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Domingo 09 de Julio de 2006
 
 
 
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  ENTREVISTA: TONY BROCHADO
  “Los submarinos nazis no están donde dicen haberlos visto”
El buzo sanantoniense habló con “Debates” de su vida bajo el agua y en la charla no pudo quedar afuera su repaso acerca de la recordada búsqueda de los submarinos nazis en Caleta de los Loros, que a finales de los ‘90 acaparó la atención de medios nacionales e internacionales.
 
 

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Q ué te dejó la búsqueda de los submarinos nazis?
–Sobre todo haberme contactado con Mario Markic y después gracias a él con Guillermo Lobo, lo que me permitió tener participación en TN Ciencia. Y se armó una linda cadena que siempre está generando cosas, como cuando vino Cuatro Cabezas a filmar.
–¿Te obsesionó un poco la búsqueda?
–Y sí, en un primer momento sí.
–¿Y al tiempo qué sensación te dejó?
–Nosotros después de nuestra búsqueda trabajamos con la Armada. Con el sector más preparado, más tecnificado para este tipo de tareas como es el área de Buceo de Puerto Belgrano. Vino el aviso Gurruchaga, gente que había encontrado el Altair. Todo el trabajo de la Armada sirvió para constatar que todo lo que habíamos hecho nosotros acá, con mis compañeros, estaba bien hecho. Donde nosotros encontramos resonancia magnética ellos también lo encontraron. Los resultados daban igual.
–¿Y cuáles fueron esos resultados?
–Yo te puedo decir que en el área específica de Caleta de Los Loros no hay nada. Puede haber más al Norte o más al Sur, más hacia San Antonio o más hacia Viedma, pero enfrente no hay nada.
–Es decir, ¿donde dicen los testigos que lo habrían visto para vos no están?
–No hay nada. Y nadie quiere decir esto. Yo recuerdo productores y periodistas que me han dicho que no sea tan terminante. Alguno me dijo no me pinchés el globo. El único serio en esto es Mario Markic. Me aclaró que él no hace un trabajo científico, sino que sale a buscar testimonios y trabaja sobre el misterio. El me dijo que no hace un trabajo de arqueólogo. Ahora sí te puedo decir que hay submarinos hundidos en las aguas patagónicas. La otra parte de la historia que dice que hubo submarinos nazis aquí es cierta. Pero bueno, la búsqueda de los submarinos me ha servido para vincularme con tanta gente buena...
–¿Tenés ganas de hacer una nueva búsqueda, ya no en Caleta de los Loros sino en algún otro punto?
–Yo lo haría, lo que pasa es que he comprobado que es más redituable hacer el show y no un trabajo sistemático. Los antecedentes de las búsquedas en el mundo son de muchos años. Nadie encuentra un naufragio de un día para el otro. Es sacrificio. Encontrar un naufragio importante significa a veces dedicar toda tu vida a eso. Yo lo volvería a hacer si hubiera una empresa a la que le interese. Pero quién puede tener recursos para afrontar semejante búsqueda. El tiempo que viene va a facilitar las cosas, mediante imágenes satelitales tal vez se pueda alguna vez llegar a descubrir parte de este misterio. Soy optimista, en algún lugar de la costa patagónica van a aparecer.

