Guillermo Martínez se doctoró en Ciencias Matemáticas, carrera que abandonó hace dos años para dedicarse enteramente a escribir. Lo hace por las mañanas desde las 8:30 hasta el mediodía y a la tarde se dedica a leer ensayos, cuentos o novelas relacionadas al tema del libro que está escribiendo.Martínez señala que existe una estética matemática que traslada a la literatura.
"La matemática es el terreno de la imaginación más difícil y extremo. La exasperación entre la búsqueda de la razón y los límites que le fijan los mundos ideales pero precisos es como el frotamiento de la varilla que da lugar al fuego. Los matemáticos también arden, sin duda, y muchas veces consumen toda su vida en la persecución de una hipótesis que no logran demostrar, como una ballena blanca. Algunas de mis ficciones tocan temas cercanos a la matemática porque me parece un mundo no muy frecuentemente visitado y que yo, casi por accidente, conozco lo suficiente. Creo que el dominio de la razón se expande en la sensibilidad artística y, en general, estética. Creo, también, que la razón no es algo inmutable y rígido sino más bien maleable. A los escritores, a los artistas, les cuesta reconocer esto pero, por supuesto, la escritura de una novela requiere una infinidad de operaciones de cálculo y de afinación intelectuales".
Ahora bien, su conocimiento de las matemáticas no incidió, según él mismo, en el campo de la literatura porque "para llegar a un resultado se debe realizar una serie de pasos y eso en la literatura no ocurre porque entra en juego la imaginación, la inspiración, el trabajo".
"Creo que la matemática -agrega- me ha dado cierto entrenamiento en las operaciones de abstracción y en los alcances de los términos que uno utiliza. En lo estético, una preferencia por la concisión y por las formas simples pero profundas. También un escepticismo crítico para la detección de lo trivial (aun cuando aparezca bajo ropas sofisticadas) y una valoración de la originalidad que no está muy de moda en el posmodernismo". (PM)