Este relato está relacionado con la larga lucha diplomática que mantuvieron Argentina con Chile por la posesión de la Patagonia.
El 21 de setiembre de 1843, treinta y cinco tripulantes de la goleta chilena "Ancud", pequeña nave de dieciséis metros de eslora, después de un penoso viaje desde la isla de Chiloé tomaron posesión del estrecho de Magallanes y de sus territorios aledaños. Se establecieron en un lugar que bautizaron "Puerto Bulnes", en honor a su presidente. En 1848 un voraz incendio destruyó gran parte del fuerte. Se mudaron a otro lugar al que llamaron "Punta Arenas", hoy pujante ciudad del sur chileno.
Esta pequeña historia sucedió entre los años 1865 y 1866, cuando las autoridades chilenas defendían la posesión del estrecho. Los argentinos, por su parte, procedían de igual forma con las costas atlánticas. Esto no impedía que Chile pretendiera ocupar tierras en Santa Cruz y Argentina hacer lo mismo con la parte oriental del estrecho. Para este intento, el capitán Piedrabuena, en uno de sus viajes al estrecho, tuvo trato con el cacique tehuelche Casimiro Bibois, jefe de una toldería instalada en los campos vecinos a la bahía de San Gregorio, ubicada en la parte norte del estrecho.
Casimiro siempre había mantenido una buena amistad con el gobierno chileno, pero distintas causas habían motivado un enfriamiento con las autoridades del territorio de Magallanes.
Esto favoreció el entendimiento con Piedrabuena, que invitó al cacique a realizar un viaje a Buenos Aires. Entonces era presidente de los argentinos el general Mitre, con quien se entrevistaron.
Piedrabuena interesó al mandatario, ya que se contaba con la adhesión del cacique para preparar una concentración de tehuelches al pie de los cerros de San Gregorio, cercanos a la bahía del mismo nombre.
Dicha concentración coincidiría con la llegada a la bahía de un buque enviado por el gobierno, cargado de víveres y todo lo necesario para la formación de un pueblo, que afianzaría nuestra soberanía en el estrecho.
Con el fin de controlar la conducta del jefe tehuelche, al que le habían otorgado el grado de teniente coronel, el gobierno dispuso designar a un personaje llamado Doroteo Mendoza, que con el título de capitán de Guardias Nacionales haría las veces de secretario del cacique Casimiro. El capitán, entre otras cosas, debía controlar las frecuentes borracheras del tehuelche, que le hacían perder el control de sí mismo y de su tribu, que no se quedaba atrás en cuanto a la ingesta de aguardiente.
Cuenta el escritor Armando Braun Menéndez, en su libro "Pequeña Historia Patagónica", que tuvo acceso a las memorias que escribió don Doroteo. Se trataba de una vieja libreta que el escritor describe como un preciado documento para la investigación de esta historia. Confiesa que no la reprodujo literalmente porque era un rosario de repeticiones, faltas de ortografía y simplezas que demostraban que su autor tenía un desacertado empleo de las letras y demás signos auxiliares.
Las memorias de don Doroteo son una especie de diario, en el que están anotados los hechos que protagonizó desde su llegada a Santa Cruz, el 1º de enero de 1865.
Según las memorias, cuenta Braun Menéndez, Piedrabuena impartió órdenes al cacique para que se dirigiera hacia las pampas con el objeto de reunir a sus indios y concentrarlos en la margen sur del río Santa Cruz. El 6 de febrero de 1865, Casimiro mediante un chasque enviado a la isla Pavón anunciaba que tenía acampados en Coy-Intel más de cuatrocientos indios. Además decía que había estado el 19 de febrero en la colonia chilena de Punta Arenas, donde había saludado al gobernador de Magallanes, don Máximo Benavides. Que había sido recibido con gran pompa, acompañado por su hijo Sam Slick. Que le había hecho conocer su decisión de apoyar al gobierno argentino, su nombramiento de teniente coronel y que su tribu iba a recibir la ropa, el calzado, los víveres, las armas, los uniformes y todo lo necesario para su mantenimiento. El gobernador, indignado, sólo atinó a decir: "Me alegro mucho, pero en virtud de que usted ahora es argentino, yo le detengo las nueve onzas de oro que están en mi poder y que han sido enviadas por mi gobierno". Le hizo saber que iba a informar la novedad sin demora . Dicho esto, el cacique se retiró, vestido de gran parada, seguido por su séquito y al son de las trompetas que habían traído de Buenos Aires.
Después de esta visita, Casimiro se encaminó con su tribu hacia Pavón. El 10 de febrero, los cuatro habitantes de la isla lo recibieron con salvas de cañones. El cacique, vestido de teniente coronel pero a medias, pues no aguantaba la gorra ni los pantalones, la casaca la tenía puesta sobre el chiripá y todo cubierto con una gran capa de guanaco, saludó desenvainando su espada, cosa que imitaron los demás caciques y capitanejos. Gritaron: "¡Viva el gobierno argentino!", exclamación que contestaron todos los guerreros.
Se sucedieron movimientos militares, demostrando Casimiro que era un aceptable jefe de caballería. Estaba ayudado por los caciques Caimán, Sam y Curinaque, todo presenciado por don Doroteo. La tribu no estaba mal pertrechada, teniendo en cuenta el armamento que poseían. Lo importante era evitar el consumo de aguardiente, cuyas consecuencias podían ser nefastas para el mantenimiento de la disciplina.
Braun Menéndez dice que don Doroteo no solamente anotó en sus memorias los acontecimientos de importancia sino que se extendió en el relato de cosas intrascendente que sucedían en la monótona vida en la isla Pavón.
Son rescatables las anotaciones sobre las costumbres indígenas: celebración de matrimonios, los ritos funerarios, las boleadas de guanacos y avestruces, las festividades, etc. Describe los alrededores de la isla, formada por dos brazos del río Santa Cruz, y menciona los minerales de la región. Se puede leer un pequeño vocabulario tehuelche. Todo, como se ha dicho, asentado con una escritura muy primitiva.
Señala en forma muy especial, que se percibe entre líneas, un particular interés por todo lo que atañe al elemento femenino de la población tehuelche, a tal punto que a menudo innecesariamente cuenta episodios en los cuales son protagonistas las chinas. Esa afición iba a ser la causa de su trágico final.
Comenzó el año 1866 sin ninguna noticia sobre el arribo del buque prometido por el gobierno con materiales y víveres; la vida en la isla transcurría sin novedades de importancia.
Por su parte al gobierno argentino le preocupaban otros problemas muy graves: se había desencadenado la cruenta guerra con el Paraguay.
Don Doroteo aprovechó esa pausa para efectuar, en febrero de 1866, un viaje a Punta Arenas. Se hospedó en la casa de Piedrabuena. Hizo una serie de anotaciones sin importancias en sus memorias, que son las últimas que figuran en su libreta.
Como se ha dicho, don Doroteo era un hombre apasionado por las mujeres. Se enamoró de una de las esposas del cacique Cuastro, algo que era muy peligroso en el ambiente indígena. Cuentan que una tarde su caballo llegó solo a los toldos. El explorador Musters ha dicho al respecto: "El cacique Cuastro fue quien asesinó a don Doroteo para vengar ciertos agravios, que en las tribus tehuelches se lavan con sangre".
En algún lugar de la pampa santacruceña debe haber quedado el cadáver de don Doroteo Mendoza, un protagonista casi ignorado que fue uno de los pocos argentinos que trató de recuperar algo que nos pertenecía por derecho: el estrecho de Magallanes.
ABEL SANDRO MANCA