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Domingo 16 de Julio de 2006
 
 
 
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  A 70 AÑOS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
  Dos países a pura sangre y muerte
El 18 de julio de 1936, liderada por Francisco Franco, la España más tradicional se alzó contra la República que buscaba un país más justo y libre. De ahí en más, odio y muerte.
 
 

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Fernando Fernández de Córdoba de plantó ante el micrófono. Luego de una cortina de música marcial, como primer locutor de Radio Nacional de España, leyó el papel que tenía en sus manos.
 –En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, uno de abril de 1939. Año de la Victoria. Firmado: el Generalísimo Francisco Franco.
Sí, la Guerra Civil Española llegaba a su fin a 32 meses de iniciarse aquel 18 de julio del 36, del cual el martes se cumplen 70 años.
Una España ganaba las calles. Otra iniciaba el exilio, iba a la cárcel y por años vivirá perseguida y estigmatizada por aquella otra España.
Ganaba la España conservadora. La España católica de cerrado y sacristía. Tradicionalista. Militarista. España de derechas. España de alta burguesía. Terrateniente y comercial.
“La España de manos bien cuidadas”, le dirá George Orwell a un amigo.
Perdía la España “abierta y generosa” escribirá André Malraux. España de campesinos, de obreros. Socialista. Comunista. Liberal. Anarquista.
“La España que quiere ser”, dirá Pablo Neruda.
“La España de manos callosas, agrietadas, ásperas”, le dirá George Orwell a aquel amigo al regresar de esa España por la cual peleó.
Se había peleado a lo español. Todo o nada. País partido. Sólo vinculado por odio. Tierra que pocos dejaron a la hora del entrevero. Quedarse y salir a buscar al otro.
“¡Esto no es lo que yo quería!”, gritará el célebre Gregorio Marañón cuando aquel 18 de julio del 36 supo que en el muy madrileño Cuartel de la Montaña ya se mataba y se moría.
Había respaldo a la República contra la cual, con Francisco Franco a la cabeza, se alzaba en armas la España de cerrado y sacristía. Pero don Gregorio no quería tiros. Cuando hubo tiros, se fue a París.
Y José Ortega y Gasset armó nerviosamente dos maletas con libros y se fue Portugal. También había respaldado a la República. Pero se asustó. Volverá después de la matanza. Y a boca cerrada convivirá hasta su muerte con la dictadura de Francisco Franco.
Recientes investigaciones hablan incluso de colaboración con esa dictadura (“El maestro en el erial”, Gregorio Morán; Edt. Tusquets).
Se debate hoy si, como escribió Salvador de Madariaga, la Guerra Civil Española fue una “tragedia puramente española” o si hay que darle un marco ideológico más amplio.
Pero no se discute otra sentencia de Madariaga. Esa en la que señala que la sangría fue alimentada por la “escasez de agua” y el “exceso de fuego en el temperamento español”.
Durante 32 meses mandó la guerra. No murió un millón, como desde lo ficcional acreditó José María Gironella en su célebre trilogía de novelas. Pero si algo cercano al medio millón.
Comparada con la guerra que para aquellos mediados de la década del 30 ya se vislumbraba para Europa y el mundo, la española fue un muestrario de horror. “Fue una guerra en miniatura”, escribe el historiador Enrique Moradiellos (“República y Guerra en España; Edt. Espasa).
Pero guerra civil que serpenteó por el mundo.
Y lo dividió. Con Francisco Franco, entre otros, dos socios: Adolfo Hitler y Benito Mussolini.
 El primero enviará la Legión Cóndor de la Luftwaffe, que a poco andar la matanza arrasará la desguarnecida Guernica.
Y Pablo Picasso tendrá otro motivo para seguir construyendo su trascendencia.
Y Mussolini enviará sus entorchados soldados, esos de “¡Ay Carmela”.
Con la República, estará todo el planeta de la izquierda, el anarquismo y el socialismo. También gran parte de las democracias del mundo, aunque con respaldo de desigual textura. Y en apoyo directo acudirá la entonces fiera dictadura que en la URSS ejercía José Stalin.
Y en las trincheras republicanas estarán entre otros Arthur Koestler, George Orwell, John Cornford... trincheras que defenderá André Malraux, revoloteando con su “Escuadrilla España”. Y por ahí, saltando de pozo en pozo, Ernest Hemingway.
Y aquella guerra tocó de lleno a Argentina. Y la partió en dos. Con los nacionales de Francisco Franco y el cerrado de sacristía.
O con la República, con sus contradicciones, pero con la República.
Fue una guerra de todos nosotros. Y hoy en el recuerdo, aún lo es.

