Pero a tamaña afirmación se le cruza en el mismo espacio el mexicano Juan Villoro, uno de los más talentosos escritores del presente latinoamericano: "No, la novela no ha muerto; es un género que está muy vital. En todo caso quizá no tengamos grandes novelas, pero la novela sigue porque es una forma de asumir la sociedad en términos muy abarcativos, mucho más que el cuento".
Pero el debate está instalado: ¿murió o no la novela? Y en los bares y calles de la Feria del Libro el dime y direte lo asumen escritores, críticos, editores, estudiantes de Letras y todo aquel que hace de la literatura una forma de "salir un poco de uno", parafraseando a Paul Auster.
Pero no languidece esta polémica cuando, a modo de un eterno retorno, se instala en la feria otro interrogante que de tanto en tanto serpentea en las letras argentinas: ¿hay literatura después de Borges?
Y ante la pregunta, el inexorable recuerdo:
-¡Si quieren escribir, maten a Borges! -cuentan y se acepta por tradición que gritó desde la cubierta del buque que lo retornaba a Europa el escritor polaco Witold Gombrowicz cuando a comienzos de los '60 abandonó su autoexilio en la Argentina.
La platea que lo escuchaba estaba integrada por jóvenes escritores a quienes la sugerencia no los arredró. Siguieron escribiendo bajo la proyección del talento excluyente de Jorge Luis Borges.
-La pregunta es falsa. Sirve para perder tiempo, para sacarse las ganas de estar en algún lado de un debate que no tiene fundamento. Hay muy buena literatura en la Argentina pos-Borges... ¡muy pero muy buena! -dice siempre con rostro hosco pero desde un espíritu generoso Andrés Rivera, con casi 80 a cuestas. Autor de una de las mejores novelas argentinas del siglo XX -"La revolución es un sueño eterno"- y de una excelente saga de libros -"El Farmer", entre otros- que desde la ficción se mete en los pliegues y repliegues de nuestra historia-. ¿Que qué admiro de Borges? Su prosa llana, su puntuación, la economía de palabras. Escribía sin esfuerzo. Hasta creo que mentía cuando decía que corregía algo -agrega Andrés Rivera, que a los fines ciudadanos se llama Marcos.
Luego acota: "Pero ¿sabe lo que tiene Borges? Escuche, escuche, escuche: '¡Poema Conjetura!... Pisan mis pies la sombra de las lanzas que me buscan. Las befas de mi muerte, los jinetes, las crines, los caballos... Ya el primer golpe, ya el duro hierro que me raja el pecho, el íntimo cuchillo en la garganta'... ¿quién puede si no Borges hablar del 'íntimo cuchillo en la garganta'? ¿Quién puede si no él asumir esa típica muerte que signa nuestras guerras civiles en términos de 'íntimo cuchillo en la garganta'?".
La nueva generación literaria, aquellos que al morir Borges amagaban con entrar en la adolescencia, cubre muy bien las espaldas de la literatura argentina. Tienen incluso reconocimiento internacional vía premios o convocatorias para que algunos de sus libros pasen al celuloide. Ése es el caso de Guillermo Martínez, por ejemplo. Su novela "Crímenes imperceptibles" (de la cual se vendieron 90.000 ejemplares en el país) ya es película filmada en Inglaterra bajo la batuta del director Alex de la Iglesia. Y a Martínez incluso ya lo comparan con Borges. "Como Borges, su escritura examina las consecuencias de teorías abstractas en el mundo terrenal: con un toque de prestidigitador, Martínez cuestiona la facultad del lector para explicar aquello que ocurre delante de sus ojos. La forma de la novela está dominada tanto por la irracionalidad de la gente como por la investigación detectivesca y lógica. A la vez que crea una atmósfera de suspenso, Martínez elude los formulismos del género usuales y atrapa al lector en un conflicto cautivador entre el corazón y la mente", señaló el diario británico "The Observer" al comentar la novela.
Pero a Martínez se le suman, en vuelo que por rápido es injusto en tanto deja de lado a no pocos jóvenes escritores, Pablo de Santis, quien con "El enigma de París" acaba de ganar el Premio Planeta-Casa de América de Narrativa Iberoamericana; Vicente Battista, Guillermo Brizuela y Martín Kohan, ganador del Premio Herralde -España- con su novela "Ciencias morales".
¿Qué es Borges para los escritores que llenan mucho del vacío dejado por él?
