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Sábado 19 de Enero de 2008
 
 
 
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  GUILLERMO MARTÍNEZ

Los lectores tienen la palabra

 
 

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No quedan dudas de que el escritor Guillermo Martínez, nacido en la ciudad de Bahía Blanca en 1962, es uno de los escritores más talentosos de su generación. Autor de otras tres novelas -"Crímenes imperceptibles" que le valió el premio Planeta y acaba de estrenarse su adaptación al cine a cargo de Alex de la Iglesia, "La mujer del maestro" y "Acerca de Roderer"-, en esta nueva obra, "La muerte lenta de Luciana B.", Martínez despliega una historia que tiene como protagonistas a dos escritores y una mecanógrafa que trabajó para ambos, que están envueltos en una serie de terribles muertes. Tres personajes vinculados a una trama de muertes, pasiones y venganzas.

Diez años atrás Luciana B. trabajaba como mecanógrafa de las ficciones de dos novelistas, el narrador y Kloster. El primero de ellos recibe una noche un desesperante pedido de ayuda de Luciana, atemorizada por una serie de tragedias -la muerte de su novio, la de sus padres y de su hermano- que según ella cree son producto de la venganza de Kloster, un escritor que con los años se convirtió en exitoso y conocido y al que le hizo un juicio por acoso sexual cuando hacía las veces de secretaria, lo que generó que la esposa del escritor huyera con su hija y luego ésta muriera en un descuido y desencadena el suicidio de la mujer. Atravesada por el dolor de esas muertes cercanas, Luciana está convencida de la autoría criminal y magistral de Kloster.

Con un narrador en primera persona que hace de investigador y confesor de los protagonistas de la historia, Martínez mantiene el suspenso hasta el final mientras suceden las muertes de la realidad que se cruzan con las muertes de las ficciones de Kloster.

"No me interesa la sucesión de hechos sino las conjeturas que éstos suscitan", explica Martínez, quien en su novela logra presentar pistas contradictorias, infinitas posibilidades y obliga al lector a tomar una decisión personal en cuanto a quién creerle y cómo fueron los hechos. Un enigma que el lector deberá resolver o al menos a plantearse si existe o no un asesino o todo es producto del delirio de la supuesta víctima.

-¿Por qué definió la novela como un policial abstracto?

-Es una novela policial pero de la que deliberadamente quité todo lo que resulta incómodo de una novela policial, por ejemplo la presencia de la policía, los análisis forenses. De esta manera quedan solamente los elementos básicos: muertes que pueden verse como crímenes, dos versiones contrapuestas y un narrador que es, de algún modo, la figura del investigador. La novela puede leerse como una novela de conjeturas a lo Henry James, es decir: versiones contrapuestas sobre unos mismos hechos y cierta ambigüedad en cuanto al verdadero signo de esos hechos.

-¿Qué tienen en común "La muerte lenta de Luciana B." con su anterior novela, "Crímenes imperceptibles"?

-Hay una relación profunda en cuanto al pensamiento, que tiene que ver con lo que yo creo de la literatura que es la cuestión de las fuerzas de las conjeturas. Por eso se menciona la frase: "El hombre no es más que la serie de sus actos". La literatura no solamente cuenta lo que se escribe sino lo que se puede conjeturar de cada personaje con lo que está escrito. En la literatura aparece, por un lado, la narración en un primer plano y, por otro, lo que los lectores pueden conjeturar como versiones, diferencias, distintas posibilidades que tienen la misma clase de existencia. Hay algo de las formas de existir de las conjeturas sobre la realidad que a mí me parece interesante y esto se ve claramente en la literatura.

-Si bien ambas novelas pertenecen al género policial, ¿en qué se diferencian?

-Son diferentes en cuanto a la atmósfera, al énfasis psicológico y a la forma en que están escritas. "La muerte lenta..." está basada en diálogos y tiene estructura dramática.

-¿De qué manera están presentadas la venganza y la justicia?

-Son dos de los subtemas que presenta la novela. Esos dos elementos que menciona están presentes en cuanto a las maneras en que los hombres han tratado de zanjar esa distancia siempre insalvable entre el dolor de la víctima y la reparación que puede ofrecer la justicia cuyo fin último, de algún modo, es preservar el tejido social. La justicia siempre mira hacia delante, mientras que la víctima se queda como detenida en el tiempo, con su dolor y con lo irreparable.

-¿Y el azar?

-La idea del azar era para mí una de las líneas más importantes y necesariamente desarrolladas en la novela. Traté de encontrar distintas maneras de hablar sobre el azar. Por ejemplo, vinculando al azar con el fuego como una forma que contiene a todas las formas pero ninguna de manera

permanente. Eso es lo que en el fondo es el azar, no es la dispersión equitativa de posibilidades sino todas las formas embrionariamente y ninguna totalmente definida.

- Además lleva el azar al plano de la discusión estética.

-Exactamente. Más allá del éxito y los celos entre los dos escritores (el narrador y Kloster), hay una diferencia filosófica profunda en la manera en que consideran sus respectivas narrativas. En uno predomina cierta forma de causalidad que se asocia a las formas clásicas; en el otro existe un intento modernista de poder, aunque sea, simular el azar. Esto lleva a confrontar al narrador con una realidad a la que no puede dejar de leer de manera causal, a pesar de que él en su narrativa trata estéticamente que resulte más grata la idea del azar cuando analiza la serie de muertes, porque no puede evitar esa especie de movimiento causal que da esa sucesión de hechos raros.

