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Domingo 06 de Agosto de 2006
 
 
 
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  A 50 AÑOS DE LA TRAGEDIA EN ISLA CHICA
  Cuando el río Negro segó 29 vidas
El hecho más lamentable en esta zona ocurrió el 10 de noviembre de 1946. Un esperado paseo familiar hacia la Isla Chica se transformó en tragedia cuando un camión descontrolado hizo naufragar la balsa en la que viajaban 39 personas. Días de desesperación y luto para varias familias y la comunidad.
 
 

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Cuando los ríos vuelven a mostrar todo su poder en la región, muchos antiguos pobladores del Valle Medio no pueden dejar de recordar una de las peores tragedias sufridas: la muerte de 29 jóvenes en el hundimiento de una balsa en el río Negro, ocurrida el 10 de noviembre de 1946, hace casi 50 años.
Antes de entrar en tema, debería hacer una muy breve descripción geográfica de la Isla Grande de Choele Choel.
Es una Isla de aproximadamente 32.000 hectáreas. Tanto en el brazo sur como en el brazo norte emergen varias islas, algunas históricamente codiciadas por distintos residente de la zona y otras no tanto, por la calidad de sus tierras .
A 7 km de Choele Choele –brazo norte–, aguas abajo, está la denominada Isla Chica, de unas 2.000 hectáreas, cuyo acceso se realiza desde la Isla Grande y que fuera escenario del desgraciado acontecimiento. Entrando a la mencionada Isla Grande desde Choele a Pomona, pasado el puente carretero, históricamente se han conformado dos zonas, hacia la derecha la “zona de la Rinconada” , hacia la izquierda “zona Paso Piedra” (ver infografía).
Todo arrancó un mes antes, en octubre de 1946, cuando se organizó un picnic con fines benéficos en la Isla Chica para el 10 de noviembre, lo que generó gran entusiasmo en toda la región y en especial en la Isla Grande.
Uno de los transportes elegidos –protagonista de esta tragedia– fue una balsa que, partiendo desde Lamarque, se encargaba de trasladar a la gente de“La Rinconada” y “Paso Piedra”.
Era el 10 de noviembre de 1946, 11 de la mañana.
En cada tranquera estaban esperando los pasajeros, con gran alegría. En el interior de la caja del camión, con los pasajeros ya instalados, una niña llora:
–“Vos no vas, cuando seas grande también podrás ir a los picnics”, la consuela su madre, que despedía a sus hijas mayores. Horas más tarde esa nena volvería a llorar, en el sepelio de sus hermanitas.
El camión se dirige hacia la balsa que los trasladaría a la Isla Chica. En ese lugar, el río tiene aproximadamente 80 metros de ancho y 7 metros de profundidad. Los balseros estaban expectantes, porque también formaban parte de ese grupo humano que esperaba pasar un buen momento. De pronto, la polvareda anuncia la presencia del vehículo: “Allá viene otro”, dice alguien y el camión asomaba en la punta de la escarpada abierta en el barranco. La velocidad era fuera de lo común, sorprendía, pero sin alarmarse los balseros preparan las “calzas” para ponerla en cada uno de los carriles.
Cuando se dieron cuenta del problema, todo fue inútil: el camión sin frenos siguió imparable su curso, superó las calzas, rompió la cadena que unía los extremos de la balsa y 39 seres humanos se perdieron en las aguas en un caos de hierros retorcidos. En medio de la desesperación y el llanto en rededor, 10 logran regresar a la costa.
Comienzan días dolorosos en la comarca. Primero la búsqueda de los cuerpos (se rescatan 28), en la que participaron familiares, amigos, vecinos, autoridades civiles y religiosas, policías, militares. La comunidad se unió en la ardua tarea, de día y de noche, por varios días.
Las aguas del río Negro, no comprendiendo o no sintiéndose culpable de la tragedia, iban entregando los cuerpos de a poco.
Finalmente, 28 fallecidos recibieron sepultura y un desaparecido completó la penosa lista. Jóvenes que, a partir de esa dramática y horrorosa tragedia, no compartirían nunca la mesa familiar o las faenas cotidianas.
¿Para qué este penoso recuerdo? Mi motivación es propia de quien siente en su interior la pesada responsabilidad de llegar al lector, sin olvidar el respeto a los familiares de las víctimas, y realizar un cariñoso homenaje hacia quienes vieron truncadas sus vidas en el peor accidente que registra el río Negro.
La grandeza del Valle Medio no sólo debe ser explicada con datos fríos, sino con narraciones que le den participación a todos los sectores sociales.
El mundo conoce las bondades de nuestros frutos, pero se ignora muchas veces a quienes fundaron y poblaron este desierto para convertirlo en un vergel.
En toda esa historia de luces existen algunas horas de sombra y ésta que hemos narrado es una de ellas.
 

Fuentes : Archivos del diario “Río Negro”que informó sobre la tragedia; relato de testigos presenciales: vecinos familiares y amigos.
Restauración fotográfica:Fabricio
Infografía: Mario Zárate

   
HECTOR A. ESPECHE
rulonegro@mymcom.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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