El volcán Domuyo se encuentra ubicado en la llamada Cordillera del Viento, en el departamento de Chos Malal, al norte de la provincia del Neuquén. En su cráter principal no hay actividad volcánica, mientras que en sus bases hay manifestaciones en sus fumarolas y géiseres. Su altura alcanza los 4.706 metros, que lo hacen el pico más alto de la Patagonia. No hay acuerdo sobre su significado; los distintos autores lo traducen como sumideros, pecho de mujer, cualquier punta y filo.
Don Alberto Vuletín, un apasionado estudioso de la antropología, en su libro "Neuquén. Fauna. Flora. Riquezas naturales. Toponomástico y guía turística", cuenta que un aborigen le informó que "domuyo" proviene de dos vocablos: dum-dum (rezongar) y nuyun (temblar). Luego actuó la evolución y de "doudunnú" pasó a "domnuyún" y, de esta forma, probablemente a "donuyo" o "domuyo". La información del aborigen aludía al ruido infernal de las olletas y a los temblores propios del lugar.
Otro estudioso, un referente de la historia y la cultura neuquina, el doctor Gregorio Álvarez, quien además fue el primer patagónico que se recibió de médico, dedicó gran parte de sus investigaciones a la historia del volcán. Ha dicho: "La imponencia del cerro Domuyo ha dado motivo para varias concesiones supersticiosas que los recopiladores han ido concatenando hasta refundirlas en las que se conocen como Leyendas del Domuyo".
Según los lugareños, el cerro se enoja cada vez que advierte la presencia de forasteros con la intención de escalarlo a pie o a caballo. La ira del Domuyo se evidencia con el desprendimiento de grandes rocas y bruscas tormentas de lluvia y nieve. La actitud del cerro se debe a que quiere impedir que se conozca un encantamiento que guarda celosamente, arriba. Junto a una laguna se entretiene peinándose con un peine de oro una joven rubia muy hermosa. La mujer es constantemente protegida por un toro colorado y un potro de pelaje lustroso y renegrido. El toro es el que arroja las piedras y el caballo, el que con sus corridas y resoplidos despierta la tormenta.
El doctor Álvarez decía que, además de las leyendas sobre rubias y otras, la mayoría de origen indígena, existe otra, que le dio el título a su libro: "El tronco de oro", donde cuenta que un baquiano vio a un costado de la huella un tronco de árbol que deslumbraba como si fuera de oro. Desmontó y comprobó que se trataba de un tronco de oro macizo. Como lo envolvía una fuerte tormenta, por miedo a perder la orientación marcó bien el lugar para volver cuando el tiempo mejorara. El temporal duró varios días y tapó de nieve el cañadón. Como la nieve nunca se ha derretido del todo, dicen que el tronco está allí, en lo profundo.
Al respecto el doctor Álvarez expresa en su libro: "¿Hasta qué punto puede darse asidero a una relación forjada sobre la base de una leyenda, en soledades donde todo lo que se ve y oye es la expresión de un insondable misterio? ¿Puede negarse que sea posible la existencia de un filón de oro, en cerros y cordilleras de las que se extraen varios kilos de este precioso metal?".
El imponente Domuyo -además de sus leyendas y del gran respeto que le tienen los lugareños, que suelen llamarlo "el paire", es decir, el padre- tiene una variedad de aguas, fangos y algas de origen volcánico que le otorgan distintas propiedades terapéuticas.
Para llegar a las termas del Domuyo se deben recorrer aproximadamente 35 kilómetros desde la localidad de Varvarco. La acción volcánica produce aguas calientes, con temperaturas que en algunos lugares superan los 80ºC. Los géiseres, las olletas y las fumarolas ofrecen una imagen de particular belleza.
En el Domuyo se han identificado 18 vertientes y dos arroyos; la mayoría de estas fuentes, hipertermal, es decir que pueden alcanzar temperaturas superiores a los 40ºC y un máximo de 90ºC. En algunos casos, como el arroyo Agua Fría y las vertientes de Aguas Calientes, no superan los 30ºC. Todas poseen propiedades curativas. Los especialistas afirman que son eficaces para el tratamiento de la artritis reumatoidea y la fibrosistis, alergias, hepatitis e infecciones urinarias. Las famosas algas de variados matices se desarrollan al pie de los géiseres y en las aguas calientes que constituyen las olletas, así como en las rocas, bañadas permanentemente por los arroyos templados.
En su condición de médico, el doctor Gregorio Álvarez fue quien más se interesó en estudiar y difundir las propiedades curativas de sus algas y aguas, de tal manera que cuando se hace mención al imponente volcán casi siempre está presente la figura del ilustre médico neuquino fallecido en 1986.
ABEL SANDRO MANCA