-La novela le permitió plantear la cuestión de los límites y el poder de la ficción, es decir: la verosimilitud de la narrativa.

-Ésa es la carta bajo la manga que guardo hasta el final. La versión de Kloster, la posibilidad de que una novela funcione como anticipatoria o propiciatoria de ciertos hechos.

-En la narración propia de la novela usted desarrolla un mecanismo de acercar y alejar al lector de las realidades o verdades sobre los hechos.

-Gran parte de la puesta en escena de la novela tenía que ver con esta situación. Uno está acostumbrado a leer en las novelas policiales que cada muerte, al eliminar posibilidades, anticipa o promete ciertas claridades al final; es como que se van despejando incógnitas y entonces reluce finalmente la verdad. El desafío que me presentaba esta novela era lo que ocurría en el tiempo narrativo real, que sucedieran también otras muertes y que muy, por el contrario, en vez de aclararse la situación se volviera cada vez más inverosímil hasta cierto punto. El remate tenía que ser con una muerte que contribuyera justamente al desconcierto final, que es la muerte de la chica. Ése era el gran desafío de la novela, que las muertes hicieran aflorar nuevas hipótesis cada vez más extremas.

-El personaje del escritor Kloster sufre una serie de alteraciones durante el desarrollo de la historia.

-Primero está la mirada que corresponde a la primera persona del narrador con su carga de prejuicios e ideas. Es cierto, Kloster va mutando desde su forma de actuar como una especie de escritor recluido hasta convertirse en una figura pública. Esto está contado a través del narrador. Pero a partir de cierto momento se lo empieza a escuchar a Kloster, entonces se defiende o empieza a hablar por sí mismo. Creo que ahí el lector tiene una percepción de primera mano de cómo podría ser Kloster. Ése es el momento en que los lectores pueden tomar sus decisiones. En definitiva la novela no deja en blanco sobre negro cómo han sucedido las cosas. Los lectores tienen opiniones absolutamente contrapuestas sobre los hechos y también sobre Kloster; para algunos es otra víctima, para otros es realmente el asesino de esas muertes en la vida de Luciana.

-¿Los crímenes, entonces, quedan en un segundo plano?

-Así es. Gran parte del trabajo del escritor, algunas veces, no es tanto lo que se ve en el texto sino cómo uno logra que aquello que ha costado tanto pase desapercibido. En el caso de esta novela, imaginar esas muertes, que por un lado se pudieran ver como muertes accidentales pero que por otra parte pudieran verse como crímenes premeditados. Además traté de que todos tuvieran un aire de familia y que respondieran a la necesidad de la trama. Tenía muy en claro que los crímenes tenían que quedar en segundo plano. Por eso digo que es como una novela de Henry James pero que en vez de matrimonios hay crímenes.

-¿Vislumbra esta novela adaptada al cine, como sucedió con "Crímenes imperceptibles"?

-La veo más como una obra de teatro. Estuve a punto de convertirla en una obra de teatro por el ambiente de encierro, por los diálogos que tienen tanta fuerza dramática.

-¿Es cierto que en principio era un cuento?

-Sí. Era un cuento largo de unas cuarenta páginas, en las que se incluía el relato de Luciana y la visita del narrador a la casa de Kloster. Solamente el relato de Luciana me llevaba más de sesenta páginas. Ahí me di cuenta que en realidad era una novela y, además, porque comenzaron a aparecer ciertos elementos como el azar, los manuscritos de Henry James, los incendios, las características que tendrían las muertes, los que me llevaron a la necesidad de extenderla.

-¿Cómo vive el éxito internacional que ha tenido su libro "Crímenes imperceptibles", que ya fue traducido a más de treinta idiomas y que ha sido adaptado al cine por Alex de la Iglesia?

-Siempre me he esforzado por escribir lo mejor posible el libro que tengo entre manos. En realidad la lista de espera de libros que tengo para escribir es la que tenía antes de ganar el premio Planeta en el 2003. Intento olvidarme de todo esto que tiene que ver con el ruido que provoca la aparición de cada libro y concentrarme en el nuevo libro por escribir. Como dije antes, "La muerte lenta de Luciana B." comenzó como un cuento y lo estaba escribiendo para completar un libro de cuentos que ya tenía avanzado cuando escribí "Crímenes imperceptibles". Me parece que lo fundamental es no dejarse poner demasiado eufórico con los éxitos y no deprimirse demasiado cuando el libro no es tan difundido como me pasó en mis primeros veinte años de mi vida como escritor. Durante veinte años escribí libros que circulaban no mucho más allá de los ámbitos literarios. Creo que escribir tiene más que ver con los años de encierro, en los que uno está pensando en el libro como un problema, una especie de ambición, un dilema privado. Y tratar lo más rápidamente posible de salir de esa especie de distracción que es lo que provoca inevitablemente en uno la aparición de un libro para volver también rápidamente a trabajar. En este sentido, alguna vez hice la analogía con el cuento "La vida privada" de Henry James, en el que trata el desdoblamiento del escritor que por un lado es como una especie de fantasma de sí mismo que él envía para todos los requisitos de la vida pública mientras se encierra en su cuarto a escribir.

PABLO MONTANARO

GUILLERMO MARTÍNEZ


   
   
 
 
 
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