| engo a buscar a los borregos de la Reforma!... ¡Vientos de libertad para mis pibes!”, tronaba el vozarrón de aquel apasionante argentino que fue Alfredo Palacios cuando, tras el golpe del ’43, entraba en las comisarías porteñas a rescatar a los dirigentes de la FUA detenidos por enfrentar al poder militar de turno. Rato después, los “borregos” salían custodiados por la solemnidad que ese socialista siempre le imprimió a su protagonismo. Y si quedaban detenidos, Palacios pedía viandas y les daba clases, de lo que fuera, pero clases en los calabozos. –No perdamos tiempo, estudiemos –sentenciaba. ¿Qué perfiles definen desde lo estudiantil y lo político a los jóvenes dirigentes de la FUC que hoy mantienen acorralada a la UNC? Desde el rendimiento académico, son pocos los que se destacan. En general, se trata de alumnos con desigual entusiasmo por recibirse. En algunos casos llevan años estudiando. La expresión más nítida de este estilo es uno de los dirigentes de la Facultad de Ciencias de la Educación con mayor voz cantante en el marco del conflicto: orilla la década como alumno. Toda una gimnasia. Pero claro, entre las deformaciones académicas de neta estirpe facilista que definen a la UNC, hay una que garantiza vigencia eterna para ese tipo de gimnasia: con sólo aprobar dos materias anuales se mantiene la condición de alumno regular. Insólita claudicación de exigencia. Se complementa con otro facilismo: ingresar debiendo dos materias del secundario y caminar en esta condición durante casi un año. Pero volvamos a la conducción de la FUC. Entre los dirigentes que se destacan como alumnos está Guillermo Martín Martínez, presidente de la FUC. Bordea el egreso como ingeniero. –Inteligente, estudioso, buen sistema deductivo... Claro, en política, muy duro –dice uno de sus profesores al que hay que asegurarle el anonimato. Anonimato, conducta muy pareja en el grueso de los docentes de la UNC a la hora de conversar con el periodismo sobre los entretejidos de la crisis. Especialmente cuando se trata de reflexionar sobre los alumnos. ¿Falta de compromiso? Sí. ¿Miedo? Es posible. Junto a Pablo Kraulec, de la carrera de Historia, Guillermo Martín Martínez lidera el Frente Estudiantil de la Resistencia. Está integrado por muchas emociones sueltas y agrupamientos menores pero muy activos. Entre estos figuran “Grafa Negra” y “Colectivo de Trabajo” que abrevan en un anarquismo poco doctrinario pero leal al principio casi dantoniano de “Acción, acción y más acción”. Tres son las fuerzas políticas que alientan y monitorean la toma de la UNC mediante sus alfiles estudiantiles: • Partido Comunista Revolucionario (PCR), maoísta y, en un pasado argentino no muy lejano, fanático isabelista. Un tiempo en que, sin embargo, vio asesinar a varios de sus máximos dirigentes nacionales –Enrique Rusconi, por caso– por parte de las huestes del socio de Perón e Isabel: José López Rega. El brazo universitario del PCR es la Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA). • Partido Obrero (PO), trotskista, con sus discípulos de la Unión de Juventudes Socialistas (UJS). Y en el mundo piquetero, Polo Obrero. • Partido de Trabajadores por el Socialismo (PTS), que a la hora de nutrirse ideológicamente mezcla todo lo que estima saludable para mantener vivita y coleando una fatigada y veterana aspiración: “Revolución ya”. La inserción universitaria del PTS es “Clave Roja”. Pero en general, a la hora de trabajar decisiones en el frente interno de la FUC, “Clave Roja” cuenta con un aliado de convencimientos pétreos: el Frente Estudiantil de la Resistencia que timonea Guillermo Martín Martínez. Un joven que se niega a hablar con algunos periodistas de este diario: –Forman parte del problema de la UNC –señala. Pero si PCR, PO y PTS forman desde lo político el núcleo duro en la conducción de la FUC, no quiere decir que estén solos. Desde una mayor flexibilidad de posturas gobiernan junto a los remanentes de lo que por años fue en la universidad argentina el Movimiento Nacional Reformista (MNR) nacido en el viejo tronco del Partido Socialista. En la UNC, el MNR se expresa vía dos líneas: APE y Democracia Estudiantil Movilizada. Compaginan su pensamiento mediante una cosecha de ideas donde se sazona socialdemocracia y el viejo y noble ideario del socialismo argentino. Y también está en la conducción de la