| Tengo la impresión de que su libro “La economía radical en la tempestad” es el mejor aporte que desde la investigación histórica se hizo para desentrañar las razones de la pérdida de gravitación del radicalismo... –En realidad, y para no confundir al lector, son dos libros en uno: uno sobre el poder, otro sobre ideas. Yo digo en el prólogo que se pueden leer separados aunque, claro, se condicionan. Todo en el marco, claro está, de mi convicción de mirar la historia desde el rol soberano que tiene la política. –¿Soberano en sentido de qué? –De su misión fundadora. –¿La “Causa”, la “Misión” de la que hablaba Yrigoyen? –El caso del radicalismo es, desde esta perspectiva, muy elocuente respecto del cumplimiento de cierta misión fundadora: su sentido histórico se funda en nacer peleando en favor de la soberanía popular, los derechos humanos y las libertades públicas. Desde su origen ha sido custodio de esas virtudes que, a partir de 1983 –tras la dura experiencia histórica que habíamos acumulado los argentinos–, se convierten en patrimonio de todos los partidos... ¿Pero qué sucede? Al ser esos valores patrimonio del conjunto de la política, el radicalismo pierde perfil... –¿Qué alcance tiene el término perfil en este caso? –Pierde perfil de diferenciación en la sociedad. Los valores que comulgó a lo largo de décadas son compartidos por el conjunto de la política. –¿Perfil de diferenciación en términos de propuestas? –Exactamente. Yo soy del convencimiento de que los partidos políticos deben cumplir continuamente, y así lo digo en el libro que usted mencionó, con dos requisitos muy exigentes: identificación con las aspiraciones de la sociedad y diferenciación en relación a las propuestas de otras fuerzas políticas. –Pero más allá de la pérdida del requisito de diferenciación, lo que parece más nítido de cara al radicalismo es que se vació de poder. ¿Qué pasó? –Miró la política en términos que exceden la coyuntura... La situación del radicalismo tiene que ver con la mudanzas que se dan en Argentina en materia de sistema político. Está cambiando. Hoy no tenemos partidos políticos. El radicalismo tiene mucha gente noble y estructuras a lo largo y ancho del país... Aquí es lo que más se parece a un partido político, aunque tenga pocos votos. Sin embargo, el hecho de que Kirchner procure llevar a un vicepresidente radical y de que Lavagna –si es que va de candidato a la Casa Rosada– tenga la misma intención, es una buena prueba de cómo está cambiando la política en el país. Esto no quiere decir que el radicalismo no pueda resurgir, pero para hacerlo es preciso que cambie. –Sin embargo el radicalismo está bajo la sospecha de carecer de ideas concretas para el manejo, por caso, de la economía. Hay sensación de que puede lograr el poder y luego no saber qué hacer con él. –Yo no creo que sea así. Y sin remontarme a la historia –como para poder decirle que a mediados de la década del ’40, con la Declaración de Avellaneda, el radicalismo hizo doctrina con las nuevas ideas económicas que emergían tras la guerra y que asumió el peronismo cuando llegó al poder–, sin querer arrancar ahí, le digo que durante la gestión de Alfonsín el radicalismo fue partidario de avanzar en las políticas de privatizaciones bajo un principio de mejorar la prestación de servicios y liberar recursos de capital del Estado colocados ahí para invertir en otros planos, todo en un momento de gran endeudamiento externo y de escasez de capitales. Pero no pudimos hacer nada... esas privatizaciones las hizo Carlos Menem. Mal, pero las hizo. Lo virtuoso de que el Estado se desprendiera de estructuras muy pesadas se logró. ¿Cómo se podría hoy hacer política sin entender que el superávit primario del Presupuesto Nacional es, en una medida significativa, el resultado de esas privatizaciones?... Esto suele ser difícil de reconocer por parte de los políticos, fundamentalmente porque ‘privatizaciones’ está encajada como mala palabra... Pero las empresas del Estado generaban un punto y medio del PBI en concepto de déficit en los años ’90/91 y hoy aportan dos puntos del PBI en Impuesto a las Ganancias y en el IVA... Fuimos los radicales los que impulsamos esos cambios. Yo mismo logré privatizar ATANOR y terminamos