Oscar Smoljan o "Señor museo"?
-¡No, no! Oscar Smoljan. El museo es la consecuencia de Neuquén, un esfuerzo de todos. Y, en todo caso, "Señor caja de zapatos".
-¿Por qué "caja de zapatos"?
-Porque cuando se conoció el diseño del Museo de Bellas Artes, una persona me paró en la calle y me dijo: "¡Smoljan, usted está en la cultura, usted no puede hacer un museo con forma de caja de zapatos!
-¿Qué le dice desde lo arquitectónico esa "caja" a cuatro años de abrirla?
-Lo que pensé no bien vi sus primeras líneas en el papel: transformaría una parte de Neuquén capital. Y lo logró.
-¿Qué es o no es más un museo en relación con el pasado?
-Ya no es un lugar reservado para unos pocos. Ésa es la gran mutación que se viene dando desde hace tres décadas en el campo de la museología. El museo viene de décadas de estar casi a disposición de una minoría que, por formación cultural, tenía la exclusividad de interpretar lo que había adentro. En los hechos estaba "privatizado". Hoy la museología se engarza con el valor activo, dinámico, exigente, que tiene el conocimiento en esta contemporaneidad. Ese museo no se presenta en términos de "venga a ver" sino en términos de "venga, que lo ayudamos a saber, a conocer, a relacionar lo que usted tiene frente suyo con usted mismo, con su historia, con su presente...". Tomemos el caso del turismo: en Neuquén o en París -o donde sea- el turista ya no se conforma con ver; busca conocimientos, le gusta que le expliquen, que lo ayuden a reflexionar sobre este cuadro, aquella escultura...
-¿Hoy sobre el museo se descargan más exigencias que antes?
-Así es. Ya no es algo inerte: hoy se le pone vida, se le pone presente, y en todo esto todos tienen que ver. Leía en "La Nación" una reflexión de Bernard Morucci, uno de los mayores especialistas en preservación del patrimonio cultural. Él dice que el turismo necesita "que el patrimonio esté bien conservado".Tiene razón, a lo que yo agregaría, ya desde nuestro pago chico, de nuestro Museo de Bellas Artes, que a los neuquinos nos gusta cada vez más nuestro museo, mostrarlo, gozarlo nosotros mismos, cuidarlo. Lo dice la experiencia de estos años. Podemos pensar Neuquén desde mil perfiles, también en términos de sus museos.
-Enrique Tierno Galván, socialista, inmenso humanista, alcalde de Madrid en un tiempo de la transición española, escribió en una oportunidad que cuando le llegaba en tropel el recuerdo de la Guerra Civil Española siempre lo conmovía que en medio de tanto drama hubiese espacio para pensar en resguardar las obras de El Prado, algo así como ese dicho de que "en medio de la tormenta alguien hace collares de cuencas". En otro escenario y otra historia, desde ya, ¿qué momentos recuerda usted de la joven historia del Museo de Bellas Artes en términos que aún le llamen la atención?
-Bueno, no fue una guerra pero tuvo lo suyo el momento en que se comenzó a pensar en crear en Neuquén el Museo de Bellas Artes. Una cuestión fue dibujar la idea, darle forma y avanzar y otra muy diferente fue...
-¿Fue "ir a los bifes"? Le brindo excusas por lo vulgar de la...
-Sí, sí, fue así: "ir a los bifes", comenzar a hacer realidad la idea. ¡Y lo hicimos en el 2000! ¡Qué año! La Argentina comenzaba a irse lentamente hacia un vacío que en el 2001 sería todo el vacío. Crisis y sólo reproducción de más crisis. Todo dejaba de tener forma, todas las formas se desvanecían y aquí, en Neuquén, se ponía en marcha, en diciembre del 2000, el museo y desde la política y la cultura hablábamos de construir un edificio propio para el museo. En el 2001 se caía todo y nosotros tirábamos líneas. Era... éramos...
-¡La murga "Los Insólitos de Pompeya"!... todavía existe.
