El próximo 28 de junio se cumplirán cuarenta años del golpe de Estado que, con poco de argentino y menos de revolucionario, se autoproclamó como "Revolución Argentina" y derrocó al presidente Arturo Umberto Illia. El 7 de julio de 1963, acompañado por Carlos Perette como vicepresidente, Illia se había impuesto con el 25,15% de los votos. Tres meses más tarde, el 12 de octubre, asumió la Presidencia designando, entre otros, a Juan Palmero como ministro del Interior, a Carlos Alconada Aramburu en Justicia y Educación, a Miguel Zavala Ortiz como canciller, a Miguel Ferrando como ministro de Obras Públicas, a Arturo Oñativia como ministro de Salud y a Eugenio Blanco como ministro de Economía. Este último, que había integrado el gabinete de Aramburu, moriría repentinamente y sería reemplazado en agosto de 1964 por Juan Carlos Pugliese. En su primer mensaje como presidente Illia expresaba: "...iniciamos hoy, con el juramento que acabamos de prestar, una nueva etapa en la ya larga lucha por afianzar definitivamente en la Argentina los principios de la democracia y de la libertad... La democracia argentina necesita perfeccionamiento; pero que quede bien establecido: perfeccionamiento no es sustitución totalitaria...". Sin embargo, grupos de intereses muy fuertes no se sentían convocados cuando el nuevo presidente afirmaba que "todas las fuerzas políticas participan desde hoy, en mayor o menor medida... en el gobierno de la cosa pública". Sindicalistas peronistas, militares nacionalistas y liberal-conservadores, grupos financieros, grandes empresarios, sectores ultracatólicos (cursillistas y miembros del Opus Dei) y conocidos periodistas mostrarían rápidamente su decisión de terminar con una "democracia formal" que no respetaban y en la cual no se sentían representados. En el Mensaje de la Junta Revolucionaria al Pueblo Argentino, el 28 de junio de 1966, se decía que "...era indispensable eliminar la falacia de una legalidad formal y estéril bajo cuyo amparo se ejecutó una política de división... y renunció a la autoridad de tal suerte que las Fuerzas Armadas, más que sustituir un poder, vienen a ocupar un vacío de tal autoridad y conducción antes de que decaiga para siempre la dignidad argentina...". Hoy, a cuatro décadas, resulta aún complejo comprender la pasividad de la sociedad ante el golpe. Durante aquel gobierno, las profundas convicciones democráticas del presidente se reflejaron en el más absoluto respeto a las libertades, a todos los poderes del estado y a los gobiernos provinciales. Adicionalmente se obtuvieron importantes logros en materia económica. Entre las primeras medidas adoptadas figura la supresión de las restricciones que existían sobre la actividad política del peronismo; a sólo cinco días de haber asumido, el nuevo gobierno permitió la realización de un acto público de recordación del 17 de Octubre y en 1965 esa fuerza política participaría ya libremente en el proceso electoral; también se levantó entonces la proscripción que pesaba sobre el Partido Comunista. No se intervino ninguna provincia, no se apeló en ningún momento a la declaración del estado de sitio y jamás el presidente intentó modificar el número o la integración de la Suprema Corte de Justicia para tener influencia sobre ella. LA ECONOMIA RADICAL El agudo proceso recesivo de 1962/63 llevó al gobierno a diseñar una estrategia de política económica para recuperar el nivel de actividad mediante la combinación de instrumentos monetarios y fiscales expansivos. Asimismo se fijó como objetivo el aumento del salario real, fuertemente deprimido en los años anteriores, lo cual coadyuvaría también a expandir la demanda interna. Los resultados obtenidos fueron realmente muy buenos. La tasa de desempleo abierto pasó de un 8,8% en julio de 1963 a un 5,2% en 1966. El Producto Bruto creció significativamente en términos reales (un 10,4 % en 1964 y un 9,2% en 1965). La evolución del sector industrial fue más importante aún, ya que aumentó su producto un 18,7% en 1964 y un 13,8% en 1965. Esta evolución económica favorable se verificó con una tasa de inflación que, si bien fue