La crianza atea es una excusa para pensar y sentir una forma propia de estar con nuestros hijos", piensa Ximena Ianantuoni, licenciada en Psicología, psicoterapeuta y madre. Coautora, ahora, de "Hijos sin dios", uno de los libros más inquietantes editados en los últimos tiempos referidos a indagar estilos actualizados sobre la crianza de los hijos.
"¿Viste que en general la palabra ateísmo suena muy fuerte?", escribió en la introducción de su planteo, pregunta que sirvió como punto de partida para hablar con ella, entre sus dos chiquitos que saltan en la cama y se caen al piso y lloran y gritan y otro más que ya viene en camino.
"Da la sensación de que dudar de la existencia de Dios o no sentirse ligado a ninguna religión fuera algo que no está bien. ¿Te das cuenta de hasta qué punto la sociedad está tomada por la tradición religiosa?", pregunta ella. "Es como si estuviera mal hablar de ateísmo, como si fuera mala palabra", sostiene.
En los '60 y '70 la tendencia era criar a los chicos ateos y que cuando ellos fuesen adultos decidieran creer en Dios (o en lo que fuera) o no. Y después corrieron otros aires que aconsejaban que los chicos debían aferrarse a una fe y que años más tarde, ya maduros, decidieran por ellos mismos, en todo caso, no tener una religión. ¿Cómo es que surge la idea de este libro?
Nació como un pedido de padres ateos a pensar y argumentar sus decisiones de vida a la hora de criar sus chicos. Y tanto mi marido como yo estamos convencidos de que no hay necesidad de tener fe en algo.
Vamos por partes, ¿te parece?
Bueno.
El libro está escrito de a dos, habíamos dicho. Un capítulo lo escribe Ximena y el siguiente su marido, como respuesta y evolución al planteo de ambos, de un modo muy ameno y atractivo. En el principio, ella parte de esta idea: "Criar hijos ateos quiere decir enseñarles a creer en sí mismos sobre las cosas. Habilitarles todas las preguntas que quieran hacerse y las que quieran hacernos. Transmitirles la sensación de que pueden confiar en sus decisiones sólo por el hecho de ser ellos quienes las toman. Criar hijos sin apelar a dios quiere decir enseñarles a ser dueños de sus actos, responsables de elegir cómo vivir, protagonistas de su destino. Es querer ayudarlos a disfrutar de esta vida que tenemos hoy, la que conocemos, sobre la que podemos actuar".
Perfecto, se entiende lo que piensa. "Entiendo por criar hijos ateos hacerme cargo de mi estilo de crianza, sostener la convicción de que criar hijos mostrándoles un mundo lleno de posibilidades va a conformar una sociedad más íntegra y comprometida. Que el camino es ir enseñándoles que el crecimiento propio depende de uno y que sólo si nos animamos a crecer en lo personal va a haber crecimiento social verdadero. Encuentro en la crianza un sentido tan vital, tan jugado al presente, al detalle, a esos pequeños momentos decisivos que vivimos todo el tiempo los que tenemos hijos chiquitos, que no me sale pensar en dios o en la fe como horizonte necesario para todo este fenómeno. Al contrario".
Ximena, se entiende que éste es un libro que no tiende a la polémica inútil, que no pretende criticar las religiones o los actos de fe que la gente elige para sí misma y sus hijos, que plantea abrirse a preguntas, a crear nuevos vínculos, a ac
tualizar la crianza de nuestros chicos... pero es cierto y real que los chicos pasan, en su evolución, por un momento religioso. Que los ayuda como a sostenerse en este mundo. A sentirse menos solos, también.
Veamos...
Para qué... La pregunta entusiasma a la entrevistada y lo que dice remite a uno de los capítulos que ella escribió en el libro. Exactamente sostiene:
" "El estado de fe es un momento en el proceso de crecimiento en el que prima el pensamiento mágico, es un estadio en la construcción de un sentido para la vida, previo a la adquisición de criterios más adultos y realistas. Hay un tiempo y un momento en el que todos necesitamos creer en algo, en alguien poderoso que pueda cuidarnos y ponernos a salvo de todos los riesgos que la vida conlleva. Para los chicos ese lugar lo ocupamos los padres. Es la tan conocida idea de que somos como dioses o héroes para nuestros niños, a quienes ellos tendrán que poder destruir y superar para lograr crecer, para acceder a la adultez, para separarse de sus mayores y encontrar así un estilo propio. Es decir, encontrarnos con nosotros mismos requiere una superación del padre protector y todopoderoso".
Es acá donde ella pone en duda esa apelación a Dios para explicarnos las cuestiones fundamentales de la vida. "Creo en el día a día, con todo el misterio del mundo".
" "Otra tendencia muy marcada es la de pensar que criar hijos sin una religión que imponga criterios es como querer incitarlos a ser salvajes. Se asocia la idea de que sólo bajo normas religiosas se les puede enseñar a los niños a asumir valores, saber discernir entre lo que está bien y lo que está mal. Hay como una idea generalizada de que 'los valores' son propiedad de la cultura religiosa, cuando en realidad sentir que es desde un marco religioso desde donde se les pueden inculcar valores a los hijos es como sentirse chiquito y desconfiado, es no creerse capaz de tomar decisiones propias sin una instancia superior que las determine, como ser un niño indefenso".
Ximena, esto de subrayar "la autoestima" como un valor ateo ¿no lleva a un individualismo exacerbado? ¿No quita cierto sentido de "vivir en comunidad" que un hijo nuestro debiera tener?
(Mientras le pregunto miro alrededor y siento que la pregunta, a medida que la termino de formular, no tiene mucho sentido... Cuánto creyente en Dios circula en rededor nuestro sin el menor sentido de la solidaridad...)
¿Ser religioso garantiza pensar en el otro, ponerse en el lugar del otro y ser buena persona siempre y en todo momento?
...
"Estamos de acuerdo en que le tenemos que transmitir 'valores' a nuestros hijos, pero ¿qué valores?, ¿valores incuestionables, frases hechas que no tienen en cuenta la subjetividad ni la realidad que compartimos con ellos? ¿O tenemos que ser creativos y dedicados e inventar la forma de enseñarles a ser personas íntegras sin pasarlos por encima con mandatos inconsistentes?", escribió Ximena en su libro editado semanas atrás.
Y agrega: "Vivir la crianza de nuestros hijos de este modo es una propuesta exigente. Pide mucha paciencia, tolerancia, comprensión. Requiere dedicarse a refinar la empatía todo el tiempo. Hace falta que estemos en contacto permanente con ellos y con nosotros mismos".
¿Cuáles son las necesidades de nuestros hijos? ¿Cuáles las nuestras? ¿Quiénes son nuestros hijos? ¿Quiénes somos nosotros, sus padres? ¿Qué creemos que le está faltando a nuestra sociedad y qué creemos nosotros aportar, con nuestras vidas, a eso que pensamos que falta? Ximena está convencida de que nos faltan "relaciones amorosas, más amorosas" con nuestros hijos. Tal como lo dice en su libro, Ximena admite que "criar hijos sin dios, sin identidad religiosa, es enseñarles que uno está solo y a cargo de tanta inmensidad".
E insiste: "Respetar la diferencia, convivir con ella, no quiere decir que uno deba limitar su forma de ver y entender el mundo sino que es legítimo desplegarla de manera completa".
El blog de Ximena Ianantuoni es www.vamosviendo.com
HORACIO LARA
hlara@rionegro.com.ar