Julio Florencio Cortázar sintió por el boxeo una pasión que lo llevó incluso a subir al ring para pelear como amateur. Flaco. Alto. De brazos largos, huesudos, duros a la hora de las piñas.
Tiempo atrás, en la revistada "Sudestada" el periodista Carlos Irusta, director de "Ring Side", escribió:
"Yo lo conocí a Julio. Tuve esa suerte una noche en el Luna Park. Él, sentado en la primera fila de ring, de espaldas a la calle Bouchard, el ángulo que da a Corrientes. Yo, de rodillas -ojo: para no molestar a la gente- en el extremo de un larguísimo cable que hasta ahí llegó. Hacía notas para Radio Splendid y andaba por los 23, 24 años. Julio no me quiso dar la nota, así que cuando vi su firma en "El Gráfico" -revista a la cual luego yo ingresaría como colaborador- sentí una bronca bárbara. Pero se me pasó enseguida. Sus escritos sobre boxeo son bárbaros. Especialmente el de 'La noche de Mantequilla'. Una vez me tomé el trabajo de extractar solamente la parte pugilística, despojándolos del resto, y resultó eso: una crónica bárbara. Es imposible imaginárselo con su desgarbo metiéndose en la carpa de la Ville de Puteaux, donde se hizo la pelea entre Monzón y Nápoles, pisando con cuidado las maderas flojas que hacían caminito. Por más que busqué, ninguna crónica informa si estuvo o no, pero todo indica que sí, que simplemente entró como uno más, para disfrutar la pelea.
"Como Ernest Hemingway, como Norman Mailer, como tantos otros, Julio amó el boxeo. Empezó a amarlo desde que escuchó por la radio la pelea de Firpo frente a Dempsey ('Uno de los acontecimientos más extraordinarios de este siglo', dijo) y lo amó más, es de imaginar, cuando escuchó en su Mariano Acosta (¡si lo vieras hoy Julio!) las aventuras del Torito de Mataderos. Julio, en el ring, hubiera sido una especie de Nicolino Locche, burlón y hasta cariñoso con su rival, engañándolo con fintas elegantes, como hace con sus lectores; haciéndolo partícipe del engaño: 'Ahora te muestro mi cara, aquí está, ¿la ves? Pegame. No, ahora no está, viejo, intentá otra vez'".
("Sudestada", agosto del 2007. La mención al Mariano Acosta corresponde al colegio porteño en que se educó Cortázar)