VIDA BAJO EL AGUA, PARA VALIENTES

–¿Qué es ser buzo?
–Ser buzo es una opción de vida. El 90% lo es porque adora esta profesión. Están los que lo hacen alguna vez al año, en vacaciones. Están los que lo hacen como herramienta para otro trabajo, como los biólogos. Están los marisqueros, que muchos de ellos lo hacen por necesidad. Y estamos aquellos que de chicos empezamos a vislumbrar el deseo de dedicarnos al buceo profesional, aprender de soldadura, salvamento, reparaciones de buques en muelle. Siempre que me preguntan: “¿Qué puedo hacer para ser buzo?” Y si te gusta vas a encontrar el camino.
–¿Ser buzo te da otra mirada del trabajo?
–Te da cierta dosis de tranquilidad y frialdad. El buzo está formado a ese nivel, el que trabaja profesionalmente bajo el agua sabe que tiene que estar preparado para la emergencia.
–¿Has tenido que enfrentar riesgos?
–Muchísimas veces. Fundamentalmente hay que ser responsable. Lo primero es la aptitud física. Luego, una vez que estás abajo del agua, hay que tener un conocimiento pleno de los accidentes que pueden ocurrir. Tener esa cuota de frialdad que te puede salvar la vida.
–Recordanos alguna experiencia de riesgo.
–Una vez con mi compañero Sandro Acosta estábamos haciendo unas muestras cerca de El Buque –al sur de Las Grutas– a unos 25 o 27 metros de profundidad y se cortó el aire de superficie, y tenía que salir.
–¿Estaban con mangueras?
–Sí, y con un compresor en superficie. Yo tenía que tirar una transecta en el fondo para hacer que se juntara allí la fauna. Cuando se cortó el aire, yo esperé porque por lo general se corta por un momento y enseguida vuelve.
–Cuando pasa eso, ¿te das cuenta enseguida?
–Sí, porque hace como una especie de ventosa. Esperé y empecé a tratar de preparar la salida. Hay que estudiar que en el terreno no haya nada que te enganche. El cabo, la transecta no estaba extendida. Estaba como flotando, así que me enredó el regulador –elemento del buzo que va en la boca y que regula el paso del aire–. Yo estaba con un traje seco sin demasiado aire, así que estaba con presión negativa.
–¿Sería un exceso de peso que te mantiene en el fondo?
–Exacto, y cuando fui a salir di dos o tres patadas con las aletas y no me despegaba. Los segundos ahí pasan como el viento. Entonces me pongo en cuclillas y digo: el último esfuerzo va ser para despegar. Una vez que subiera sabía que el traje se iba a inflar por la menor presión.
–Y eso haría más fácil la salida.
–Claro. Y lo logré. Pero si me hubiera desesperado hubiera muerto. Pude ir exhalando suavemente a medida que subía. Después de que se solucionó el problema en superficie, a los cinco minutos, volví al fondo para regularizar todo el organismo tras esa salida imprevista.
–Esos son imprevistos de origen artificial, planteados por los equipos que ustedes usan. Pero la naturaleza también debe plantearles situaciones de emergencia...
–Yo no tuve la suerte que tuvieron mis amigos de encontrarme con orcas. Eso hubiera sido fascinante. Sí me he encontrado con tiburones. Una vez estábamos marisqueando en el Fuerte Argentino. En la última parada de descompresión a unos tres metros de profundidad, el Tana, un buzo amigo, me hace señas para que mire hacia atrás. Era un tiburón. Bastante grande. Llegó y casi me toca y después empezó a girar alrededor nuestro, incluso Tana salió como corriendo al tiburón, fue una cosa casi graciosa.
–¿Pero qué se siente en ese momento? ¿No intentás salir?
–A mí me entusiasma obsesivamente informarme y en toda esa gama de información está cómo uno debe comportarse ante esas situaciones. Y el trabajar en Biología Marina ha hecho que me haya llegado una información buena sobre los animales, que hace que uno sepa que hay que quedarse a disfrutarlo. El miedo viene por el desconocimiento.
–¿Enfrentar con frecuencia situaciones de riesgo te da otra valoración de la vida?
–Sí. Uno valora la vida, porque el buzo cada vez que sale del agua siente una gran satisfacción. No es que no disfrute cuando se mete, pero cuando salís sentís satisfacción porque por más que nosotros queramos ser hombres peces, no lo somos. Le da más valor a las cosas simples de la vida.