-Y sí, parecía desopilante. Y ese pensar en aquella coyuntura de catástrofe también hace al patrimonio del museo. Perseverar, palpar lo posible aun en el medio de la nada. Creer que de las crisis se liberan fuerzas que están más allá de la furia presente, porque fueron años complejos, ¿no? No sé, pensamos que vendrían tiempos mejores. En eso que tenía atisbo de utopía había ideas que hacen a la sensibilidad, a la estética, al espíritu creativo, que no se permite caer enredado en la confusión. Mucha gente de Neuquén no se lo explicaba, pero seguimos y seguimos desde todos lados... desde la intendencia en manos de "Pechi" Quiroga, en medio de la nada gestionábamos esto, aquello, con el apoyo de distintos planos. Y acá estamos.
-A lo largo de estos ocho años de museo, cuatro en la "caja de zapatos", ¿hay alguna exposición de pintura que desde lo personal usted haya sentido que llegó en términos muy particulares a la gente?
-Creo que Pablo Picasso. La serie Vollard de Picasso, una seguidilla de obras excepcionales. También Cézanne, Renoir. Impactaron muy fuerte en Neuquén.
-Bueno, la visitaron más de 150. 000 personas, creo...
-Sí, sí, pero hubo varias muestras que estuvieron en ese alcance. Me parece que con Picasso a la hora de Neuquén jugaron otros factores.
-¿El hecho de que -como dice el director o quizá ahora ex director del Museo Picasso de París Jean Clair- Picasso sea un "artista saturnal" que se devoró mucho de los pintores que lo precedieron?
-Sin duda tiene que ver con eso, con su inmensa capacidad creadora. Es un símbolo de la creación, y desde ese pedestal suele ser pensado en términos de "tener un Picasso". Entonces, ver Picasso siempre impacta, por su época azul, por "Guernica", por "Las señoritas de Avignon", por "Mujer del abanico", "La planchadora", por sus toros... Picasso siempre seduce. Y en Neuquén jugó también otro factor a favor de esa atracción: tener a Picasso en casa, en Neuquén. Cuando una muestra de Picasso sale de Europa, del hábitat que le es natural, se acortan distancias con él. Picasso está ahí, frente a uno. No se puede tocar, pero está ahí. Y teniéndolo ahí, por un lapso muy puntual y todo lo que se quiera, neuquinos, rionegrinos, turistas, patagónicos, etcétera, estábamos en igualdad de condiciones con el mundo que siempre tiene la oportunidad de acceder a Picasso. Una vivencia corta si se quiere, pero de pertenencia. Picasso sale de los libros, de la postal que manda un amigo desde Europa. ¡No se imagina todo lo que genera en quienes gestionamos el museo ayudar a que se concrete ver a Picasso!
-¿Qué genera?
-Hay emoción. Picasso en Neuquén, como también lo fueron Goya en su momento y otros. Ayudan, desde el arte, a seguir rompiendo aislamientos. Es un aporte, pequeño en todo caso, pero que hace a esa lucha.
-Tengo un amigo periodista y noruego. Vino a la Argentina en los '80 a cubrir el Juicio a las Juntas y se enamoró del país. Cada dos años viene y durante un mes recorre ésta o aquella región. Hace poco lo hizo por tercera vez en la Norpatagonia. Le había recomendado ir al Museo de Bellas Artes de Neuquén. Llegó un día en que el viento había desfigurado la ciudad. Entró al museo. Había una muestra de Quinquela Martín. Esa noche me habló: "Ahí adentro me encontré con una escena tan humana que..."
-Ya sé de qué le habló... ¿de pibes?
-Sí, me hablo de chicos muy humildes de una escuela del interior neuquino sentados en el suelo, cuaderno en mano, mirando cuadros de Quinquela, escuchando...
-Lo de los pibes es increíble, y en esa muestra fue impresionante cómo participaron. La vieron más de 30.000 chicos de escuelas de Neuquén y Río Negro, escuelas que representan todo el damero social. No les era fácil venir, lo hicieron todo a puro pulmón. Llegaban sabiendo de qué se trataba, de Quinquela, de pintura de carácter social...
