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Domingo 30 de Julio de 2006
 
 
 
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  EL DEBATE SOBRE EL DESARROLLO EN LATINOAMERICA
  Cada vez más lejos de los ‘tutores’,
En plena ebullición ideológica, América Latina se pregunta por su futuro. El espejo de EE. UU. tiene pocos adeptos. Varios países europeos también fueron modelos en algún momento. Hoy, Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, Bolivia y México exploran vías disímiles.
 
 

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Tras la década de los 90, marcada por políticas neoliberales, los cambios de gobierno en América Latina han significado un distanciamiento de Estados Unidos y la búsqueda de un nuevo modelo, una situación que lleva a replantearse la influencia de Europa en la región.
Es evidente que la llegada al poder de “Lula” da Silva (Brasil), Néstor Kirchner (Argentina), Hugo Chávez (Venezuela), Tabaré Vázquez (Uruguay) y Evo Morales (Bolivia) ha representado para América Latina un giro a la izquierda con distintas tonalidades, que van desde lo moderado hasta el populismo.
Este bloque heterogéneo, mirado con mucha desconfianza por Estados Unidos, tampoco encandila a una Europa tradicionalmente más abierta a la izquierda, pero que teme el triunfo de un discurso aislacionista, como quedó demostrado en la reciente IV Cumbre Eurolatinoamericana de Viena, dominada por la polémica por la nacionalización del gas boliviano y el avance de Morales y Chávez.
Sospechada de traición de un lado y estudiada con cuidado del otro, América Latina se ve enfrentada en el inicio del siglo XXI al desafío de encontrar un modelo que le permita desarrollarse, evitando caer en las trampas del pasado, cuando admitió sin demasiados cuestionamientos sistemas impuestos por sus “tutores”.
“Lo interesante en Latinoamérica es que está desarrollando su propio proceso de desarrollo”, explica en ese sentido Michael Reid, editor para las Américas del semanario británico “The Economist” y autor recientemente de un análisis denominado “La batalla por el alma de América Latina”.
Reid notó que algunos países “dan mucho espacio al sector privado en la economía, complementado con una acción del Estado en el sector social. Ese sería el modelo seguido por Chile, México, Brasil e incluso Colombia. Pero todas son experiencias propias”, recalcó el analista.
 El analista subrayó que se debe destacar que en términos de políticas sociales, hay un proceso de aprendizaje mutuo entre los países de la región. “Por ejemplo, las políticas sociales impulsadas en Brasil deben mucho a un programa mexicano que se llamaba ‘Progresa’ y ahora se llama ‘Oportunidades’, remarcó.
En opinión de Reid, “lo que se ve desde Europa es el presidente venezolano Hugo Chávez y el mandatario boliviano Evo Morales. Pero creo que son la excepción a la región y que el verdadero consenso no pasa por ellos”, subrayó.
“No hay modelos. Hoy Estados Unidos no lo es para América Latina y Europa tampoco es una alternativa. En realidad, el mundo está en una larga transición con respecto a las hegemonías internacionales”, coincide de su lado el sociólogo argentino Ricardo Rouvier.
 Históricamente, la Doctrina Monroe, enunciada en 1823 por el entonces presidente norteamericano James Monroe en respuesta a la amenaza que suponía la restauración monárquica en Europa, dejó instalada a nivel mundial la fórmula “América para los americanos”.
Con Europa envuelta en continuas guerras desde aquel entonces y luego dividida por la Cortina de Hierro, Estados Unidos controló a América Latina durante largo tiempo como si se tratase de su “patio trasero”, con lógicos períodos de altibajos y oposiciones más o menos fuertes. El caso más emblemático fue Cuba que, mientras duró su alianza ideológica con la ex Unión Soviética, intentó exportar la revolución armada a todo el continente.
En los últimos años, el fracaso general del modelo neoliberal impuesto por el Consenso de Washington, sumado a los nuevos desafíos mundiales de Estados Unidos (el terrorismo, Irak, Afganistán), dejó a América Latina con una mayor libertad para buscar alternativas.
Pero eso no significa un divorcio total. Reid recalcó que uno de los grandes desafíos pendientes en la región es reducir la inmensa desigualdad, “que es una de las causas del populismo” que se desarrolla actualmente en algunos países. Reid explicó sin embargo que esa evolución no significa que América Latina, como un todo, se esté distanciando de Estados Unidos. “ George W. Bush no es popular en América Latina, pero no lo es en ninguna parte, tampoco en su casa. Eso no significa que la región rechace globalmente a EE. UU.”, agregó. El experto en Latinoamérica de Oxford, Malcom Deas, coincidió en que “de hecho, la mayoría de los latinoamericanos aún ve en Estados Unidos el camino a seguir”.
Del otro lado del Atlántico, el crecimiento gradual del proyecto de la Unión Europea y el afianzamiento de la democracia en España permitieron a América Latina ganar mayor atención en el bloque, ya sea a través de inversiones, ayuda al desarrollo o programas de cooperación.
Para el profesor Ramón Torrent, Coordinador del Centro de Investigación de las Relaciones entre la UE y América Latina de la Universidad de Barcelona, otra “de las asignaturas pendientes de América Latina es promover el Estado de bienestar”, impulsado en varios países europeos, entre ellos Gran Bretaña. Pero si cultural y socialmente Europa siempre ha sido mirada como un ejemplo a emular con modelos como el francés, el sueco o la socialdemocracia y la democracia cristiana en Alemania e Italia, las relaciones entre América Latina y el Viejo Continente están llenas de desencuentros y malentendidos.
Incluso algunos investigadores, como el profesor Malcom Deas de la Universidad de Oxford, afirman que Europa “no comprende” a América Latina y que por ello tiene que “dejar de dictarle lo que debe hacer”. En efecto, las contradicciones europeas no son pocas.
Un ejemplo: si la UE impulsa con fervor los procesos de integración (Mercosur, CAN, Centroamérica), los europeos muestran al mismo tiempo a Chile como ejemplo a seguir cuando ese país representa el único modelo neoliberal victorioso y curiosamente ha adoptado una política individualista, muy redituable por otra parte. Además, las discusiones entre la UE y el Mercosur están plagadas de disputas sobre los subsidios agrícolas que perjudican a los campesinos más pobres de la región.
 Otro: la masiva llegada de empresas europeas a América Latina llevó a la nueva dirigencia latinoamericana a mirar con renuencia a quienes hablan por un lado de buena gobernancia y respeto de los derechos sociales, y por otro defienden con dureza intereses comerciales de compañías que actúan como las norteamericanas.
La impresión que queda es que la región puede aceptar hoy en día tomar ciertos valores del Viejo Continente (democracia, respeto por los derechos humanos, cohesión social), pero que no está dispuesta a seguir al pie de la letra, como en el pasado, dogmas económicos o políticos.
 Como dice Rouvier, “los modelos fueron suplantados por miradas”. Y por primera vez en mucho tiempo, América Latina parece estar mirándose a sí misma.