Distinto

“La mayor aberración histórica en relación a la Guerra Civil reside en el tópico del todos hicieron lo mismo. El todos fueron iguales es un spot publicitario demoledor, porque equipara a los dos bandos: anula el derecho a la legítima defensa y a la resistencia ante un golpe de Estado; no distingue entre la actuación democrática y la anticonstitucional, ni entre la violencia programada por los sublevados y la provocada en la masa inculta, indignada por la sublevasión.
“En la guerra civil no todos fueron iguales ni hicieron lo mismo, y las razones de la lucha fueron muy diferentes, así como las motivaciones y los métodos. La tesis del equiparamiento a ultranza entre ambos bandos conduce a la aberración de legitimizar por igual el golpismo y la defensa de la legalidad establecida.
“No es que los españoles, en 1936, decidieran pelearse y matarse entre sí, sin más ni más –teoría de la guerra civil– sino que la clase dominante tradicional, instrumentalizando al Ejército, prescindió de la vía democrática y se lanzó al camino totalitario, siguiendo el ejemplo del fascismo emergente en Europa (Italia, Alemania y Portugal). El golpe de Estado fracasó ante una resistencia inesperada, que provocó la revolución y la guerra.
“Así que ni se puede igualar y equiparar la actuación de ambos bandos, ni en ambas zonas ocurrió lo mismo, ni las razones de la lucha fueron similares... ni igual la sublevación que la defensa contra la agresión. Hoy sabemos que la España del Frente Popular (republicana) no estaba conspirando, ni la clase obrera estaba armada, ni existía un problema terrorista.
“La realidad es que la masa obrera se hallaba trabajando y segando en julio de 1936. Es ilustrativa la aclaración de un campesino de Lora del Río (Sevilla) a Granada Televisión (1985): ‘Yo estaba segando el trigo. Vino un hermano a avisarme que los militares se habían sublevado. Dejé la siega y nos fuimos al pueblo’. El reformismo republicano fue rechazado por la clase dominante tradicional. La misma intolerancia mostró la Iglesia contra la corriente laicista que hoy parece normal. Por todo ello, no se puede simplificar el conflicto y mantener que todos fueron iguales, que los dos bandos hicieron lo mismo. Y, por supuesto, la represión no fue la misma, ni cualitativa ni cuantitativamente. La principal diferencia cualitativa entre ambas represiones es que la franquista fue siempre una represión de Estado, programada e impulsada desde arriba. La represión republicana no fue una represión de Estado, sino una acción revolucionaria incontrolada, aprovechando el vacío de poder inicial provocado por la sublevación”.
(Francisco Moreno Gómez, historiador español, en “La Aventura de la Historia”)

“Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos:
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
–sangre en la frente y polvo en las entrañas–
...Que fue en Granada el crimen
sabed –¡pobre Granada!– en su Granada....”

(Antonio Machado en “El crimen fue en Granada”, en recuerdo de García Lorca, asesinado por los fascistas el 19 de agosto del 36, a un mes de iniciada la Guerra Civil Española)

–Rumores de fuego y sangre
estremecen los olivos–
Desde el silencio del pueblo,
ladran los perros perdidos.

Los cañones roncan roncos
con las bocas enlutadas
y en los campos de amapola,
entre espigas mutiladas, danzan besando a los muertos
las estrellas despeinadas.

(Federico De Urrutia en “Suspiro de la noche en el frente”)

 

   
CARLOS TORRENGO
debates@rionegro.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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