"La intervención militar de 1966 no se planteó como una medida correctiva y transitoria destinada a reordenar conflictos preexistentes. A diferencia de los golpes anteriores, esta vez se aspiraba como lo sostiene Marcelo Cavarozzi en 'La Argentina militarizada' a 'reformular principios mismos de acuerdo con los cuales se ejercía la autoridad gubernamental'. Además de la presencia de acontecimientos detonantes, su ocurrencia dependió de la producción de un consenso alternativo que reformulase los principios mismos de legitimidad del poder político". (Catalina Smulovitz en "La eficacia como crítica y utopía. Notas sobre la caída de Illia"; Revista Desarrollo Económico, número 131, 1993) ALGO "ESTA CLARO" "Está claro que el radicalismo, fiel a sus características centrales, sabía que el requisito de identificación con las aspiraciones profundas de la sociedad no estaba plenamente satisfecho y que las campañas sicológicas contra la 'lentitud' del gobierno de Illia prendían mejor en la ansiedad inmediata de la sociedad que los frutos objetivos de la obra de gobierno. A mi juicio, no se trataba sólo de un problema de incomunicación gobierno-sociedad como tantas veces se ha dicho, sino de una insuficiencia de la madurez política del cuerpo social que no había terminado de absorber las contundentes lecciones del facilismo". (Daniel Larriqueta en "La economía radical en la tempestad"; Edt. Sudamericana, Bs. As., 1988, pág. 83) CONTRADICCION "Ricardo Illia le brindó a la democracia de tipo progresista una de sus mejores oportunidades en la historia de la Argentina, ya que, en mayor medida que sus predecesores, concedió libertad al movimiento sindical, toleró a los medios de comunicación que nunca dejaron de cuestionar su capacidad y respetó los derechos de los opositores políticos y de los diversos sectores que intentaron tenazmente socavar su gobierno. Además, en la primera oportunidad que se le presentó, permitió que los peronistas interviniesen en el proceso electoral. Tenía la esperanza de restaurar la confianza del público en las instituciones democráticas, alentando la tolerancia en todos los terrenos y promoviendo la resolución pacífica de los conflictos internos. Sin embargo, debido a su exagerado y obcecado partidismo, sólo logró agravar la alineación y la desconfianza de los partidos políticos y de los grupos de interés cuya colaboración tanto necesitaba para hacer funcionar una democracia progresista. En esta última instancia, Illia fue víctima de su propia ingenuidad: creía que al ganar las elecciones, la UCRP podría gobernar una nación plagada de conflictos sin la ayuda de aquellos a quienes había vencido por un estrecho margen en las elecciones de 1963". (Gary Wynia en "La Argentina de Posguerra"; Editorial de Belgrano, Bs.As., 1986, págs. 177/176) OBSTACULO "El obstáculo más grave con que tropezó el gobierno de Illia fue el escepticismo que atravesaba el cuerpo social argentino sobre la viabilidad de la democracia. La sociedad estaba embelesada con la seducción de una vaga 'revolución nacional' que superaría los permanentes enfrentamientos y pondría en marcha al país en un gran emprendimiento apoyado por todos". "Poco podía hacer Illia contra esa ilusión colectiva. Por otra parte, el espectáculo del mundo en la década de 1960 parecía corroborar la necesidad de un gran cambio, aun a costa de olvidar la democracia". (Félix Luna en "Fuerzas hegemónicas y partidos políticos"; Edt. Sudamericana, Bs.As., 1988, págs. 113/114) INCLINACION "El transcurrir de los años del gobierno Radical del Pueblo inaugurado en 1963 sirvió para reforzar las tendencias que habían sido preanunciadas por los episodios que rodearon la caída de Frondizi en 1962: la cada vez más decidida inclinación de la gran buguesía y de los sectores liberales a apoyar la instalación de un régimen no democrático, la escasa predisposición de los sindicalistas peronistas a contribuir a legitimar y estabilizar gobiernos semidemocráticos que continuaban proscribiendo a su movimiento y el progresivo 'deslizamiento' autoritario de las fuerzas armadas". (Marcelo Cavarozzi en "Autoritarismo y democracia"; Edt. Ariel, Bs. As., 1997, pág. 48) "PERDON" No fueron pocos los mandos militares de significación que, tiempo mediante, se arrepintieron de haber derrocado a Arturo Illia. Algunos de ellos tocaron timbre en la casa de aquel presidente y, directos, le dijeron: Perdón señor... Otros apelaron a declaraciones públicas y cartas dirigidas al Illia. Claro, algunas de las disculpas llegaron tarde para los oídos de Illia: había muerto. En 1988, el teniente general Agustín Lanusse declaró que su participación en el golpe "fue el error más grave" que cometió en su vida. "Con más de un año de antelación ese golpe de Estado había sido promovido, alentado y hasta programado abiertamente por los más diversos sectores de la ciudadanía. La pasividad o no adopción de oportunas y eficaces medidas por parte de las autoridades competentes, en particular el Poder Ejecutivo, me llevan a dudar aún hoy de su real decisión de cumplir con su obligación de 'hacer observar fielmente la Constitución Nacional'. Pero esto no explica ni mucho menos justifica mi proceder", o sea la determinación de ir por el golpe militar. Otro de los mandos que revisó su postura en relación a aquel hecho fue el coronel Luis Perlinger. Este, en la madrugada del 28 de junio del '66, acompañó al general Julio Alsogaray a la Casa Rosada para pedir a Illia que abandonase el poder. Illia miró a Perlinger y el dijo: "Sus hijos se lo van a reprochar". "Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo... su último acto de gobierno fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional. Estas líneas pretenden condensar mi pedido de perdón por la acción realizada en 1966 y mi agradecimiento por la lección que usted me dio", escribió Perlinger en una carta a Illia. |