos occidentales. El caso oriental muestra que con la cultura no alcanza pero, si a una cultura apropiada se suman instituciones económicas liberales, es posible. ....PERO ALGUNAS PARECEN MAS NECESARIAS QUE OTRAS Al menos en el caso oriental, la ideología económica liberal es una condición más importante que la institucionalidad democrática. Esto es así porque los gobiernos dictatoriales orientales son estables, lo que seguramente se explica porque la tradicional obediencia a los padres se traslada en lo político al respeto por los regímenes autoritarios. Por otro lado, una vez que se opta por el liberalismo económico, es el mismo éxito económico la garantía de que las reglas de juego no cambiarán y los derechos de propiedad serán respetados. Pero, ¿por dónde empezar cuando no somos ni anglosajones ni orientales? ¿Estamos condenados al atraso? O por el contrario, ¿es posible el desarrollo aun cuando las condiciones culturales no sean las óptimas? Argentina a partir de 1853 fue un intento exitoso de impulsar el desarrollo con ideas económicas liberales e institucionalidad política, a pesar de que la cultura preexistente no era propicia. El crecimiento acelerado duró 80 años y puso a la Argentina entre los primeros países del mundo. Pero un cúmulo de factores externos (la gran depresión y la influencia fascista) e internos (un crecimiento muy concentrado y una cultura facilista) terminaron con el modelo liberal, que fue reemplazado por el populismo político y el intervencionismo económico. En el caso argentino puede argumentarse que en última instancia el factor cultural, expuesto a través del voto universal, fue un obstáculo insalvable para la sostenibilidad del crecimiento. Chile, a partir de 1973, es un ejemplo más reciente en donde se intenta el desarrollo comenzando por el liberalismo económico, sin democracia y en un contexto cultural latinoamericano. El proceso se consolidó cuando las ideas liberales instauradas por Pinochet fueron adoptadas por la Concertación Democrática. Hoy el socialismo chileno es tan socialista como comunista es el régimen chino. Un régimen democrático estable y una institucionalidad económica liberal son por ahora suficientes para sostener el desarrollo. Pero al igual que en el caso argentino en 1930, ¿en algún momento de crisis reaparecerá la típica cultura latinoamericana para acabar con el crecimiento? La esperanza chilena es que el éxito económico dé tiempo para que su cultura media (que no es inmutable, pero es lenta en cambiar) vaya incorporando los valores apropiados para el crecimiento y con el tiempo sea un sostén definitivo del proceso. ¿UN OBSTACULO INSALVABLE? Pero en el siglo XXI ya no será posible experimentar con imposiciones dictatoriales en contra de la opinión pública. La democracia universal está para quedarse y por lo tanto los valores culturales medios serán determinantes del voto y del camino que los países elijan. Entonces, ¿cuál es la esperanza para países como el nuestro, sin una cultura media apropiada para la responsabilidad personal, con una democracia con concentración de poder y populismo y con ideas económicas interven- cionistas? ¿Cómo cambiar la cultura, si desde el poder no hay interés en educar al pueblo sino en manipularlo con dádivas? ¿Cómo cambiar la política, si la fórmula siempre ganadora es la que apela al populismo? ¿Cómo cambiar hacia el liberalismo económico, si a los intereses económicos prevalecientes les conviene el proteccionismo y el intervencionismo? Argentina en particular parece entrampada en un círculo vicioso que no tiene salida. Existen pocos elementos para la esperanza. La globalización está disminuyendo las diferencias culturales: la demanda por progreso económico es cada vez más universal y la influencia de lo religioso, en cuanto al rechazo del materialismo, es cada vez menor. Es también posible que la globalización y las comunicaciones hagan cada vez más evidente que los países que progresan sostenidamente son aquellos que incentivan el esfuerzo individual y evitan el distribucionismo que ahuyenta capitales. Sería así posible que frente a los fracasos por venir, la opinión pública deje de apoyar a políticos populistas e intereses económicos que rechazan el comercio y la globalización. Es posible, en definitiva, que la cultura no sea ni tan determinante ni tan inmutable para obstaculizar el desarrollo, como el progreso de Chile, España e Italia parecen atestiguar. (*) Presidente del Centro de Estudios Públicos.
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