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Domingo 16 de Julio de 2006
 
 
 
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  ENTREVISTA: ALFREDO GRANDE
  “Me pregunto por qué la gente se reenamora del monstruo”
El Dr. Alfredo Grande, psiquiatra fundador de ATICO,   Cooperativa de Trabajo en Salud Mental,  presentó en sociedad al Colegio de Psicólogos del Alto Valle. Habló del psicoanálisis implicado, un ‘analizador de la cultura’.
 
 

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Cómo define Alfredo Grande el psicoanálisis?
–Entiendo el psicoanálisis como un analizador de la cultura y en especial de la cultura represora. Y también el psicoanálisis como el propio analizador de la cultura psicoanalítica en tanto se organiza como cultura represora. Hay muchas maneras de definir el psicoanálisis, algunas más desde la clínica, otras desde la teoría, o bien desde la filosofía (que es la lingüística). A mí me interesó más una definición que hace pie en lo político, en el psicoanálisis como instrumento de intervención y de modificación del campo social. Cuando decimos del campo social, decimos sujeto social. Alguien separó alguna vez el psicoanálisis puro del psicoanálisis aplicado. Terrible disociación que sería muy bueno sepultar. Para nosotros esa separación es un artificio. En el análisis profano Freud dice que el tiempo demostrará que la aplicación del psicoanálisis para el tratamiento de la neurosis es apenas una de las aplicaciones posibles y ni siquiera la más importante. En este sentido me ayudó mucho a pensar el sociólogo Roberto Castel, quien escribió un libro titulado “El psicoanálisis. El orden psicoanalítico y el poder”, obra que tiene más de 30 años y donde propone un análisis institucional y político del psicoanálisis, propone pensar cómo el psicoanálisis se organiza neutralizando los efectos políticos del propio psicoanálisis y, a ese psicoanálisis neutralizado, descafeinado, light, lo llamó psicoanalismo.  
–¿Cómo define el psicoanálisis implicado?
–El psicoanálisis implicado no es una forma de terapia sobre la subjetividad individual. Es una forma de entender y enfrentar la vida, como señala en el prólogo de mi primer libro Enrique Carpintero. Es tributario de la psicología social que desarrollara Enrique Pichon Rivière, del análisis institucional y de los escritos teóricos de León Rozitchner y Gregorio Baremblitt. El psicoanálisis implicado deviene analizador de la cultura y de la cultura represora en particular. ¿Represora de qué? Del deseo. La cultura represora reprime el deseo, es decir, reprime el placer. Esta es la palabra, psicoanálisis implicado, que se me ocurrió para hablar de esta forma de entender el psicoanálisis. Todo comienza cuando la marca del institucionalismo comienza a modificar mi forma de pensar.
–¿Cómo fueron estos 20 años de experiencia en cooperativismo desde su disciplina?
–Cuando comencé con la idea de la cooperativa, hace 20 años, muchos colegas me miraron como bicho raro, ahora es más fácil hablar de cooperativismo. Pero entonces, no. No sé si fundar una cooperativa me hace cooperativista. Puedo decir que cuando nació ATICO, empecé a conocer las características de un movimiento y se convirtió en un campo de autoanálisis permanente, donde empecé a escribir la prosa de los dispositivos autogestionarios sin saberlo. Este espacio, el de la Cooperativa de Trabajo en Salud Mental ATICO, ha sido una experiencia para todos los que formamos parte de él, para profesionales y pacientes. Lo interesante es que resultó muy rico para ambos.
–Y en términos de aprendizaje, ¿cómo se traduce la experiencia cooperativa en su disciplina?
–Uno de mis aforismos, que está en mi libro “Lo legal y lo legítimo”, es el siguiente: “Estoy cansado de los especialistas en grupos que no son agrupables”. Hay mucho discurso sobre lo grupal y poca agrupabilidad. Todo lo institucional es una apuesta a la grupalidad. Propongo pensar esto a mis colegas, a mis alumnos. Propongo hacer una travesía institucional sin la certeza de una tierra prometida pero con la convicción de una lucha. La gente, generalmente, se asocia con un fin, a veces ese fin es una lucha en sí misma. La propuesta teórica mía es un nomadismo. Hay que construir instituidos permanentemente, pero esos instituidos tienen que tener la capacidad de destruirse y dar pasos a nuevos instituidos. Ese pasaje de un instituido a otro es a través del instituyente. Deben darse las condiciones para que lo nuevo aparezca. Y es un arte crear esas condiciones. Lo que uno no puede es hacer que aparezcan, garantizar que aparezcan. Creo que no hay que ni enamorarse de los lugares para siempre ni estar siempre de modo fugaz en ellos. En éstos términos tratamos de hacer huella en ATICO.