-Quizá la referencia más imprescindible de nuestra lengua. Hay que acunarse en su lectura, dejarse llevar por ella. Encontrarle su ritmo, su ausencia de descalabros en el manejo de la palabra... ¡Borges, se trata de Borges! -sostiene Guillermo Saccomano, generación intermedia de muy buena producción literaria.
Pero tanto la generación intermedia de escritores como los más jóvenes abren surco con independencia de modelos. Siguen así una sugerencia de Juan José Saer. Cuando el París en el que vivió durante más de 30 años recibía a jóvenes literatos argentinos, reflexionaba: "Uno siempre toma paradigmas. Los míos fueron Macedonio, Borges, Arlt. También Di Benedetto, pero a la hora de escribir quedaban al costado. Siempre los abandoné. Ese abandono siempre implicó un momento muy rico en tanto significaba la búsqueda de mi propio camino. No siempre sabía cómo ponerme en marcha, pero lo lograba".
Una reflexión que recuerda a Pablo Picasso en aquel tiempo en que inmortalizó el color azul: "Después de todo no tengo por qué ser Goya; yo soy Picasso con lo mío a cuestas".
Para el autor de "Luna caliente" -Mempo Giardinelli- "todos los libros, aun los que no gustan, son formativos. Ésa es mi experiencia. Si usted quiere, es una experiencia fundada en contario sensu. Pero sí, Borges siempre está y está muy fuerte en uno. Yo le sumo Chandler y Homero. A ellos y otros más los llevo en el lomo. Alguna vez dije que los escritores somos como el caracol: llevamos la literatura en el lomo, la literatura como casa".
En 1957, un hombre que exploró la historia argentina para sentenciar con mucha demagogia -Juan José Hernández Arregui- dijo que Borges había devenido en "arte puro". Y, en tren de desjerarquizarlo, acotó: "A pesar de sus valores innegables, Jorge Luis Borges no sobrevivirá pues todo un período de renuncia argentina yace en su castidad poética".
Pero Borges sobrevivió. Y con más gravitación que el pensamiento de Hernández Arregui. "Y sobrevive en nosotros, los escritores que venimos detrás de él, incluso hasta por el estilo oral con que escribe... y eso quizá es lo que ninguno de nosotros ha podido y quizá no podrá lograr jamás: escribir con esa limpieza, sin que las palabras se disparen sin autorización de uno", reflexiona Pablo de Santis en la Feria del Libro.
-Pero esto no quiere decir que no haya literatura después de Borges, lo que no hay es literatura como la de Borges, que de ninguna manera implica ausencia de calidad en lo que se está escribiendo -acota a su lado María Esther Vázquez.
Autor de varias excelentes novelas -"Plata quemada" y "Respiración artificial", entre otras- y profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Princeton, Ricardo Piglia coincide con Adolfo Bioy Casares en que una de las inmensas diferencias que marca Borges se funda en "todo lo que leyó".
"Era un extraordinario lector, ésa es su marca y su influencia", escribe Piglia en "Crítica y ficción". Y agrega: "Un lector miope, que lee de cerca, que pega el ojo a la página; hay una foto en donde se lo ve en esa postura: la mirada muy cerca del libro, una mirada absorta que imagina lo que puede haber en esos remotos signos negros. Una lectura que ve detalles, rastros mínimos, y que luego pone en relación, como en un mapa, esos puntos aislados que ha entrevisto, como si buscara una ruta perdida".
Y en esta línea Bioy señala:
-Uno se quedaba absorto con sus lecturas, con la inmensa capacidad para leer que tenía.
Guillermo Brizuela, autor de la interesante "Inglaterra", admite las limitaciones que los escritores pos-Borges enfrentan de cara a la lectura.
Hoy el escritor se informa y construye sus materiales desde mil fuentes distintas, pero siempre en un marco de vorágine y velocidad, como es la vida hoy. Ya no cuenta el silencio denso de la biblioteca y de su sala de lectura.
Y suma Piglia:
-Estamos leyendo, pero al mismo tiempo escuchamos la radio, vemos la tele sin sonido, leemos un e-mail, hablamos por teléfono... ya no somos el lector que lee con una luz en la noche, aislado.
-Borges podía aislarse, tenía tiempo para amasar sus sueños y dar forma a sus ficciones. Hoy ese tiempo es historia... y se escribe bajo otros apuros y reclamos de la vida cotidiana. Tuvo tiempo para transformarse en erudito. Tiempo y talento -comenta Andrés Rivera.
Y remata Tomás Eloy Martínez:
-Quizá pasó el tiempo de los escritores eruditos, pero de que hay literatura y buena literatura después de Borges no hay dudas: la hay.
En otros términos: no había que matar a Borges.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com