| Líder terrorista para sus enemigos, héroe nacional para sus adeptos, Hassan Nasrallah, carismático jefe de la milicia chiíta del Hizbollah, se ha convertido en diez días en el hombre que amenaza la seguridad de Israel y arrastra de nuevo al Líbano a los oscuros tiempos de la guerra. Imperturbable, enigmático y hábil, Nasrallah es mucho más que un líder islámico cualquiera. Bajo esa poblada barba grisácea, la voz firme pero pausada y el turbante negro de los ‘sayed’ o descendientes del profeta Mahoma, se esconde un alquimista del lenguaje, un hombre capaz de cautivar a las masas y un jefe militar implacable, con un sentido de la táctica y de la estrategia reconocido incluso por sus enemigos. “Decimos a Israel que la guerra está comenzando y que nuestros combatientes conservan intacta su capacidad de resistencia y preparan varias sorpresas”, aseguró el jeque por televisión, pese a que la ofensiva en el Líbano ha dejado ya tras de sí un doloroso reguero de muerte y destrucción. A ojos de todos, este líder jugó un papel clave en la retirada de las tropas israelíes en el 2000 y en el canje de 30 milicianos del Hizbollah y 400 presos palestinos de Gaza y Cisjordania por un soldado del Estado hebreo y los cadáveres de otros tres en el 2004. Ahora trata de repetir la misma jugada con el secuestro de dos soldados israelíes el pasado 12 de julio en la frontera, pese a que esta acción ha provocado la oposición de buena parte de la clase dirigente libanesa. “Quieren una guerra abierta, pues la tendrán”, amenazó el líder la semana pasada. Nombrado líder del Hizbollah en 1992 cuando su predecesor, Abbas Mussawi, fue asesinado por Israel, Nasrallah, de 46 años, es en este momento el jefe de un Estado dentro del Estado libanés. Su movimiento, nacido de la guerra civil libanesa (ver aparte), se ha convertido en uno de los adversarios más temidos de Israel cuya audacia y capacidad técnica sobrepasa las guerrillas ordinarias. Hizbollah, presente en el Parlamento libanés, amo y señor del sur del país y omnipresente en los suburbios chiítas de Beirut, dicta leyes, dirige escuelas y hospitales y organiza programas de ayuda social. La prensa libanesa calcula que el presupuesto de la milicia oscila entre 20 y 160 millones de dólares al año, financiados por la diáspora libanesa y las contribuciones de Siria y el Líbano. Ha disparado más de mil cohetes de diferente potencia y algunos misiles contra el norte de Israel y amenaza incluso con llegar hasta Tel Aviv. Nasrallah tiene relaciones privilegiadas con los dirigentes sirios e iraníes y su prestigio en los territorios palestinos no deja de crecer. Junto a Khaled Mashaal, líder de Hamas en el exilio, Nasrallah es actualmente uno de los blancos más buscados por Israel. Pero el líder guerrillero obra impulsado por una fe inquebrantable en la justicia de la causa que defiende: la oposición furibunda a la ocupación y todo lo que de ella se deriva. Para él, Israel es simplemente la “Palestina ocupada” aunque siempre limitó la lucha del Hizbollah al territorio libanés. Nacido en 1960 en Beirut, Nasrallah estudió en la ciudad iraquí de Najaf, lugar santo para los chiítas, hasta que fue expulsado por el régimen sunnita de Saddam Hussein y se trasladó a Irán. Considera al líder iraní Khomeini una especie de ‘padre espiritual’ pero siente repulsión por Al Qaeda, ya que según él, desfigura el islam. Nasrallah vivía en los suburbios ahora derruidos del sur de Beirut junto a su esposa y tres hijos. Hoy vive en un búnker secreto del grupo. La táctica del Vietcong Hizbollah ha adoptado una táctica militar semejante a la del Vietcong durante la guerra de Vietnam, lo que convierte a la milicia chiíta libanesa en un temible adversario para el ejército israelí, afirmó la revista de análisis militar británica Jane’s Defence Weekly. “Las fuerzas israelíes han descubierto que Hizbollah ha establecido cerca de la frontera una red de túneles y de trincheras como las del Vietcong (la guerrilla comunista vietnamita que luchó contra los estadounidenses), que sirven de refugio a sus miembros y sus armas”, además de mezclarse con la población civil, indica Alon Ben-David, corresponsal de Jane’s en Israel . “Las fuerzas de defensa israelíes se enfrentan a una resistencia feroz por parte de Hizbollah y han sufrido pérdidas considerables en los combates”, añade. Ben-David afirma en alusión a Hizbollah: “Deberíamos considerar que (...) no se trata de una milicia, sino más bien de una brigada de fuerzas especiales del ejército iraní. Están extremadamente bien entrenados y equipados, y muy motivados para luchar”. El grupo libanés fue fundado a principios de los 80 como un movimiento radical islámico de la rama chiíta y su auge se dio durante la ocupación israelí del Líbano, en 1982. Cuando la invasión llevó a la ocupación de la capital, Beirut, se aceleró el desarrollo de Hizbollah como movimiento de resistencia “contra el enemigo sionista”. El factor que más incidió en la gestación de Hizbollah fue la revolución islámica del ayatollah Khomeini en Irán. Desde entonces, el lazo religioso e ideológico entre Hizbollah e Irán se distinguió por su oposición a la existencia del Estado de Israel. |