elevada, no difería significativamente de los valores que ya venían observándose en la economía argentina. En relación a la participación de los asalariados dentro del Ingreso Total, según un informe del Banco Central era del 36,5% en 1962 y alcanzó más del 41% en el año del golpe. Finalmente, y en relación al sector externo, el comportamiento de la economía también fue positivo. Tanto en cuanto a las exportaciones, que mostraron un crecimiento muy importante, como en lo referido a la reducción de los pasivos internacionales de Argentina. LAS RAZONES DEL GOLPE La ausencia de razones objetivas, que permitan explicar el golpe desde la perspectiva de la situación económica, lleva a advertir que las causas fueron de naturaleza estrictamente políticas. Ellas se sintetizan en el accionar sistemático de los sectores que comenzaron a conspirar desde el primer día contra el gobierno y que terminarían frustrando una oportunidad histórica para lograr la consolidación institucional y del sistema democrático argentino. Los dirigentes gremiales desarrollaron un rol preponderante en la generación de las condiciones subjetivas del golpe. La CGT ejerció una durísima oposición y lanzó un Plan de Lucha con un nivel de agitación sindical que se reflejó en un número muy importante de huelgas y tomas de fábricas durante 1964. Además, la promulgación de la ley sobre medicamentos (Ley Oñativia) y la anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi generaron fuertes rechazos de los sectores vinculados al capital extranjero. Muchos de los más importantes medios de comunicación se sumaron a la tarea de desprestigiar al gobierno. Se instaló la imagen de que el presidente era lento y débil y hasta se le puso el mote de "tortuga". Destacados periodistas trabajaron conscientemente para derrocar al gobierno. Mariano Grondona, desde las revistas "Primera Plana" y "Confirmado", y Bernardo Neustadt, desde "Todo", contribuyeron en forma determinante para alentar la ruptura del orden constitucional. Finalmente, y en un clima creado para justificarlo, el 28 de junio a las 5:30 de la mañana una delegación militar y efectivos de la Policía Federal desalojaron al presidente y a algunos de sus colaboradores que se encontraban en la Casa Rosada. Argentina comenzaba a deslizarse peligrosamente hacia el abismo de violencia y dolor que transitó en su historia posterior. En lo económico, más allá de sus alardes nacionalistas, la Revolución Argentina significó un importante proceso de extranjerización y concentración de la estructura productiva. En lo intelectual, la intervención de las universidades y la represión desatada determinó la huida del país de numerosos docentes e investigadores eminentes. Tiempo después, muchos de los protagonistas del golpe se arrepintieron (el militar encargado de desalojar al presidente o el mismo Grondona, que hizo una autocrítica pública), pero ello no puede ocultar que la mayoría de los argentinos presenció pasivamente, cuando no acompañando entusiastamente, el fin del gobierno de Illia. Quince días después del derrocamiento el país se entretenía comentando los dos goles de Artime a España, en el debut argentino del Mundial de fútbol en Inglaterra. El 29 de julio de 1966, la represión a estudiantes y docentes en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (la "noche de los bastones largos") encontró a buena parte de los argentinos más preocupada por discutir la derrota de la selección nacional de la semana anterior, en Wembley, que el carácter del golpe. Cuando los jugadores volvieron al país, un general digno de una novela de realismo mágico latinoamericano los recibió usurpando el cargo de presidente, mientras los medios seguían comentando la injusta expulsión de Rattín y su actitud de sentarse en la alfombra roja de la reina de Inglaterra. La sociedad argentina ya parecía no recordar que, apenas unas semanas antes, el encargado de despedir y desear suerte a esos deportistas había sido un presidente honesto, austero y razonablemente eficiente. ¿No será esta "amnésica conducta" una explicación de por qué nos han ocurrido ciertas cosas? |