EL ELEGIDO

Pelo largo entrecano y barba tupida cubren casi la totalidad de su cabeza. La sostienen sus anchos hombros en los que suele cargar los tubos de aire para cada inmersión. Mirada alegre, tono amigable y paso ágil le permiten aparentar menos años que los que tiene. En su casa lo rodean tinajas, botellas antiguas, restos de barcos y obras de arte.
Tony Brochado nació en Salto Uruguay hace 50 años. Y a principios de los 70 llegó a la Argentina en busca de un futuro mejor.
En el 87 se radicó en San Antonio y pocos años más tarde ingresó al Instituto de Biología Marina y Pesquera “Almirante Storni” para trabajar como buzo.
Además tiene una pequeña empresa particular con la que realiza reparaciones subacuáticas a los barcos mercantes que atracan en el Puerto del Este.
 Le gusta contar historias, escribe poemas y toca la guitarra. Despunta el vicio de escribir sus experiencias bajo el agua en su blog www.vidadebuzo.blogspot.com.

Vivir bajo el agua

Una vida bajo la superficie marina le han dejado a Tony Brochado cientos de anécdotas, algunas cómicas, otras riesgosas , pero siempre fascinantes:
–Una vez habíamos salido desde Las Grutas con Sandro. Hicimos una navegación de 45 minutos más o menos y se nos rompe la pata del motor, a 7 millas de Las Grutas y a tres de la costa más cercana. Y con marea bajante. Remolcamos el gomón, trepando por el fondo, como si fuera un montaña cuya cima estuviera en la costa. Nos atamos unos cabos al gomón e íbamos acostados agarrándonos de las piedras.
–¿Cómo si ustedes fueran el motor de la embarcación?
–Claro. Y así llegamos a la costa. Llegamos de noche y veíamos las luces de la costa. Nos comimos las muestras, vieiras crudas y ostras, porque teníamos mucho hambre.
–¿Cómo es bucear de noche?
–A mí me gusta mucho. Yo tengo un casco con luz en la cabeza tipo minero que me permite ver explosiones de colores.
–¿Te da más placer bucear a baja profundidad?
–El mejor buceo es a poca profundidad. Más profundo hay otras sensaciones. Cuando hicimos el estudio de impacto ambiental para Alpat tuve que bucear en el canal de Punta Villarino a más de 40 metros. Y ahí es otra sensación: de quietud, uno ve grises, cangrejos araña en el fondo, piedras.
–¿Qué es un naufragio para un buzo?
–Y es su sueño, su obsesión, su objetivo final. A mí me obsesiona y me fascina. Cada vez que he podido he buceado en naufragios.
–¿Dónde fueron tus primeras experiencias en barcos hundidos?
–En Salto en el barco el Surubí. Era un buque a paleta como los del Mississippi. Eramos muy chiquitos y buceábamos a pulmón. Sin luneta ni nada. Nos metíamos en la sala de máquinas del barco con una visibilidad de 50 centímetros.
 –¿Alguna vez encontraste un buque hundido que nadie hubiera hallado?
–Sí, en la zona de Isla León cerca de Camarones. Andábamos buscando un submarino. Y, después que terminamos, empezamos a averiguar y nos contaron de otros barcos hundidos. Y fuimos y encontramos una botellita. Al tiempo volví, con Luis Echave que es un apasionado de la historia y averiguamos que se trataba de un barco que se hundió en 1814, que tenía de capitán a un tal Moore y estaba estudiando las nacientes del río Chubut cuando el barco se le hundió.
–¿Se alcanza a ver qué tipo de barco es?
–Está parte del casco de madera. A un barco debajo del agua cuando tiene más de cien años puede haber gente que le pase por encima y no se dé cuenta qué es. Porque se mimetiza con el fondo: se le adhieren tantas cosas que no se nota lo que es.
–¿Tenés aspiraciones de nuevos hallazgos?
–Estoy entrenando gente para que me reemplace en mi trabajo y cumplir algunos sueños. Quiero realizar varias búsquedas en algunos puntos de la Patagonia de donde hemos obtenido algunos datos.

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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