FUC, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, trotskismo suave, ajeno a aspiraciones de verdad única en materia de revolución. trotskismo despintado, en todo caso. Los vientos de la historia borraron de la política universitaria en la FUC a las otrora decisivas Franja Morada (radical) y Juventud Universitaria Peronista. A la primera, sólo le quedan dos entripados grupos de estudiantes sin mayor voluntad de poder. Uno afinca en Roca. Reconoce en el gobernador Miguel Saiz su máxima referencia de significación política y a legisladora María Inés García, la que los ayuda para que sigan existiendo, aunque sea en vida vegetativa. El otro lote de franjistas deambula por el Centro Regional Universitario de Viedma. De tanto en tanto se reúnen con el presidente del bloque oficialista, Bautista Mendioroz. Este les baja línea e inyecta entusiasmo. Pero ni los pibes ni Mendioroz saben para qué. Y Viedma y Roca parecen ser el lugar para reunir a los nostálgicos de un poder que ya no es. Porque en ambas ciudades también vegeta la JUP. Y hay un dato interesante que marca la debilidad institucional que tiene el poder del ala más dura de la FUC, o sea el bloque “tomista”: de los 27 miembros que integran la Asamblea de Claustro Estudiantil –27 sillas–, sólo tiene 14 seguros. Definidos tras elucubrador y denso ejercicio mental de “minoría intensa” por parte del historiador Gabriel Rafart, y de prosaica “barra brava universitaria” por el abogado Rodolfo Ponce de León, en los hechos los “tomistas” hamacan, según su humores, la crisis de la UNC. Detrás de ellos, siempre al alcance para la reflexión, hay profesores, por supuesto. Ahí están, entre otros, el historiador Carlos Gende, el filósofo Edgardo Datri y el contador Juan González. Y no distante, un no docente con dilatada experiencia en el PCR, Tiscornia. Lo más activo del “tomismo” no supera los 150 estudiantes. Gestionan la crisis desde una simbiosis muy firme de audacia y acción. Una línea que avanzó por la llamativa omisión del grueso de una comunidad universitaria que orilla los 30.000 integrantes, 26.000 de ellos estudiantes. Hoy la Facultad de Ciencias de la Educación está tomada por no más de una docena de estudiantes. Y durante varios días Turismo fue ocupada por no más de diez militantes. Un día el “no tomismo” se agrupó y los echó. Ingeniería fue recuperada a la fuerza por el “no tomismo” que, para mantener normalizada la facultad, montó un complejo esquema de guardias y reaseguros. Patología, mucha patología en la UNC. El discurso “tomista” busca en la Reforma Universitaria del 18 su comparación épica. Desde una formación histórica lamentable, quiere ser el mejor producto que arrojó aquel movimiento. Para el “tomismo” la UNC como estructura académica es medioevo puro. Un cerrado de sacristía que ahoga al espíritu. Entonces, el “tomismo” reclama “democratización” de la universidad. Insólito reclamo en una universidad que integra a los alumnos incluso en los jurados para designar cátedras. El discurso “tomista” es además profundamente prejuicioso. Excluye lo distinto con asombrosa agilidad y desprecio. Y siempre le acredita las más aviesas intenciones. Poco resta para que lo distinto sea, como en los ’60, “agente de la CIA”. El discurso “tomista” no hace de los contenidos académicos un tema esencial a debatir. Se queja –con razón– de la dependencia que tienen los cursos de los ayudantes sin la mayor aparición de los titulares. Y critica el “tomismo”, sin duda también con fundamento, la carencia de concursos para profesores. Una carencia que sirve para reciclar anualmente una cultura de privilegios muy enquistados en la FUC. Pero más que una expresión universitaria destinada a mejorar académicamente a la UNC, el tomismo es un hecho de poder. Es una cosmovisión muy extrema de la acción política que, en este caso, toma como blanco rentable a la UNC. Toda una cultura se regentea fundamentalmente en Neuquén. Un escenario que desde lo ideológico fue impecablemente desmenuzado días atrás por la contadora Norma Noya en páginas de este diario. Una cultura maximalista, fundada en en el “todo o nada”. Cultura del “cuanto peor, mejor”. Una cultura con historia trágica en una Argentina no muy lejana. Y que se despliega con nubarrones muy negros sobre el futuro de la UNC. Quizá ya inexistente. CARLOS TORRENGO debates@rionegro.com.ar |