–¿Cuáles son los ejes de su disertación en el Valle (donde estuvo para presentar en sociedad al Colegio de Psicólogos del Alto Valle)?
–El Colegio de Psicólogos del Alto Valle me invitó a pensar junto con el público de la región algunas cuestiones que hacen al sujeto social hoy, ver un poco esto de cómo se construye la subjetividad en estos tiempos de administración de lo que quedó de la catástrofe. Una línea para pensar el presente. Si tomamos como punto de partida de la reflexión diciembre del 2001, vemos este momento histórico como el fracaso del sistema que se sostuvo para hacer creíble una propuesta y el reacomodamiento al que indujo la crisis y que terminó con la elección del actual presidente y donde el sistema vuelve a ser creíble. Un sistema necesita básicamente credibilidad y, de alguna manera, esto se ha logrado. Este momento ha sido muy interesante y rico en sentido de la reflexión. Personalmente me interesa ver en estos procesos cómo una cultura represora organiza al sujeto, para que, de alguna manera, vuelva a creer. Un ejemplo claro de esto se hizo visible en la relación del sujeto con el sistema financiero. Luego de la crisis, del engaño del sistema financiero a la gente, ésta volvió a confiar, a dejar su dinero en el banco, volvió la fiesta del consumo. Buscamos entender cosas como éstas. Ver cómo se manipula la subjetividad para que la gente vuelva a enamorarse el monstruo. Me interesa analizar esos mecanismos de producción de credibilidad.
–¿Qué vio en estos años de ese sujeto social?¿Y cómo emergió después de la crisis si es que ésta dejó algo más que nuevos olvidos?
–Creo que en los días que transitábamos el pico de la crisis dije y escribí cosas con una carga de pesimismo. Dicen que la diferencia entre el pesimista y el optimista es que el pesimista tiene más información. Es posible, en parte porque las crisis desnudan, traen a la superficie mucho material que estaba allí oculto, latiendo, y que desde nuestra profesión hacía rato veíamos. Un ejemplo para ser más claros. Por aquellos días de diciembre de 2001 se escuchó a miles de argentinos corear una consigna que decía “piquete, cacerola, la lucha es una sola”. Esta consigna siempre me pareció encubridora. La idea de que la lucha era una sola era un mandato porque la lucha no es una sola. Basta con ver lo que siguió después, la clase media se reacomodó y dejó en evidencia que la lucha no era una sola. Pero de todas maneras creo que el punto de inflexión estuvo en eso. El sistema tuvo que recurrir a medidas extremas para restituir la credibilidad. En este sentido el laboratorio del Dr. Frankenstein tuvo mucho trabajo. De allí salieron tipos que parecieron morir tras la crisis y ahora andan vivitos y coleando. Menemistas reciclados a montones. Esto es recuperar, que aquello que fue insoportable vuelva a ser soportable. Por eso hoy la impunidad no se juega en los Etchecolaz; hoy se juega, por ejemplo, en otros personajes que dejaron los 90, como los gerenciadores de AFJP o en las tarifas que imponen las privatizadas, o en las empresas mineras, en la expoliación de los recursos naturales, etc. La profecía “que se vayan todos” a mí me interesó como momento “anti”, pero lo importante es ver qué pasa después. ¿Vino lo nuevo o volvió lo viejo reciclado?
–¿Y  qué pasó después de la crisis?
–Volvió lo viejo.
–Pero volvió con una suma, con una experiencia traumática más, con una marca.
–Sí, con “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Pero no para todos. Algunos volvieron fortalecidos, como el peronismo, y aparecieron frentes con gente que viene del laboratorio de Frankenstein. A todo esto vinieron con un discurso de fondo que decía que teníamos que recuperar la gobernabilidad. Una palabra espantosa. La gobernabilidad es algo así como “gobernar pero que parezca gobierno”. Reina el que administra lo de todos para pocos. La más exitosa forma de reinar es aplicar el terror, los golpistas, la hiperinflación, los que suben la carne, son nombres que en nuestra historia fueron las distintas caras del terror. Yo trabajo mucho con los significantes que dejó la cultura represora porque son muy ilustrativos. Bueno, esa recuperación, la de la “gobernabilidad” es el milagro que logró el gobierno actual.
