Un día con Diana
Se abre el ahora,
palpita apenas la ley
que agita al mundo.
El alba imperceptible
se incendia entre sus piernas.
Lumbre en sus cuerpos:
se abren paso entre la piel
los dedos de aire.
La vida esculpe a tientas
su verdadero nombre.
Triste hasta el grito,
sólo ha vuelto a revivir
con su marea.
Y ella entra al calor feliz,
cazando en la boca ocre.
Sediento, el día
bebe noche allá dentro:
claridad súbita.
Se abisma el charco lunar
entre labios de fuego.
Luz que arde erguida,
oscuridades que hallan
miel para su hambre.
Rompe diques, lo anegan
labios de agua: haz de ámbar.
Radiante en su afán,
por nubesenos de ansias
va hasta su cumbre.
Mediodía encarnado
junto al rumor de estrellas.
Luna y sol se atan,
fulgor del deseo: amar
siempre es dos, tú y yo.
Dos: puente a lo Otro, espejo
del ser, mar de presencias.
Ve un río inmóvil
por su pecho, en sus senos
hay otro que avanza.
Se engendra un dios a orillas
del fluir de sensaciones.
Rayos y sombras
se expanden, se contraen:
dispersión cósmica.
Dentro de ellos se extinguen
millones de universos.
(Diosa, ola amable
que en mis ojos reposas
y a mi sangre hablas.
Corre el viento eco adentro:
no es su voz, son mis versos...)