Canto a la pampa la tierra tristeréproba tierra de maldición
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación:
en donde el ave nunca gorjea
en donde nunca la flor creció
ni del arroyo que serpentea
su cristalino bullir se oyó.
Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión;
eran los ayes
de muchos pechos
de muchas iras era el clamor,
la clarinada de los derechos
del pobre pueblo trabajador.
Benditas víctimas que bajaron
desde la pampa llenas de fe
y a su llegada lo que escucharon
voz de metralla tan sólo fue
baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión
queden manchadas con sangre obrera
como un estigma de maldición.
Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó,
pido venganza para el doliente
huérfano y triste que allí quedó:
pido venganza por la que vino
de los obreros el pecho a abrir
pido venganza por el pampino
que allá en Iquique supo morir.
Francisco Pezoa