Se puede comenzar con un juego de palabras: la boca como puerta de acceso de los alimentos al organismo, la boca como puerta por donde el aire que se exhala se convierte en palabras, en expresión. También La Boca como el puerto por donde ingresan los extranjeros que quieren construir su vida, el puerto donde recalan los barcos que traen la energía -el carbón que necesitan las entrañas de la ciudad en crecimiento-. Y La Boca es el barrio donde residen esos gringos: italianos, en su mayoría genoveses, que se agrupan en asociaciones de socorros mutuos, en centros culturales, en escuelas. Construyen su utopía con esfuerzo, con trabajo, con arte. Son socialistas, anarquistas, comunistas incipientes. Están en los inicios del siglo veinte y después de esa época ya nada será igual en el mundo y en sus existencias.La intensa actividad industrial en ambas márgenes del Riachuelo se materializó, hacia finales de la década de 1930, en los versos de Enrique Cadícamo:
"Turbio fondeadero donde van a recalar,
"barcos que en el muelle para siempre han de quedar...
"Sombras que se alargan en la noche del dolor;
"náufragos del mundo que han perdido el corazón...
"Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar,
"barcos carboneros que jamás han de zarpar...
"Torvo cementerio de las naves que al morir,
"sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir..."
("Niebla del Riachuelo", 1937)
En ese barrio de obreros, carboneros, calafateros, ferroviarios, costureras, modistas, empleadas domésticas, prostitutas, marineros, Benito Juan Martín, que luego agregaría el Quinquela -Chinchella- de su familia adoptiva, inició sus lecciones de dibujo y pintura de la mano del maestro Alfredo Lázzari. Las clases consistían en copias de yesos y estampas, mientras que los domingos hacían un recorrido por la Isla Maciel pintando paisajes del natural.
Quinquela, apodado "Mosquito" por su delgadez y su nariz, recordó siempre la libertad de expresarse que fomentó Lázzari en sus alumnos. "Este respeto por la libertad en el arte es uno de los mayores beneficios que saqué de sus enseñanzas". Allí conoció a varios de sus principales amigos: Arturo Maresca, Fortunato Lacámera, Facio Hebequer, Camilo Mandeli, Santiago Stagnaro, Juan de Dios Filiberto.
Así, Raúl González Tuñón evocaba, en "La calle con tango" que:
"'Caminito' se expresa, entre todos, más grave,
"con su ritmo nostálgico como la callejuela
"que hoy alumbra su nombre cerca del Riachuelo.
"Y ese tango, entrañable, tan nuestro, se ha extendido
"a ciudades lejanas con arrabal llovido".
En esas calles frente al río sucio, en esas casas edificadas sobre pilotes para eludir la sudestada, de madera con chapas esmaltadas en colores primarios estridentes, frente a esos barcos agonizantes y al incesante bullir de los puentes que unían la capital con Barracas al sur, un núcleo de pintores italianos o hijos de
italianos construyeron una bohemia heterogénea sobre la base de principios ideológicos más que estéticos y así crearon la Escuela de La Boca. Casi sin quererlo se agruparon en torno de los maestros; tuvieron descendencia sin formar continuadores. El barrio creció con ellos: la historia de La Boca, más allá del fútbol, las cantinas, los personajes de avería opuestos al Parnaso palermitano de Borges están en sus pinturas.
Esa escuela recaló hace pocos días en la ciudad de Neuquén, quizás las antípodas de La Boca en cuanto a clima. Es que más que un programa o un manifiesto, los artistas de La Boca tenían en común la ribera, la gente, un barrio y su particular luz, un tratamiento común de los temas, "sin estéticas definidas u homogéneas. Ese espíritu se unifica y expresa también en los pintores contemporáneos", explicó Oscar Smoljan, curador de la muestra y director del MNBA Neuquén.
El primer segmento de la muestra "Quinquela Martín y su contemporáneos" muestra una serie de diez aguafuertes que exhiben la existencia del humillado. Personajes casi goyescos, deformes que después se repetirán en el núcleo dedicado a Diego Mazzone, Tomás Di Taranto, Camilo Lorenzo y Germán Leonetti.
El crítico Alberto Collazo establece tres momentos en la obra de Quinquela: el período formativo, que abarca de 1907 a 1912 y durante el cual es alumno de Lázzari. Allí recibe un notable influjo que se percibe en su obra casi hasta 1916 y que se manifiesta en pinceladas cortas y medidos empastes.
La segunda etapa corresponde a la afirmación de su estilo y comprende el período 1916-1922: en esa época el pintor realiza obras con gamas intermedias y altas, con predominio del uso del pincel por sobre la espátula. Modela formas y empasta con zonas de gran espesor. Se prepara para el gran uso de la espátula.
El tercer período es el denominado, por los críticos, "quinquelismo". Es un amaneramiento para algunos, es el encuentro definitivo de su arte para otros. Comienza en 1922 y perdura hasta el fallecimiento del pintor. Los detractores ven en él falta de elaboración del color, abuso de la espátula, por lo cual la factura del cuadro queda empobrecida. Este "amaneramiento" de su producción es quizás el período más conocido.
Aun sin poder esconder el tono crítico hacia la obra y la vida de Quinquela Martín, Collazo no deja de reconocer su impacto en la comunidad: era el bohemio, pero también el artista del barrio. Su arraigo popular estaba basado sobre el mecanismo de "devolución" a la comunidad de su patrimonio: terrenos donde se edificaron escuelas, jardines de infantes, centros de salud, un museo. La Boca creció con Quinquela Martín y fue héroe para ese vecindario mucho antes del bronce.
Entonces, un primer núcleo de la muestra recorre lo mejor del artista: los aguafuertes ya citados, los cuadros monumentales -"Temporal", "Imágenes en el crepúsculo", "Tormenta con sol", "Los dos amigos"- que se complementan con el "Hundimiento del Santos Vega", perteneciente a la colección permanente del museo.
En el segundo segmento están los amigos y maestros de Quinquela, es decir: el núcleo duro de la Escuela de La Boca, con Fortunato Lacámera -"Serenidad" y "Desde mi estudio" se llevan los aplausos-, Onofrio Pacenza -"Esquinas de La Boca"-, Eugenio Daneri -"Cocina casera"-, Alfredo Lázzari -"Olavarría e Irala"- y Miguel Carlos Victorica, entre otros.
Están las esculturas de Pedro Tenti, "Victorica", Orlando Stagnaro, "Lacámera" y Agustín Riganelli, "Quinquela".
La recorrida completa permite tener un panorama histórico de la Escuela de La Boca pero también acceder a los contemporáneos: Rómulo Macció, Pérez Celis, Claudio Gorrochategui, José Mengui, Vicente Vento.
La obra de Quinquela Martín y del grupo de La Boca comenzó a gestarse hacia el primer centenario de la Revolución de Mayo, en un país donde la mayor porción de la población era extranjera.
A poco del segundo centenario, la historia de esas mujeres y de esos hombres que atravesaron el océano movidos por la necesidad, la ambición, el desamparo, la búsqueda de la utopía, está relatada en esa pintura, de otra forma, desde otro ángulo.
No son los próceres; son quienes hicieron la historia.
GERARDO BURTON
gburton@rionegro.com.ar