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Sábado 02 de Febrero de 2008
 
 
 
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  La fábula moralizadora
 
 

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as crónicas policiales, en general, terminan siendo verdaderas fábulas criminales que indican quién es -en la actualidad- "el desviado" y quién está en "lo correcto" y reafirman, al mismo tiempo, los valores de civilidad y el respeto por la propiedad privada, las normas y leyes y las instituciones.

Es decir que los periodistas -a través de sus relatos policiales- construyen la moralidad del momento, lo que está bien y lo que está mal, lo que se debiera castigar y lo que se podría dejar pasar porque, después de todo, no es tan grave... "Además promocionan la cohesión social contra el criminal e imponen cierto control que atemoriza a los potenciales transgresores de la ley".

Estas son las apreciaciones que realizan Leonor Arfuch -semióloga y destacada investigadora- y Esteban Rodríguez -abogado y especialista en Comunicación- en sendos encuentros con este diario al analizar la crónica policial.

De sus respectivos análisis se desprende que:

" En mayor medida, las crónicas policiales retoman los discursos de las instituciones del sistema penal. Es muy difícil, entonces, que aparezcan discursos de otras instituciones. Esto llevaría a una interpretación reductiva, simplificadora y estereotipada de la realidad del delito.

En periodismo, dicen estos profesionales, los estereotipos son comunes pero el reduccionismo no (al menos no debería hacerlo).

" El periodista no es testigo del hecho. Por lo tanto debe reconstruir algo que ya pasó. Entonces, más que informar, narra. En esta elaboración hay interpretación. "Y ya se sabe que una interpretación acerca o aleja de la verdad".

" En la reconstrucción se intenta ver qué pasó en las horas previas de la víctima y el victimario. De este trabajo surgen hipótesis. Se documenta. Y "las lagunas" que hay entre un documento y otro se conceptualizan, se deducen.

Es en este estadio donde los medios suelen amplificar los prejuicios sociales y obturar una reflexión sobre la violencia y sus protagonistas. Es así como en el espectáculo informativo -que provoca intrigas y suspenso- aparecen protagonistas como "el loco", "el depravado", "el miembro de una secta", "el morocho", "el pobre", "la despechada", "el celoso", "el alienado", "el hambriento"... y la lista sigue.

Con sus presencias se crean climas de misterios con las dudas que los periodistas recogen de los policías, los vecinos, la Justicia y los políticos (que aprovechan a pedir mano dura, tolerancia cero, baja en la edad de imputabilidad en los menores), entre otros. En este contexto, la escenificación de las pasiones es básica, porque las pasiones fuertes cumplen un rol importante en estas narraciones policiales.

" La elaboración de una intriga es primordial. Es lo que da para titular la nota, le da sentido a la historia y la que permite hacer entregas diarias a los lectores o televidentes. Cada nueva conjetura agrega suspenso al relato, como en la ficción. Se intuye, tanto periodistas como consumidores de información, que "estamos ante algo gordo", se olfatea... estamos cerca de desentrañar por qué pasó lo que pasó.

Estamos cerca de la condena (¿estamos cerca de la condena?). Y de la certeza de que la normalidad es lo bueno y lo disonante es lo malo que debe ser castigado. Esta sensación final relaja, seda. Provoca una cierta calma necesaria hasta que ocurra el próximo caso policial que nos distraerá de nuestras propias rutinas. Es el morbo que llama, inevitablemente.

HORACIO LARA

hlara@rionegro.com.ar

   
   
 
 
 
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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