MADRID (DPA).- Quizá sea cierto que no hay nada más frágil que la memoria. Sin embargo, pocos habrán logrado olvidar cómo vivieron aquel 11 de marzo de 2004, cuando tres trenes volaron por los aires los sueños de cientos de personas dejando una imborrable mancha de sangre a las puertas de Madrid.
Casi cinco años después, Ricardo Menéndez Salmón se atreve a plasmar en "El corrector" (Seix Barral) la crónica de las horas que transcurrieron durante esa aciaga jornada, desde el estupor de los primeros momentos hasta la indignación que se fue apoderando de los ciudadanos, impotentes ante su necesidad de saber.
Aquellas primeras imágenes que proyectaba la televisión "eran como entrar en un videojuego, en una película", cuenta Menéndez Salmón en una entrevista con DPA. Pero esta vez la realidad no sólo superaba la ficción sino que además "era más urgente que la información".
Son muy pocos los escritores que han desafiado la barrera del tiempo, esa "cuarentena" necesaria para poder indagar en los peores atentados terroristas de la historia de España.
También Menéndez Salmón reconoce que sintió cierta "prevención" cuando se lanzó a ello en el 2005, no tanto por los cabos sueltos de la investigación, entonces en curso, sino por el dolor de una herida "que no se cerrará nunca".
"Me preocupaba todo eso, pero creo que los escritores han de propiciar una reflexión sobre el momento histórico en que viven que sirva para acercarnos al tema con naturalidad", explica el autor, nacido en Gijón en 1971. Es necesario aceptar "un diálogo sin acritudes y que el arte aporte su visión al respecto".
Además, hay también una cuestión generacional: "Creo que a los nacidos entre los '70 y los '80 la historia de España nos ha sido dada, nos sentimos poco protagonistas de ella, no nos vemos como sujetos activos", confiesa el joven escritor.
Para quienes no vivieron la Transición o eran todavía niños, explica, el 11-M supuso la primera gran sacudida que conmocionó el país y generó movilizaciones sólo comparables con las del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA.
Así, "la sociedad española ejerció una especie de corrección" al discurso informativo articulado desde el poder, a las erratas del texto narrado por los políticos. "Lo que irritó fue que se nos hurtara la verdad", sostiene Menéndez Salmón. No obstante, "El corrector" no pretende ser un ajuste de cuentas con los gobernantes que gestionaron la información durante el 11-M y los días inmediatamente posteriores. "Mi desconfianza engloba a toda la clase política", aclara el autor, para quien "los políticos son sumamente perversos".
El libro trata más bien de acercarse al horror de esa jornada desde el día a día de las personas anónimas, huyendo de la rabia y apelando al amor, la familia y la amistad como bálsamo contra las heridas. "Durante aquellos días todos buscamos un recinto donde protegernos contra las inclemencias", afirma Menéndez Salmón. "Son la parte íntima a la que uno acude cuando la realidad le golpea".
De este modo, el autor retoma los temas que vertebraban sus anteriores novelas, "La ofensa" y "Derrumbe", con el mal en forma de terror y el miedo como "la campana bajo la que vivimos". "El miedo es la ideología dominante de nuestro tiempo", ejerce una acción "paralizante" en la sociedad y funciona "como mecanismo de control que genera sujetos gregarios, pasivos", sostiene.
Quizá en esa "constelación del miedo" Menéndez Salmón sintió con "El corrector" que se le imponía la realidad. El libro "salió a buscarme, no yo a él", afirma. "Ojalá nunca hubiera tenido que escribirlo".