-¿Qué puede dejar en un pibe la pintura de Quinquela? Usted sabe que desde el academicismo más rancio Quinquela sigue siendo cuestionado...
-Injustamente...
-Además, los pibes no tienen por qué asumir la miseria en que se sustenta mucho de ese cuestionamiento...
-Creo que les deja el mundo del trabajo. En Quinquela todo es actividad, es trabajo; es la Argentina de los puertos, de la exportación, de posibilidad para todos. En Quinquela la idea de trabajo es realidad, con estocadas de espátula, pinceladas gruesas, pesadas, luz, etcétera, etcétera. Toda la técnica de un autodidacta puesta al servicio de esa idea de trabajo. Y de eso se les hablaba a los pibes, que por lo demás vienen de una Argentina donde la cultura del trabajo casi es historia.
-No me parece feliz la categoría de "arte transgresor", entendiendo por tal aquel que rompe reglas establecidas, desafía convencimientos, valores; León Ferrari, por caso.
-Arte, simplemente arte. Nosotros hemos marcado un hito en esta materia: en nuestro museo expuso León Ferrari, una expresión muy definida de un arte desafiante; por algo enoja tanto a ciertos planos de la jerarquía eclesiástica católica y acaba de ganar El León de Oro de la Bienal de Venecia.
-¿Por qué "un hito"?
-Porque León Ferrari jamás pudo exponer en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires debido a los cuestionamientos que siempre le formulan sectores religiosos; sin embargo lo tuvimos aquí.
-A eso iba: ¿hay resistencia por parte de ciertos sectores de la sociedad neuquina a aceptar la presentación de obras de naturaleza "transgresora"?
-Si la hay, no ha sido factor de cuestionamiento al museo. Neuquén es una sociedad joven, abierta, con sus más y sus menos pero vital, con una dinámica demográfica que implica mucha movilidad, lo cual nos habla de una sociedad que se relaciona con el cambio hacia adelante, ajena a miradas conservadoras, dogmáticas. En ese marco, la cultura con que gestionamos el museo se funda en que es un espacio absolutamente democrático donde la validación de un artista plástico se mide a través de su propio mérito y lo que la crítica y los especialistas en la materia reflexionan sobre su obra. Nosotros decidimos sin reservas políticas ni religiosas: valen el artista, su obra, sus antecedentes. León Ferrari expuso en función de esos parámetros y lo hizo luego de un capítulo muy duro, uno más en su vida de artista, de los cuestionamientos que le descarga la Iglesia Católica. Ferrari es hoy el artista argentino con mayor prestigio internacional y es, además, el máximo exponente argentino de arte conceptual. Nuestra consigna es trabajar el museo desde una programación flexible, abierta, que hace a un concepto moderno de museo. Cuando todos los meses renovamos la oferta de propuestas, se ayuda a la gente, se la pone en tren de permanente renovación.
-Entre arte y museo, ¿qué queda del Oscar Smoljan político, que figura en cuanto libro hable de la historia de la Juventud Radical -"Los Herederos de Alfonsín" y "El Coti", por tomar sólo dos casos- y que formó parte del grupo que fundó la Junta Coordinadora Nacional?
-Hace dos semanas los coordinadores cumplimos 40 años de aquella reunión en Setúbal donde nació la Coordinadora. Nos reunimos, distanciados o no por la política, a recordar... con kilitos de más, pero ahí estábamos.
-¿Qué queda de haber sido un mano derecha de Nosiglia, que lo dejó a cargo de la Franja Morada en Económicas, y de aquel Smoljan que en una elección interna en Económicas le marcó la cancha a un grupo de montos con ferretería a cuestas?
-Queda la pasión por la política, queda el saber que con aciertos y errores, bueno, uno no pasó en punta de pies por la historia que le tocó vivir; quedan las emociones, frustraciones, los riesgos durante la dictadura, las utopías, algo desmejoradas, claro. Y queda la política como creación, como posibilidad para tanto... para, por ejemplo, crear un museo en medio de la tormenta.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com