\"Dos hombres y un destino\" es una película filmada en Hollywood que cuenta la historia de los famosos ladrones norteamericanos Butch Cassidy (Paul Newman) y su compinche Sundance Kid (Robert Redford). Su argumento está basado en sus vidas delictivas en Estados Unidos entre los años 1896 y 1900, cuando la banda llamada Wild Bunch (pandilla salvaje), dirigida por los dos delincuentes, realizaba estudiados robos a bancos, trenes y remesas de salarios de las minas de las montañas rocosas occidentales. No es una versión acabada de la verdad histórica; sin embargo, popularizó la leyenda de estos personajes que lideraban un grupo de pistoleros donde Butch era quien organizaba los asaltos a la perfección mientras que Sundance era el hombre de acción.
Según la película, cuando los forajidos se vieron obligados a dejar el país del Norte por las tenaces persecuciones que les cerraban todos los caminos, decidieron partir para Sudamérica. Antes de embarcarse pasaron tres días en Nueva York. Hay muy buenas fotografías de esa estadía: una de las debilidades de Butch y sus amigos era que les sacaran fotos. Butch dispuso que fueran enviadas al atribulado gerente del First National Bank de Nevada, donde habían realizado su último gran golpe y se habían alzado con un suculento botín. Según la película, el destino del viaje era un ignoto pueblito boliviano llamado San Vicente, donde vivieron un tiempo y fueron muertos en un enfrentamiento con la policía.
Trataré de completar sucintamente lo que la película no relata: el paso del famoso trío por la Argentina.
Robert Le Roy Parker, más conocido como Butch Cassidy y en su paso por la Argentina con el supuesto nombre de Santiago Rayn, había nacido el 13 de abril de 1866 en Beaver Utah (EE. UU.) en el seno de una familia mormona. Era el mayor de trece hermanos. \"Harry Alonzo Longanbang\" era el verdadero nombre de Sundance Kid, quien ingresó en la Argentina como Enrique Place; había nacido en abril de 1867 cerca de Phoenixville, Pennsylvania (EE. UU.) y era el menor de cinco hermanos. De la bandolera Ethel Place, compañera de Sundance, lo único que se conoce con seguridad es su nombre de pila. En la versión cinematográfica figura como Etta (Katharine Ross). La vida de esta joven y bella mujer es un verdadero misterio.
Con los supuestos nombres desembarcaron en Buenos Aires y se alojaron en el Hotel Europa, en pleno centro porteño. Depositaron en el banco el dinero obtenido en sus fechorías en el país del Norte. Se pusieron en contacto con distintas personalidades, entre ellas, los hermanos Newbery, quienes les contaron sobre las bondades de los territorios patagónicos ubicados al sur del lago Nahuel Huapi y de las excelentes posibilidades para explotar la ganadería en tierras desocupadas que podían adquirir realizando trámites en la Dirección de Tierras y Colonias. Además, existía la posibilidad de formar una colonia norteamericana en aquellas remotas regiones.
Al trío recién llegado le resultó atractiva la posibilidad de radicarse en esas regiones para iniciar una nueva vida, lejos de la civilización y, sobre todo, fuera del alcance de \"Los Pinkerton\", agencia de detectives norteamericanos que estaba empeñada en capturarlos.
Arribaron a Cholila (Chubut) a fines de 1901 y comprobaron que los campos tenían excelentes pasturas y agua pura y fresca. Decidieron instalarse en el Valle del río Blanco, al pie de la cordillera de los Andes.
Allí vivieron durante algo más de cuatro años, dedicados a las faenas rurales criando ovejas, vacas y caballos. Habían obtenido la posesión de seis mil hectáreas de tierras fiscales cedidas legalmente por las autoridades. Los tres se llevaban bien con sus vecinos, quienes los trataban como personas respetables. Eran excelentes jinetes y admirados por su habilidad en el manejo de las armas. En 1904, durante su visita al lugar, el gobernador del Chubut, don Julio Lezama, pernoctó una noche en la cabaña de \"los norteamericanos\", como los llamaban los lugareños. Alternaban su vida bucólica con habituales prácticas de tiro contra distintos blancos. Los tres eran excelentes tiradores. Es probable que por la monotonía en que transcurrían sus días lo hicieran como entretenimiento, pero sin duda sabían que algún día iban a necesitar usarlas, como en su pasado delictivo.