MARIANO ANDRADE/ANA MARIA ECHEVERRIA
 AFP

Argentina deja el sueño de ser la ‘pequeña Europa’

Alimentada por la oligarquía terrateniente de principios del siglo pasado y nutrida por una fuerte corriente inmigratoria del Viejo Continente, la ilusión argentina de sentirse la perla europea de América Latina se esfumó a través de las sucesivas crisis económicas que desnudaron su rostro más pobre.
“Europa sigue siendo vista con nostalgia por la clase media empobrecida y por la clase alta, pero es más bien una identificación cultural y no política o económica”, dijo el sociólogo Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría. Durante mucho tiempo, “la percepción fue que el país era más de lo que realmente es, tanto en relación con el mundo como con la región”, explicó.
Aunque la crisis económica de 2001 dejó en claro que “Argentina ya no puede ser Europa”, persiste un arraigo cultural, reconoció. Los argentinos se ufanan de sus antepasados europeos, con mayoría de españoles e italianos, pero poco dicen de sus raíces indígenas tobas, wichis o mapuches.
“Es cierto que a comienzos del siglo XX, Argentina era el país más ‘europeo’ de América Latina por su desarrollo económico y educativo y porque fue el país del continente que recibió más inmigración europea como porcentaje de su población, superando incluso a Estados Unidos”, señaló Fraga. Pero, si hasta los años 60 mantuvo una estructura social similar a la de Europa de posguerra, con una numerosa clase media, desde entonces “se fue deteriorando en el campo político e institucional y económico y hoy es un país cuyo nivel de desempleo, pobreza y exclusión es próximo al de América Latina”, concluyó. Para Fraga, hay una creciente “identificación de Argentina con el resto de los países latinoamericanos como resultado de esta nueva realidad”.
La mirada argentina, tradicionalmente anclada en el Viejo Continente, viró drásticamente en los años 90 de la mano de una política de alineamiento con EE. UU. impuesta por el gobierno de Carlos Menem . El férreo apego a la economía de mercado, con un repliegue del Estado protector y una apertura de todos los sectores productivos, entró en crisis luego de una crisis económica y social que estalló en 2001, hundiendo al país en el mayor trauma de su historia reciente.
Para el sociólogo Ricardo Rouvier, la crisis marcó en Argentina un punto de inflexión que coincide con una “etapa especial de América Latina, donde se produce un renacimiento del nacionalismo dentro de un formato general progresista” en el que Europa y Estados Unidos no son ya modelos a seguir. En la actualidad “no hay modelos”, asegura. “En realidad el mundo está en una larga transición respecto a las hegemonías internacionales”, explicó. Según Rouvier, en el concierto latinoamericano Argentina y Brasil “constituyen países de equilibrio regional frente a un Estados Unidos que no tiene una propuesta actualizada para América Latina y una Europa que ha perdido penetración fuera de sí misma”. Para el sociólogo, “los modelos fueron suplantados por miradas” de interés recíproco y, por primera vez, América Latina parece mirarse a sí misma.

POR SONIA AVALOS
 AFP

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
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