de privatizar el Grupo Siam... ¡No me vengan con eso de que el radicalismo no tiene ideas para manejar la economía!... –¿Por qué no avanzaron?... Durante largo tiempo Alfonsín tuvo mucho poder. –Porque Argentina tiene un hijo bobo: el sindicalismo. La privatización le quitaba poder... la Argentina corporativa, que sí pudo enfrentar Menem en una coyuntura muy especial. Aquel fiero ’46 “La derrota electoral de 1946 provocaría una inmensa conmoción en el partido (la UCR integró la Unión Democrática, alianza derrotada por Juan Perón). Era la primera vez, desde su fundación, a más de medio siglo, que el radicalismo era derrotado en una elección que, aunque acompañada de restricciones y de un clima de violencia, no podía considerarse viciada de nulidad. “En otras palabras, la certeza casi mítica de que el radicalismo era la fuerza mayoritaria y el cauce de las inquietudes nacionales se había derrumbado. “La derrota produjo el cambio de conducción y la revisión doctrinaria. La primera reacción fue, por supuesto, preguntarse dónde se había violado el requisito de identificación, vale decir, por qué el partido ya no expresaba los deseos mayoritarios de la sociedad. “Sería conveniente discutir si no hubo en aquella derrota una crisis del requisito de diferenciación ya que la Unión Democrática presentó al radicalismo demasiado pegado a otras fuerzas políticas, pero es casi seguro que la hubo. “Pero por lo que aquí interesa, es la crisis del requisito de identificación lo que va a tener una función principal. Si el pueblo ha optado por el peronismo, el partido perdedor tratará de comprender hasta qué punto las postulaciones del peronismo se identifican mejor con las aspiraciones populares que las suyas propias. “De aquí arranca el difícil ejercicio de una oposición parlamentaria que hará historia, con el bloque de ‘los 44’ diputados nacionales. “Es en esta etapa del primer gobierno peronista cuando se puede ver crecer con nitidez el juego armonioso de las categorías centrales del partido, referidas a la libertad, a la par del requisito de identificación con una sociedad que ha elegido al peronismo como partido gobernante. “En pocas palabras, debe decirse que las numerosas y riquísimas intervenciones de los diputados radicales en los debates sobre las reformas económicas del peronismo acompañaron las tendencias profundas de la sociedad, pero marcando dentro de lo económico mismo un empeño por preservar las libertades, la descentralización del poder y el federalismo. “Gabriel del Mazo recoge expresiones de los diputados Frondizi y Baulina que muestran una perfecta coherencia con el viejo principio yrigoyenista de la acción del Estado en defensa de la libertad: ‘Mientras en un sector de la economía haya actividad privada, debe mantenerse el principio de competencia, pero cuando la competencia desaparezca por la acción del monopolio, es absolutamente ineludible la intervención del poder público, porque la actividad monopolista de tipo privado es siempre contraria a los intereses del pueblo’”. (Fragmento de “La Economía Radical en la Tempestad”, Daniel Larriqueta, Edt. Sudamericana). EL ELEGIDO Daniel Larriqueta tiene 66 años que no aparenta. Cuida su físico y salud con maniática exigencia. Sobrio en el estilo –aunque use remeras muy juveniles–, muy culto, siempre bien dispuesto para el diálogo, Larriqueta cultiva su intelecto desde una formación que se distingue por algunos privilegios: ser alumno, en su largo paso por Francia, de Raymond Aron. Fue Aron, precisamente, el que un día en el París de los ’70, le dijo: –Si no sabe qué hacer, escriba un libro... –Me lo dijo en noviembre del ’78, a modo de corolario de una larga conversación sobre el destino frustrado de la Argentina –reflexiona hoy Daniel Larriqueta. Amante de la historia Argentina, la explora y publica sobre ella con estilo directo y enorme disposición a la ironía, desacralizando conductas y procesos con llamativa agilidad de pensamiento. La literatura no le es ajena. Su novela última, “La Furia”, nos planta ante una sociedad argentina muy reciente, a la que Daniel Larriqueta le desmenuza comportamientos en situaciones muy extremas. Ahí Larriqueta adquiere más dimensión de psiquiatra que del economista que es. |