En 1904 se produjeron en la región algunos robos que tuvieron repercusión nacional. Sin duda, el más trascendente fue el del Banco de Londres y Tarapacá de Río Gallegos. Una versión dice que Cassidy, Sundance y Ethel, acompañados por un cómplice, arribaron a Río Gallegos, se hospedaron en el mejor hotel y abrieron una cuenta en dicho banco. Comenzaron a frecuentar el Club del Progreso y se mostraron interesados en adquirir tierras en la región. Hacían una vida social intensa y frecuentes trámites bancarios. Al poco tiempo eran conocidos por toda la población, en especial por sus extravagancias, que los vecinos celebraban: entraban y salían del pueblo montando sus caballos a todo galope, sin razón aparente.
El lunes 13 de febrero de 1905 retiraron del banco los siete mil pesos que tenían en su cuenta aduciendo que efectuarían una operación. Al día siguiente los norteamericanos llegaron al banco justo a las tres de la tarde. El subgerente y el cajero, únicos presentes, les abrieron la puerta a los importantes clientes. Imprevistamente fueron encañonados y les ordenaron entregar el dinero disponible. Los bandoleros salieron del banco en forma normal e iniciaron el veloz galope, que no llamó la atención porque lo hacían habitualmente. La mujer había partido con el cómplice anticipadamente, para tener lista la caballada de recambio. Como era su costumbre, tenían caballos de refresco en distintos puntos del itinerario previsto para la fuga. Cortaron los hilos telegráficos disparando a los aisladores. La suma del robo se estimó en treinta mil pesos. Nunca se pudo comprobar su autoría.
Se sucedieron otros golpes menores hasta el producido en diciembre de 1905 en el Banco de la Nación de Villa Mercedes (San Luis), donde se presentaron como hacendados ingleses y se alzaron con catorce mil ochocientos pesos. Se presume que contaron con la participación de otros delincuentes e incluso que no participaron del asalto. De lo que no hay dudas es de que el accionar de los bandoleros tenía el sello inconfundible de los bandidos yanquis.
Es indudable que estos golpes tuvieron gran repercusión en nuestro país y en especial en Estados Unidos, donde había sospechas de que el trío se encontraba en la Argentina.
La hasta entonces apacible vida de los norteamericanos en Cholila comenzó a sufrir alteraciones: pasaron de ser honrados ganaderos a sospechosos de la Justicia y se vieron obligados a abandonar el lugar. Se dirigieron hacia Chile, donde estuvieron cerca de un año -no hay muchas noticias de esa estadía-. Sundance viajó con Ethel a California, de donde retornó solo. Se reunió con su compañero y emprendieron la última etapa de sus andanzas en Sudamérica: la incursión por Bolivia.
Salvo sus años como honestos ganaderos en Cholila, el resto de sus vidas en América está rodeado de misterios. Hasta de sus muertes hay distintas versiones; la más conocida es que fueron abatidos en 1908 ó 1909 por la Policía en Bolivia. Otras afirman que Cassidy, bajo el seudónimo de William K. Phillip, vivió sus últimos años cerca de Washington, donde murió en 1937. En cuanto a Sundance, se ha dicho que había vuelto con Ethel y que vivieron juntos, siendo sepultado en 1946 en Garps Wyoming. Del final de Ethel, así como del resto de su vida, hay pocas noticias; solamente se sabe que murió octogenaria.
Muchos libros se han escrito sobre este famoso terceto y cada uno ofrece una versión distinta. Quizá nunca se sepa toda la verdad, por falta de documentación; ésta le ha dado espacio a la transmisión oral, que ha estimulado mitos y leyendas en torno de esta fascinante historia.
ABEL SANDRO MANCA