–Hay marcas en la historia que operan, según un concepto que usted usa, como analizadores históricos. ¿Cuáles serían?
–Movimientos como el Cordobazo, el Viborazo o el Cacerolazo. ¿Cómo funcionó este último analizador histórico?... Otro ejemplo. Durante la crisis apareció el Club del Trueque. El trueque fue una respuesta antisistema financiero, antidinero. Esa fue una respuesta, un nuevo encuadre. Una actitud antipura fue ir a destrozar los bancos y una actitud que siguió a ésta fue el trueque. Fijate, hace poco un abogado rompió un cajero automático porque le “chupó la tarjeta”, por supuesto que hacer eso en este momento no es lo mismo que hacerlo en el 2001. El tipo fue preso y fue ridiculizado. Este episodio, si lo tomás como analizador, demuestra que el sistema financiero, después del 2001, es impune. Todo parece indicar que hoy, otra vez el usuario, el consumidor, está a merced total… Conclusión, de esta cuestión antisistema fuerte que tuvo el 2001, no quedó nada. Pasó todo. Siempre recuerdo que la revuelta del 2001 terminó con Duhalde, el socio de Menem, y con una devaluación brutal. Además de todas las contradicciones que siguieron, tenemos algunas muy contundentes, como el hecho que se impida a Patti asumir pero se deje ocupar una banca en el senado a Carlos Menem….
–¿No cambió nada la crisis del 2001?
–Lo que para mí aparece como cambio cualitativo es que el sujeto social que enfrenta la cultura represora deja de estar asociado, por lo menos de forma automática, con los partidos de izquierda. Se produce un corte entre la militancia social y la militancia partidaria. La cultura represora creo que logró escindir los campos. Si pensamos en la década del 60 y 70 vemos que teníamos, primero la Unión Soviética. El delirio del pensamiento único aún no existía. El sujeto, entonces, ya no es el sujeto de la revolución; la diferencia cualitativa es entonces que hoy la izquierda se quedó sin utopía revolucionaria. Por eso hoy el progresismo habla de “capitalismo serio” y bajo esta idea convocante hoy se unifica a un enorme espectro de banderas pasadas. En el 2001, el movimiento asambleario se resistió a ser “aparateada” por los viejos partidos de izquierda. El debate ya no era burguesía/proletariado, patria/colonia; el debate allí era asamblea/ partidos de izquierda.
–¿A este nuevo sujeto corresponden nuevas enfermedades, dentro de su disciplina?
–En términos generales podría decir que la enfermedad mental tiene hoy otras caras en Argentina, distintas que las que veíamos hace 30 años. Hoy hay adicciones, enfermedades somáticas, cáncer, violencia familiar, abuso sexual, accidentes. Paralelamente a estas nuevas caras, aparecieron otras formas de intervención dentro de nuestra disciplina. Porque la sintomatología desborda la práctica psicoanalítica tradicional. De modo que hay un nuevo sujeto social y nuevas prácticas para abordarlo. En medio, estamos los profesionales vinculados a salud mental, que intentamos acomodarnos a estos cambios.  


El Colegio de Psicólogos del Alto Valle funciona en el centro Holos (Calles Belgrano y Villegas) de General Roca. La Comisión Directiva se reúne el primer sábado de cada mes y propicia un espacio de encuentro, intercambio y formación para profesionales y público en general. Su teléfono es 02941- 430104.

EL ELEGIDO

Alfredo Grande es porteño. Curioso. No hay palabra que no desmenuce. Su look es setentista pero con traje, buen perfume y generoso sentido del humor. Siempre cuenta a sus colegas su camino. Su tiempo de aprendizaje que nunca termina, sus extravíos, su esforzada tarea de ver más allá. De no quedar anclado en una forma, en un concepto o una idea. De no convertirse en un burócrata de su saber, de autoparirse a contramano de la inercia y cambiar su piel con frecuencia para no burocratizar su saber. Quizá algunos datos biográficos ayuden a situarlo: en 1982 fundó el Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio junto a Eduardo Pimentel y, en 1984, fundó ATICO, Cooperativa de Trabajo en Salud Mental.

 

   
 SUSANA YAPPERT
sy@patagonia.com.ar
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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